15. Una de mis fantasias

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Era lunes por la noche y yo seguía en la oficina, como iba a tomar un par de días libres porque finalmente Issac y yo nos iríamos de vacaciones, tenía que dejar todo listo en la oficina. Estaba concentrada respondiendo unos mails cuando escuché que tocaron mi puerta, giré la cabeza y casi me da un paro cardíaco cuando vi que era Natalia.
– ¿Tú?, ¿qué haces aquí? – pregunté más que sorprendida.
– Buenas noches, yo muy bien, aunque no tanto como tú – exclamó con una gran sonrisa entrando y se quedó de pie del otro lado del escritorio.
– Buenas noches Natalia, ¿cómo estás?
– Que diferencia, primero los saludos y luego lo que quieras.
– Ahora sí me puedes decir a que debo el honor de tu visita.
– Elena me pidió que te entregara esto –
respondió entregándome un sobre blanco en el que estaba escrito mi nombre con una hermosa letra – le has caído de maravilla ya que ha sido muy selectiva con los invitados no sé qué le hiciste, pero te quiere ahí.
– Natalia, pero yo... ¿tú quieres que yo vaya?
– Sería divertido, va a ser en Miami, imagínate, el mar, la playa, el sol, la arena, tú y yo desnudas al anochecer
– respondió mientras caminaba y se ponía junto a mí, apoyada en el escritorio, yo hice un poco la silla para atrás, nerviosa – además, Elena no te perdonaría tu ausencia y sabe dónde encontrarte y no querrás conocerla enfadada, hasta asusta a Santi, así que imagínate.
– Trataré, pero la verdad no te lo aseguro.


Me dio una de esas sonrisas arrebatadoras que ponía mi pulso a mil y entonces recordé lo que había fantaseado con ella en varias ocasiones, mi corazón se aceleró ante semejante idea, no imaginé que pudiera cumplirla, lo bueno es que pasaban de las ocho y no había nadie más en la oficina, salvo los vigilantes pero se encontraban en la planta baja, así que decidí arriesgarme.

– Necesito ir a la oficina de mi jefe por unos papeles – dije para despistarla, quería pillarla por sorpresa.
– Está bien, te espero.

Le di una pequeña sonrisa y salí, entré a la oficina de Mimi y le agradecí su vanidad como nunca antes. Me miré en el espejo que tenía pegado detrás de la puerta y arreglé un poco mi pelo, no sé para que con lo que tenía planeado hacer. Caminé de puntillas a mi oficina y la vi sentada sosteniendo y mirando una foto mía con Issac, se me había olvidado que la tenía ahí. Cerré despacio la puerta de la oficina y le puse el seguro, caminé tratando de no hacer ruido y cuando estuve a su lado, le quite el portarretratos de la mano y lo puse con la foto hacia abajo sobre el escritorio.

Me miró y entonces yo me senté encima de ella, con mis piernas a sus costados, me sonrió sensualmente, adoraba esas sonrisas, puse mis manos sobre el respaldo de la silla y la besé apasionadamente, me abrazó y comenzó a acariciar mi espalda, devorando mi lengua, yo comencé a desabrochar su camisa sin dejar de besarla y ella me sacaba la blusa de la falda, cuando lo logró, acarició la piel de mi espalda y sentí que movía sus dedos para desabrochar mi blusa, pero la frené.

Me hice un poco hacia atrás y la desbroché yo lentamente, me miraba fascinada, con la sonrisa retorcida, me abrí la blusa y desabroché el sostén, de casualidad me había puesto uno que se abrochaba por enfrente, cuando destapé mis pechos comenzó a besarlos, pasando su lengua por mis pezones, yo emití un suave jadeo y eché mi cabeza hacia atrás por las sensaciones que me provocaban sus labios.

Subió mi falda y comenzó a retirar mi ropa interior, me puse de pie para quitármela por completo y ella saco un condón del bolsillo del pantalón, me sorprendía tanto que siempre llevara uno consigo, no quise pensar en eso, sólo disfrutar del momento. Le quite el condón de la mano, le desabroché el pantalón y me hinqué, me llevé su erección a la boca y emitió un gruñido delicioso, así que seguí absorbiéndoselo con delicadeza, su cabeza la tenía hacia atrás y se lamía los labios gimiendo con sus dedos enterrados en mi pelo.

Cuando ya no aguanté más, le coloqué el condón y me monté en ella emitiendo un gemido cuando la sentí dentro de mí, levanto la cara, me tomó por nalgas y me ayudo a subir y bajar mientras nos besábamos frenéticamente, yo tenía los ojos cerrados, concentrada únicamente en las maravillosas sensaciones que me hacía sentir, me fascinaba la forma en que se movía en mi interior. Nos separamos para respirar, pero nuestros labios seguían juntos, jadeando, inundando nuestras bocas con el tibio aliento que emanábamos. Le sujeté las manos y las enlacé con las mías colocándolas en los costados de su cabeza.

– Me fascina cuando tomas el control – susurró con la voz entre cortada.
– Te haré mi esclava, entonces – dije mientras me movía en círculos.
– Hazme lo que quieras... pero, no me dejes.

Le sonreí y seguí moviéndome, no quería engancharme en sus palabras, no cuando estábamos teniendo sexo, en ese estado se dicen muchas cosas, pero no tienen el mismo valor a cuando se dicen con los cinco sentidos bien puestos. Apreté más sus manos cuando sentí que juntas llegábamos al orgasmo y recargué la cabeza en el respaldo de la silla, se soltó y me abrazó fuertemente.

– De verdad eres maravillosa – susurró en mi oído y una sonrisa apareció en mi cara.

Un repentino ruido nos hizo aterrizar de golpe en la realidad y me levanté a toda prisa, con los dedos temblorosos me abroché el sostén y abroche la blusa, abrí la puerta despacio y sólo asomé medio cuerpo, era uno de los vigilantes que había subido a hacer su ronda habitual.

– Buenas noches señorita Alba, ¿todavía por aquí? – dijo amablemente.
– Sí, terminando una campaña, pero enseguida me voy.
– ¿Quiere que le pida un taxi?
– No es necesario, gracias.

Me sonrió y caminó a los ascensores, yo apreté los ojos de miedo y cerré de nuevo la puerta. Me di la vuelta y Natalia estaba justo detrás de mí, con su dedo pulgar delineó mis labios y luego acarició mi mejilla y bajó a mi cuello acariciándolo también.

– Debemos irnos, los guardias estarán a la expectativa de mi salida, además, deben saber que estás aquí.
– Dije que iba a otro piso, no saben que estoy aquí contigo, es una gran ventaja que las ventanas de tu oficina tengan persianas, no se dio cuenta de mi presencia
– dijo mientras besaba suavemente mi cuello y acariciaba mi cintura.
– Nat, por favor – dije con un hilo de voz, mi cuerpo estaba reaccionando de nuevo a sus caricias haciéndome perder la perspectiva de donde nos encontrábamos.
– Sólo una vez más, tengo que hacer un viaje de negocios y no sé cuándo pueda volver, quizá no nos vemos hasta el día de la boda – anunció lamiendo mi oreja en tanto sus manos acariciaban mis pechos por encima de la blusa.
– Aún no te he confirmado que iré.
– Con mayor razón, necesito hacerte mía una vez más esta noche
.

Me besó apasionadamente mientras desabrochaba la blusa y la bajaba dejando al descubierto mis hombros, dio pequeños besos en uno y después siguió por mi cuello y paso hasta el otro hombro, yo tenía mis manos entre su pelo. Me cargó y me depositó sobre el escritorio, como pude hice a un lado las cosas y tiré el portarretratos al suelo, ella se rio y sentí como separaba suavemente mis piernas para enterrar su cabeza y besar mi clítoris. No pude reprimir el gemido al sentir como movía su tibia lengua en mí, puso un dedo en mi boca y comencé a chupárselo para no gritar, estaba totalmente envuelta en las magníficas sensaciones que me estaban provocando sus besos, en esa parte tan sensible.

Sentí que iba a explotar y se detuvo, yo la miré casi con furia y ella sólo me sonrió, se colocó un nuevo condón, tomó mis piernas y entró en mí de golpe, moviéndose con desesperación, gimiendo al unísono, la veía morderse el labio inferior, totalmente perdida en la excitación y en la lujuria del momento, gruñó cuando llegó al clímax, lo que provocó que yo lo alcanzara instantes después y luego salió de mí.

El sonido de mi móvil hizo que pegara un grito del susto y hasta me llevé la mano al pecho, Natalia se rió a carcajada abierta y yo le di una mirada de odio. Alcancé el móvil y los colores se me fueron de la cara cuando vi que era una llamada de Issac, no quería siquiera imaginar que hubiera pasado si se le hubiera ocurrido llamar dos minutos antes. No muy segura contesté, sabía que insistiría.


– Hola – dije conteniendo la respiración.
– Hola Alba, adivina donde estoy.
– Ni idea
– no tenía cabeza ni para pensar del uno al cinco menos para adivinar.

Miré con pánico a Natalia y comencé a abrocharme la blusa y metérmela en la falda. Comencé a buscar mis medias, pero no las veía por ningún lado, ella estaba de pie cruzada de brazos mirándome seriamente, creo que había adivinado quien me había llamado, yo levanté los hombros y moví la cabeza negativamente, sabía perfectamente de la existencia de Issac, además, lo que había entre nosotras sólo era sexo, aunque ya no existieran las reglas, al final del día lo único que nos unía era eso, sexo sin compromiso ni ataduras.

– ¿Buscas esto? – preguntó mostrándome mis nada sexys medias azules.
– Cómo te gusta hacerme sufrir – exclamé y levanté la mano para quitársela pero puso la suya detrás de su espalda – no es momento de juegos, tengo que irme ya.
– Pues vete, yo no te estoy deteniendo.
– Dame eso de una buena vez.
– No, quiero conservar algo tuyo hasta que vuelva a verte.
– Pero eso no –
grité entre seria y asustada.
– ¿Por qué no?
– Por obvias razones que no quiero repetirte, dámelas ya y estoy hablando en serio.
– ¿O qué?, ¿vas a llamar a los policías?
– Joder, me estás desesperando en serio, ya déjate de juegos.
– Hasta luego Alba, que pases buenas noches.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora