12. Los Lacunza

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Los minutos pasaban lentamente, cada que detenían el reloj en el partido mi corazón se paraba porque eso extendía la agonía de estar ahí, a tan sólo un asiento de distancia. Estaba a punto de pedirle a Issac que nos fuéramos, pero la parte masoquista de mí no quería irse, lo más probable es que fuera la última vez que la viera y quería guardar esos recuerdos, su sonrisa natural, tan encantadora como la retorcida, sus gritos por la emoción del partido, era una chica normal, que disfrutaba de la vida.

Cuando los Gigantes anotaban María la abrazaba emocionada, se sentía una conexión especial entre ellas y por un momento deseé ser ella, yo conocía a la amante, pero ella conocía a la mujer y era afortunada por eso, no estaba limitada a ninguna regla y disfrutaba de ambas facetas, la sonrisa en su rostro me lo demostraba y yo sabía perfectamente lo que Natalia te hacía sentir en la cama. Sentí que iba a romper a llorar y fui al baño otra vez.

Me mojé de nuevo la cara, no podía llorar, no debía, había sido una aventura que no podía tener un final feliz, quise jugar con fuego y me quemé, ¿por qué me afectaba tanto que tuviera novia?, yo tenía a Issac y a Natalia parecía no importarle, estábamos bajo las mismas condiciones, "la vida es un equilibrio y no podemos ir en contra de eso", ¿acaso a esto se refería?, ¿ella y yo estábamos buscando un equilibrio en nuestras vidas amorosas? Suspiré apoyada en el lavabo, después salí del baño y me acerqué a la mesa a servirme otro zumo.

– ¿Disfrutando del partido? – susurró en mi oído erizando mi piel, pero, ¿qué pretendía?
– No tanto como tú – respondí sin mirarla tratando de calmar los latidos de mi corazón.
– ¿No te emociona tanto porque tu novio no está en el terreno de juego? – Me gire a mirarla más que sorprendida – él me contó que jugaba cuando iba en la escuela.
– ¿De dónde lo conoces? supongo que dadas las circunstancias te puedo preguntar lo que quiera
– dije dándome la vuelta para enfrentarla, pero dejé una mano en la mesa y la otra me la puse en la cintura.
– Hace un par de semanas cerramos un negocio – dijo sonriendo, quizá por mi comentario anterior – por cierto, es muy habilidoso con los números... y ya veo que para otra cosa también – agregó poniendo su mano en la mesa y rozando la mía, pero yo la retiré nerviosa.
– ¿Por qué me has llamado esta tarde?, no me digas que no sabías que vendrías aquí.
– No pensaba hacerlo
– puso su pie pegado al mío – pero, en vista de que no estabas disponible, no tuve otra opción, jamás me imaginé que tu compromiso fuera este.
– La vida es un equilibrio
– dije irónicamente – no me la paso follando todo el día – agregué un tanto seria.
– Yo tampoco – dijo muy sonriente – aunque... con cierta "desconocida" de ojos ámbar con la que estuve toda la noche del viernes – se acercó a mi oído – sí podría – agregó en tono sensual disparando todos mis sentidos.
– Basta de juegos... eso no puede continuar, tus reglas están rotas – aseguré haciéndome para atrás.
– En ese caso... disfruta de este otro juego – soltó una risita – es decir, del partido – me guiñó un ojo y luego fue hacia su sitio.

Yo me quedé ahí de pie, sosteniéndome del filo de la mesa, tratando de regular mi respiración, ¿qué se traía entre manos?, cómo podía ser tan cínico de coquetearme de esa manera cuando su novia estaba ahí y además Issac, ¿acaso no le importaba que se dieran cuenta?, ¿ahora ese era su juego? Moví la cabeza y me fui a mi lugar.

El partido terminó, gano el equipo que le gustaba Issac y María propuso ir a cenar, para celebrar, pero yo les dije que me dolía la cabeza y que mañana tenía que estar muy temprano en la oficina para empezar una nueva campaña.

– Pues nada, tú te lo pierdes – dijo María sonriendo – en verdad me alegra mucho haberte conocido – agregó mientras yo pensaba si le daría el mismo gusto saber que me había revolcado con su novia en más de una ocasión.
– El trabajo es primero, ya habrá oportunidad de convivir en otra ocasión – intervino Issac haciendo que yo entrara en pánico, no, yo no podía volver a quedar con ellas.
– Isaac, es bueno trabajar, pero sin olvidarse de la diversión – dijo Natalia mirándome.
– Tú porque eres millonaria, pero uno que es un simple mortal tiene que echarle todas las ganas al trabajo para conseguir lo que uno quiere – rebatió Issac.
– El dinero no lo es todo Issac, hay que darse tiempo para los placeres que la vida nos da, ¿tú qué opinas...Alba?
– Que la vida es un equilibrio
– repetí desviando mi mirada.
– ¿Lo ves Issac?, no todo puede ser trabajo.
– Tienes razón Lacunza, tienes razón, otro día vamos a cenar.
– Un viernes por ejemplo, para así no tener que levantarse temprano al día siguiente
– propuso María que sostenía a Natalia de un brazo.
– Claro – dijo Issac titubeante.

Nos despedimos, María volvió a abrazarme mientras Issac y Natalia hacían lo mismo, definitivamente algo le debía a la vida y ahora me lo estaba cobrando muy caro. Me despedí de mano de Natalia que me regaló otra de sus sonrisas y abracé a Issac mientras caminábamos al coche. Agradecía que al fin pudiéramos estar solos porque así podría buscar las respuestas que Natalia evidentemente no me daría.

– ¿Son geniales, verdad? – exclamó Issac al subir al coche, que bueno que él había sacado el tema, así no me vería tan obvia en mis preguntas.
– Sí, ¿cómo fue que los conociste?
– Hace un par de semanas, Natalia fue a la casa de bolsa y ya sabes cómo es Ryan, de inmediato me lo mando, estuvimos hablando de negocios y el día que firmamos el contrato fuimos a cenar y llevó a María.
– ¿Es su novia?
– Pues a mí me la presentó como su amiga, creo que se conocen desde hace muchos años, pero quizá son amigas con derechos.
– Quizá
– dije mientras miraba hacia la noche.

En el trayecto a mi departamento me quede dormida, Issac me despertó suavemente cuando llegamos, adormilada le di un beso y bajé de su coche. Al entrar a mi habitación pudo más mi curiosidad que mi cansancio, así que encendí el ordenador y mientras tanto me puse el pijama. Una vez conectada a internet me metí en Google, quizá encontraría alguna información de ella. Con los dedos un poco temblorosos tecleé su nombre y aparecieron varias páginas, entré a una donde estaba una especie de biografía.

Natalia Lacunza


Nació el 10 de Enero de 1990 en Pamplona España. Es la hermana mayor de sus hermanos, hija del matrimonio conformado por los Españoles J.Mikel Lacunza gran empresario bancario y su bella esposa Claudia, reconocida pintora a lo largo del mismo país. Su hermano menor, Santiago es jugador profesional de futbol, forma parte del equipo de Pieles Rojas. Su hermana menor, Elena acaba de graduarse de una prestigiada escuela de diseño de modas de París.


De pequeña tomo clases de piano, guitarra y de violín, pero siempre mostró su inquietud por los negocios. Estudió en las escuelas más prestigiadas del país y siempre obtuvo las mejores calificaciones. Es graduada de la universidad de Harvard donde cursó Administración de empresas y cuenta con un master en Economía de la misma institución.


Actualmente es dueña de una pequeña cadena de hoteles que inició con el Rose Imperial situado en Madrid, donde radica por temporadas, su residencia oficial está en España, muy cercana a la de sus padres pero también tiene una casa de descanso en Las Vegas.


Desde temprana edad mostró su inquietud por las chicas, ganándose a pulso en la ESO y en la universidad la fama de conquistadora que ahora la ha llevado a ser considerada la soltera más codiciada del medio en el que se desenvuelve.


Es socia y vicepresidenta de la fundación que inició hace 15 años su padre, la cual se dedica a ayudar a personas con enfermedades terminales.

Eché un vistazo en otras páginas y, en una de sociales, había fotos de la boda de su hermano, me sorprendió ver que estaba casado con una de las más importantes modelos del país, Marta Ortíz, quien era la imagen exclusiva del nuevo perfume del que había estado eligiendo las fotos hace pocas semanas.

Y donde casi me caigo de la silla fue cuando mi mente proceso que su hermana es nada más y nada menos que Elena Lacunza, la nueva diseñadora a la que le estábamos organizando el evento del lanzamiento de su línea de ropa y que sería el jueves de la semana siguiente precisamente en uno de los salones del Hotel Rose Imperial.


Parecía ser una chica ejemplar, a excepción de su fama de ligona, "algún defecto debería de tener, nadie es perfecto", me dije en voz alta. Me llevé las manos a la cabeza, sin poder dar crédito a que ella fuera la dueña del hotel donde quedabamos, ahora comprendía muchas cosas, porque siempre íbamos a la misma habitación, porque sabía lo de las cámaras en los ascensores y lo del servicio a cuarto las 24 horas.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora