9. A mi manera

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Hoy hacía exactamente tres semanas desde el último desliz, me había costado trabajo resistirme, tenía que reconocerlo, había noches en las que flaqueaba y cogía el móvil pero me obligaba a mí misma a ver la fotografía que nos sacaron a Issac y a mí en Disneylandia para tomar valor y evitar llamar a la morena. Curiosamente Issac se había dado más tiempo para estar conmigo, cenábamos juntos tres veces a la semana y todos los domingos habíamos ido al cine y entonces me sentí más culpable, porque si él estaba teniendo ese comportamiento es porque había notado algo raro en mí.

Esa noche me encontraba viendo la tele en mi habitación, era viernes y a pesar de que eran las ocho yo ya estaba en pijama. Mi móvil sonó y lo cogí de la mesa de noche, el identificador señalaba "número restringido", eso me llamó mucho la atención, pero pensé que podría ser algún cliente de la agencia llamando desde una cabina o algo, así que contesté. "Hola, buenas noches", dije amablemente y me respondió el silencio, no se percibía ningún ruido, "hola, ¿hay alguien ahí?", pregunta tonta porque evidentemente alguien me había llamado y debía sostener un teléfono del otro lado. Y, de pronto, escuché un suspiro que me erizó hasta la punta del último pelo seguido por el tun, tun, tun que indicaba que había colgado.

Mi corazón se había disparado y me quedé como una estúpida mirando fijamente mi móvil, en espera de que volviera a sonar, pero nada. Me levanté bastante inquieta de la cama y empecé a caminar de un lado a otro de la habitación, como un león enjaulado, ¿sería posible que fuera ella buscándome?, ¿me habría echado de menos?, ¿significaba yo algo para esa mujer por mínimo que fuera? Habían pasado 15 minutos y yo seguía con el teléfono en la mano caminando, miré al televisor al que hacía rato no le hacía caso y una pareja se besaba intensamente en una teleserie y, dejé que la debilidad ganara la batalla, nerviosa busqué su número y la llamé, después de cuatro timbrazos escuché de nuevo esa voz que me hacía perder la noción de todo.

– Hola – dijo sensualmente alterando todo mi ser.
– ¿Estás libre esta noche? – pregunté con el alma en un hilo.
– ¿Lo estás tú? – preguntó confundiéndome.
– ¿Acaso es un reclamo? – respondí seria.
– De ninguna manera, sabes que así no funciona.
– ¿Entonces nos podemos ver?
– Sí, en una hora en el lugar de siempre
– dijo después de unos segundos en silencio.

Colgué y me quité el pijama inmediatamente, fui al armario y, como hacía frío, cogí unos pantalones, una camisa ajustada y una chaqueta negra, me recogí el pelo en una coleta, me maquillé ligeramente y me puse perfume. Cogí mi bolso y salí del departamento.

Crucé el lobby y la vi frente a los ascensores, vestía también unos vaqueros y un suéter azul, le sonreí nerviosa y me devolvió la sonrisa, como era su costumbre me ofreció su brazo y en cuanto lo cogí presionó el botón del ascensor.

– Buenas noches – dijo con esa hermosa voz aterciopelada.
– Buenas noches – respondí sintiendo como mi cuerpo temblaba.

Subimos y el ascensor se detuvo en el piso dos, subieron tal cantidad de personas que se llenó, yo estaba delante de ella y sentía su cuerpo pegado al mío que, aunado a su delicioso aroma y al movimiento propio del ascensor, provocó que mi cuerpo empezara a reaccionar. Ladeó ligeramente la cabeza para exhalar justo en mi oreja y en ese momento la excitación aumento al máximo, ¿cómo se atrevía a tentarme de esa manera?, en un ascensor lleno de gente y con una cámara que grababa todo.

Finalmente bajamos en el piso 15 y parecía que ella estaba empeñado en torturarme porque caminó lentamente por el largo pasillo, con sus manos dentro de los bolsillos aunque de igual forma me ofreció su brazo y yo se lo acariciaba suavemente mientras caminábamos.

– Permíteme unos minutos, necesito pasar primero al baño – señaló mientras deslizaba la tarjeta para que la puerta se abriera.

Yo asentí con la cabeza mordiéndome el labio inferior, así que me quedé quieta en la mitad de la habitación, esperando. Pasaron cinco minutos y no salía, definitivamente me estaba torturando, así que decidí devolverle la jugada. En cuanto salió me dio la sonrisa traviesa que me encantaba y se acercó a mí, levantó sus manos para tomar mi rostro pero yo se las cogí de las muñecas impidiéndoselo, me miró confundida y entonces la besé con ansias, prácticamente devorándola, como había extrañado su sabor, su lengua desenfrenada moviéndose y frotando la mía con la misma desesperación que yo, quiso escaparse y entonces rompí el beso.

– Esta noche será a mi manera – susurré sensualmente en su oído.
– ¿Ah, sí?, ¿y qué tienes en mente? – preguntó mirándome fijamente a los ojos.

Le sonreí mientras lamía su cuello, su fuerza era mayor a la mía y logró soltarse, pero yo le aventé los brazos para evitar que me tocara en tanto mordisqueaba suavemente su cuello, empecé a levantar su suéter y levantó las manos y se lo quité, traía una camiseta demasiado ajustada que marcaba perfectamente su anatomía, se la levanté un poco y comencé a lamerle el abdomen, quiso poner sus manos en mis hombros y nuevamente se las quité, un jadeo escapó de sus labios, el juego estaba funcionando y sonreí mientras seguía lamiendo su torso al tiempo que subía la camisa hasta que se la quite por completo.

Volví a sonreírle y la tiré a la cama, se mordió el labio, yo me hinqué y le quité los zapatos y los calcetines. Después desabroché el cinturón y el pantalón que también le quité al igual que su ropa interior, me lamí los labios al ver su erección, en verdad lo había echado muchísimo de menos. La cogí con una mano y empecé a darle placer con mi boca, sus gemidos se intensificaron, yo seguía impidiéndole que me tocara y, rendido, se acostó en la cama mientras mis labios viajaban a lo largo de su erección hasta que sentí que estaba a punto de terminar, me detuve y me acerqué a sus labios que bese frenéticamente mientras mi mano acariciaba su pene hasta hacerla llegar al clímax segundos después.


Me separé un poco para mirarla, la punta de mi nariz rozaba la suya, tenía una expresión de placer en el rostro que me fascinaba, me satisfacía sobre manera ser yo la responsable de esos gestos. Quiso besarme y yo hice mi cabeza hacia atrás pero alcanzó a lamer mis labios. De pronto me envolvió en sus brazos y me hizo acostarme en la cama, me tomó de las muñecas y extendió mis brazos a los lados de mi cabeza, yo quise librarme de su prisión, pero no pude, me sonrió una vez más.

– Ahora es mi turno – susurró mirándome fijamente a los ojos.
– Pero... – su boca en la mía silenció mi protesta.
– Fue tu idea jugar rudo esta vez – dijo en mis labios y su aliento inundó mi nariz – prohibido tocar o prolongaré más la tortura – sentenció mientras se hincaba en la cama, yo me lamí los labios.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora