29. Desconocida

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Me sentí feliz, como nunca, al enterarme que ya no estaba en esa sociedad o lo que fuera. Me acompañó a la oficina y le di mi llave de la casa, nos dimos un beso y entré al edificio. Arreglé todo lo necesario para la junta que tendríamos con el Sr. Jackson a las 3:30. Scott se fue a las siete y me dijo que ya me podía ir yo también, así que apagué el ordenador, cogí mi bolso y salí de la oficina. Natalia me estaba esperando afuera del edificio, me recibió con un beso y nos marchamos.


Cuando llegamos al casa me lleve una grata sorpresa, la mesa estaba puesta para dos personas y en el centro había un hermoso arreglo de alcatraces, la miré boquiabierta y la abracé efusivamente luego de darle un beso.

– Natalia, ¿cómo sabías que los alcatraces son mis flores preferidas?
– Sé más cosas de ti de las que te imaginas
– respondió guiñándome un ojo.
– ¿Ah sí?, ¿y cómo puede ser eso?
– Es un secreto, siéntate que la cena ya está lista.
– ¿Te ayudo en algo?
– No corazón, tú vienes de trabajar, debes estar cansada, aunque espero que no tanto para el postre –
dijo en tono sensual.

Me sirvió una copa de vino y fue a la cocina, volvió con una cacerola con pescado y en la otra mano una bandeja con ensalada, me sirvió en un plato el pescado y en el otro la ensalada y después se sirvió ella, puso algo de música y se sentó frente a mí. Cenamos tranquilamente y me comentó que Elena le había llamado para confirmar mi asistencia a su boda y le aseguró que por ningún motivo faltaría.

– Por cierto, corazón, ¿puedes pedir permiso para faltar ese viernes?, por favor, me gustaría llegar al ensayo, ¿sabes?, soy la madrina.
– ¿En serio?, no tenía idea, voy a hablar con Scott, si no se puede, llego el sábado yo sola y así no te pierdes el ensayo.
– De ninguna manera, tienes que llegar conmigo.
– Cierto, que soy tu "novia"
– exclamé en tono gracioso – no se vería bien si llego sola.
– Exacto, daría la impresión que estamos enfadadas.
– Natalia... hablando en serio... ¿por qué le dijiste a esa chica que soy tu novia?
– ¿No lo eres?
– ¿Lo soy?
– ¿No quieres serlo?
– ¿Lo quieres tú?
– ¿Vas a seguir respondiéndome con preguntas?
– ¿Vas a seguir evadiéndolas?
– ¿Vas a continuar evadiéndolas tú?
– Natalia, en serio, esto no es ningún juego
– dije un tanto seria.
– Para mí tampoco lo es Alba – dio un suspiro – sé que no te lo he preguntado formalmente, pero así te considero.
– No tienes que preguntarlo, las palabras se las lleva el viento, lo que cuentan son los hechos, sólo me tomó por sorpresa escuchártelo decir... ¿me presentarás igual con tu familia?
– pregunté con cierto temor.
– Por supuesto, ¿no te gusta la idea?
– No es eso.
– ¿Qué es lo que te preocupa, Albi?
– Yo no soy de tu clase, Natalia, tú has estudiado en las mejores escuelas privadas, yo siempre en públicas y si pude costearme la carrera fue porque trabajaba.
– No conoces a los Lacunza, mi familia no es nada pretenciosa, créeme que lo que menos les importara es tu estatus social, has tratado con Elena, ¿acaso te ha hecho menos?
– No, pero, eran cuestiones de trabajo, ahora se trata de su hermana y se ve que te adora, ¿qué pasa si se entera no fuimos juntas a la universidad?
– Nada, en primer lugar estará demasiado feliz y entusiasmada por su boda y en segundo no es nada rencorosa, además le caes muy bien.
– No me gustan las mentiras y no creo que a ella tampoco, a nadie le gustan.
– Tranquila, no tiene por qué enterarse, pero si te tranquiliza le diremos "la verdad".
– ¿Qué?
– pregunté con pánico.
– Podemos tergiversarla un poco, que nos conocimos en el bar del Rose Imperial el día de tu cumpleaños, que te envíe una copa de cortesía y después hablamos, volvimos a encontrarnos un par de veces más y coincidimos de casualidad en el desfile, ¿qué te parece?
– Podría ser, pero aun así que vergüenza.
– No tienes nada de qué preocuparte, mi familia te adorara porque eres adorable y encantadora, ya verás
– me guiñó el ojo.

Terminamos de cenar y Natalia se ofreció a lavar los platos, entonces yo entré a mi habitación y saqué un baby doll que me había comprado aquella vez que fui a la tienda de ropa interior, pero que aún no había estrenado porque tenía pensado hacerlo en el siguiente encuentro en el hotel que ya no se dio porque nos conocimos oficialmente, así que ahora era un buen momento para estrenarlo, combinado con un pequeño juego que se me ocurrió, así que me lo puse y encima un abrigo, cogí mi móvil y marqué al móvil de Natalia.


– Hola – respondió en tono sensual.
– ¿Estás libre esta noche? – pregunté usando el mismo tono que ella.
– La verdad no, estoy en casa de mi novia – dijo siguiéndome el juego.
– Es una verdadera lástima... ardo en deseos de verte, acariciarte, besarte, desnudarte, recorrer tu cuerpo.
– Uf, no sigas que me harás hacer algo que no quiero.
– Vamos, no tiene por qué enterarse tu novia... además, lo prohibido es más excitante, ¿no crees?
– Definitivamente.
– Me han dicho que eres una diosa en la cama y me encantaría comprobarlo y, por tu tono de voz, creo que no exageraron, tienes una voz endemoniadamente sensual, has despertado más mi deseo por ti.
– ¿En serio piensas que mi voz es sensual?
– exclamó enfatizándola más.
– Demasiado... mi cuerpo ha empezado a... alterarse sólo de escucharte.
– Tu voz también es muy sexy, ¿así eres tú?
– ¿Por qué no vienes y lo compruebas por ti misma?
– Está bien, ¿cómo te reconozco?
– Sólo traigo puesto un abrigo negro
– respondí y le colgué.

Salió de la cocina y yo estaba de pie en la entrada de mi habitación, tenía un brazo estirado recargado en el umbral de la puerta y le sonreí coquetamente, lamiéndome los labios, Natalia me recorrió con la mirada.

– Hola extraña – dije y le guiñé un ojo.
– Hola belleza, en verdad eres tan sexy como tu voz.
– Y espera que me ponga en acción
– agregué y la cogí de la camisa.

La besé desenfrenadamente, me pegó a su cuerpo y entramos a la habitación, la giré y la hice sentarse en la cama, me quité el abrigo y le mostré mi atuendo, el cual consistía en un hermoso sostén rojo con encaje negro en las orillas de las copas, un tanga rojo también con encaje negro en la orilla de arriba y una pequeña bata roja también con encaje que se anudaba de la parte de arriba.

– Lo dicho, sí que eres sexy.
– Esta noche yo te haré feliz a ti.


Me acerqué y le abrí la camisa con fuerza, los botones salieron volando y se la arranqué, suspiró, rápidamente le quité el pantalón, su cuerpo había reaccionado, así que me hinqué y cogí su erección en mis manos y la recorrí con mis labios y mi lengua, despacio y suave, a diferencia de la rapidez con que la había desnudado. Apoyó sus manos en la cama y echó la cabeza hacia atrás, gimiendo en respuesta a mis caricias, yo seguí tocando y besando toda su erección, lanzó pequeños gritos de placer y me pedía que no parara, así que yo la obedecía hasta que sentí que casi alcanzaba el clímax, me detuve.

Me levanté y caminé unos pasos, alejándome de ella, puse un poco de música y le bailé sensualmente mientras me quitaba la poca ropa que me quedaba. Sus ojos ardían en deseo al igual que los míos, me acerqué y le lamí los labios, me cogió por la cintura y me hizo sentarme en ella uniendo al fin nuestros cuerpos que se movieron acompasadamente y comencé a gemir incluso más fuerte que ella.

– Me enloqueces como nadie lo había hecho al...
– Shh, regla número uno, nada de nombres
– dije poniéndole un dedo en los labios.
– Encantadora y sexy desconocida.
– Así es más excitante, guapa y sensual desconocida.

En un movimiento me hizo girar y quedo encima de mí, nos besamos mientras seguía introduciéndose en mí cada vez con mayor intensidad, lamió mi cuello y luego mis pechos, yo subía y bajaba mis manos por su espalda hasta sus nalgas, aumentó aún más sus movimientos y sentí como ambas llegábamos al orgasmo gritando al unísono.

– A la mierda con las reglas, me fascinas Alba, me vuelves loca y cada vez tengo más ansias de ti – susurró en mi oído, aún con la respiración agitada.
– Tú también me enloqueces como nadie Natalia, te amo.
– Yo te amo más
– respondió y me besó.

Recargó su cabeza en mi hombro, yo la acaricié y no supe en que momento nos quedamos dormidas. El despertador volvió a hacer de las suyas a la mañana siguiente devolviéndome a la realidad, podría quedarme con ella todo el día en la cama, pero tenía que ir a trabajar. Natalia lo apagó, ya que estaba de ese lado, acarició mi abdomen mientras me regalaba una hermosa sonrisa.


– Buenos días, señorita, creo que será la causante de una fuerte discusión con mi novia por haberme quedado a dormir con usted y no con ella.
– Seguro encontrará la forma de reconciliarse con ella, dicen que eso es lo mejor de las peleas
– le di un beso en los labios – buenos días.
– Y lo he comprobado, gracias por darme un pretexto para discutir con ella
– puso un mechón de mi pelo detrás de mi oreja – creo que es hora de tomar un baño, ¿tú si me dejarás que te lave la espalda?

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora