26. Oficina

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Me llevé las manos a la cara, ¿qué clase de mujer era en realidad Natalia Lacunza y qué era lo que verdaderamente quería de mí?, yo enamorada de ella como una tonta y ella con sus jueguitos tontos. En eso, sonó mi móvil y vi que era número oculto, no quise discutir más con ella y lo apagué, necesitaba pensar y analizar lo que iba a hacer, confiar en ella, que fácil se dice, ¿cómo iba a hacerlo con esas actitudes?

Al día siguiente llegué a la oficina tenía una página completa de mails de Natalia, en el asunto decían perdóname y léelo por favor, pero no quise hacerlo, no estaba dispuesta a empezar una relación a base de mentiras, si con Issac todo había empezado bien y como había terminado, ¿qué podría esperar de una relación que desde el principio había mentiras y engaños? No quise pensar en el asunto y me concentré al máximo en el trabajo, tenía miles de cosas que hacer y apenas iban a iniciar la búsqueda de la persona que reemplazaría a Mimi.

Al día siguiente seguía igual, metida en el trabajo, ni siquiera salí a comer, lo bueno es que ya habían entrevistado a una chica, ojalá la contrataran. Estaba concentrada en el ordenador haciéndole cambios a un logotipo cuando tocaron mi puerta, al darme la vuelta vi que había un enorme oso de peluche blanco con una carta entre sus brazos, me levanté de la silla curiosa, el sobre decía, "Léeme por favor", una sonrisa escapó de mis labios, cogí el sobre y lo abrí.

"Tienes razón en pensar esas cosas de mí, no puedo pedir tu confianza cuando soy la primera que la traiciona, pero no tienes idea de lo que siento por ti, es mucho más fuerte que yo y me asusta, porque aun sin conocerte demasiado te has metido hondo en mi corazón y no sé qué sería de mí si tú no sintieras lo mismo, Alba , hace mucho que rompí la tercera regla, incluso antes que las otras dos, eres lo más importante para mí y estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de demostrártelo.
Tuya por siempre
Natalia Lacunza"


Me quedé estática al leer la nota, ¿qué era lo que estaba tratando de decirme?, ¿qué él también estaba enamorado de mí como yo de él?

– Perdóname por favor, nunca fue mi intención hacerte daño, pero cuando se trata de ti pierdo la perspectiva de todo, no puedo pensar coherentemente, se me ocurren las más extrañas locuras, por eso estoy aquí, no me importó faltar a la junta de socios con tal de venir a aclarar las cosas contigo – dijo en el umbral de la puerta.


Yo estaba completamente emocionada, entre el oso, las palabras de la carta, lo que acababa de decirme de su propia boca y el gesto de haber volado sólo para arreglar las cosas, no podía hablar, pero entonces, la parte cruel de mi ser salió a flote, quería ver qué tanto más estaba dispuesta a decir o hacer con tal de que la perdonara.

– Por mí puedes volver a tu junta – le di la espalda antes de que la sonrisa sádica se me escapara de la cara y se acabara mi actuación, porque lo que en realidad quería hacer era echarme en sus brazos y besarla – yo también tengo mucho trabajo.
– No me digas eso Alba, por favor, si tú no me perdonas lo demás ya no importa –me abrazó por detrás y cerré los ojos al sentir su cuerpo pegado al mío, percibí los latidos acelerados de su corazón y su perfume me envolvió por completo –perdóname, ¿sí corazón? – susurró en mi oído, sabía bien como desarmarme.
– ¿No más mentiras ni engaños? – dije con un hilo de voz.
– Te lo prometo.

Me di la vuelta y nos besamos frenéticamente, parecía que llevábamos meses separadas, nuestras bocas se devoraban sedientas del elixir que emanaba de ambos, sus manos viajaban por mi espalda y yo la tenía sujetada por el cuello apretándoselo con las yemas de mis dedos, mientras sentía como mi cuerpo se excitaba por completo. De pronto, se escuchó que tosían y nos separamos de inmediato, era Scott y deseé que la tierra me tragara, con pánico lo miré, la expresión en su rostro era seria.

– Buenas tardes – dijo en tono firme.
– Buenas tardes, Natalia Lacunza – respondió extendiéndole la mano ya que yo estaba en shock sin poder hablar.
– Sí me acuerdo de ti, eres la hermana de Elena, ¿no? – exclamó estrechándole la mano.
– La misma, perdón por lo que acabas de presenciar... – comenzó a explicar.
– No necesito detalles – interrumpió – mañana hablamos Alba, voy a ver a un cliente – añadió mirándome y sólo pude asentir con la cabeza – me alegra mucho volver a verte Natalia, dale saludos de mi parte a Elena, por favor.
– Claro, con gusto, hasta luego.


Y se fue, yo sentí que estaba a punto de desmayarme, si había despedido a Mimi por el escándalo en un centro comercial, ¿qué podía esperar yo si me había pillado en mi oficina en un acto poco decoroso? Vi que Natalia se asomó y luego de unos segundos volvió a entrar y cerró la puerta, supuse que lo vio entrar al ascensor, yo seguía paralizada e hizo a un lado al oso y luego se paró frente a mí.

– ¿En qué estábamos? – dijo sonriéndome mientras me abrazaba.
– Natalia, basta por favor, puede regresar, además todavía hay otras personas trabajando – repliqué poniendo mis manos sobre su pecho.
– Tú lo has dicho, trabajando y no creo que tu jefe vuelva – me dio unos besos en el cuello – además tú y yo no hemos terminado de reconciliarnos y no puedo esperar – agregó apretando mis nalgas con sus manos.
– Tengo que terminar unos encargos – respondí acariciando su pecho.
– Este es el más importante, todo lo demás puede esperar.

Volvimos a besarnos desesperadamente, la interrupción hizo que las ansias aumentaran. Me hizo andar mientras nuestras bocas seguían unidas y yo desabrochaba presurosa los botones de su camisa, sentí que mi espalda chocaba con la puerta, entonces comencé a besar su torso en tanto ella deslizaba sus manos por debajo de la falda para quitar mi ropa interior, yo desabroché velozmente su cinturón y su pantalón, deseosa de sentirla ya dentro.

Levanté los pies para deshacerme por completo de la prenda que estorbaba y ella subió la falda casi hasta la cintura, me tomó de las nalgas para que la rodeara con mis piernas y entró en mí, me mordí el labio para que el grito no se me escapara y apreté sus hombros, comenzó a moverse con rapidez, era demasiado intenso el deseo como para hacerlo lento, sentía mi cuerpo arder en cada movimiento, la sujetaba fuertemente de la espalda mientras me perdía en el inmenso placer que estaba sintiendo. Buscó mi boca y me besó ansiosamente, después de unos instantes rompió el beso, pero nuestros labios permanecieron unidos y sentimos como ambas llegábamos al orgasmo exhalando la una en la otra mientras yo la apretaba de la espalda, volvió a besarme saliendo de mí y yo bajé mis piernas.


– Esto sí es una muy grata reconciliación completa, voy a hacerte enfadar más seguido – dijo mirándome a los ojos con mi rostro entre sus manos.
– No te acostumbres, quizá la próxima vez no corras con tanta suerte.
– Te amo Albi, te amo
– dijo en mis labios desarmándome completamente.
– Yo también te amo Nat – respondí con voz apenas audible sin quitarle mi vista de sus ojos y volvimos a besarnos.

Después nos abrazamos con fuerza sin decir nada, pero yo tenía la sonrisa tonta tatuada en mi cara, no sólo habíamos hecho el amor, porque en esta ocasión así había sido, no sólo sexo, me había dicho que me amaba y mi corazón no podía sentirse más dichoso, pero de pronto, un detalle cruzó por mi mente y me separé para mirarlo, él notó mi confusión y también me miró desconcertado.

– ¿Qué pasa corazón?
– Nat
– pasé saliva – tú no... esta vez no has usado protección.
– Ya no tengo porque hacerlo, las cosas han cambiado, nos amamos, ya no es necesario –
respondió frotando su nariz en la mía.
– Pero...
– no pude completar la frase, esa idea me aterraba sólo de pensarla.
– ¿Existe algún riesgo? – preguntó separándose un poco para mirarme a los ojos.
– No, hoy no – dije no muy segura, necesitaba hacer bien las cuentas.
– Bueno, pero quita esa cara, si te tranquiliza seguiré usando, ¿vale?
– Vale, sólo cuando haya riesgo
– respondí sonriéndole mientras pensaba en que tenía que buscar algún método anticonceptivo para mí.
– Lo que tú digas corazón, yo haré lo que tú me pidas – me dio otro corto beso en los labios y luego me abrazó de nuevo.
– Bueno, por el momento dejarme trabajar, tengo que terminar unos asuntos urgentes, no puedo irme hasta que los acabe – dije separándome.
– Bien, me quedo contigo, total todo mundo piensa que sigo por Europa – respondió mientras se arreglaba la ropa.
– ¿En serio no vas a tener problemas por venir así de improviso? – pregunté en tanto me colocaba mi ropa interior y acomodaba mi falda.
– No, pero tengo que avisar.
– ¿Cuándo te vas?
– pregunté casi con pánico, ahora la extrañaría mucho más.
– Pasado mañana, quería quedarme hasta el domingo, pero me es imposible, el viernes tengo una cena a la que no puedo faltar, es el cumpleaños de uno de los socios y podrá disculparme el que no haya ido a la junta, pero no el que falte a su fiesta y también Elena irá a visitarme porque habrá una pequeña boutique en el hotel y quiere ver el espacio, llega el sábado por la tarde.
– No te preocupes, yo entiendo que tienes una vida y muchos asuntos que atender
– dije caminando para sentarme en mi silla.
– Alba, no te voy a dejar sola, ¿vale? – exclamó tomándome de un brazo para que me girara – siempre he sabido administrar mi tiempo y debes creerme cuando te digo que nada es más importante que tú – añadió entrelazando ambas manos con las mías – nunca, grábatelo bien, nunca mis negocios han estado por encima de las personas que quiero, tengo todo planeado y organizado para poder pasar el fin de semana entero en Miami para la boda de Elena, a la que tú me vas a acompañar, por cierto.
– Aún no sé si pueda
– dije en tono juguetón.
– Pues, si no puedes te secuestro, pero de que irás a esa boda conmigo, irás – respondió pegando su frente a la mía.
– Está bien, pero déjame trabajar o nunca saldremos de esta oficina.
– Yo no tendría ningún inconveniente en quedarme aquí contigo encerrada.
– Ya basta Nat, en serio.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora