49. Esta vez si reglas

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– Ahora me puedes explicar por qué bebiste de esa manera.
– No cometí ningún delito y créeme que si fue así ya lo estoy pagando.
– ¿Qué te pasa Natalia?, tú no eres así, jamás habías abusado del alcohol.
– Nada, no me pasa nada, ¿vale?
– Claro y yo soy la primera dama de Estados Unidos... ¿acaso es por una mujer?
– Ay por dios María, sabes que yo no me engancho.
– Siempre hay una primera vez para todo, es eso, ¿verdad?
– No, sabes de sobra que mi único amor es y será Noelia.
– Está bien, veo que estamos en la etapa de la negación.
– ¿Quieres dejar de usar tus rollos psicológicos conmigo?
– Uy, qué susceptible te has despertado, o ¿será que toqué una fibra sensible?
– Ya basta María, por favor, suficiente tengo con el dolor de cabeza como para estar soportando tus cosas.
– Está bien Nati, si no me quieres contar nada no te presionaré, pensé que no había secretos entre nosotras.
– No los hay, no me emborraché por ninguna mujer, estaba estresada, tengo mucho trabajo, se vienen proyectos nuevos muy importantes y se me pasó la mano con el alcohol, no fue planeado.
– Vale, si esa es tu versión, te creeré
– dijo moviendo la cabeza nada convencida.
– Mari – le cogí una mano – si algún día alguien me llega a interesar, te aseguro que serás la primera en saberlo.
– Eso espero
– suspiró resignada – ay Natinat, madura ya por favor, deja de andar con una y con otra, no creas que no me di cuenta que anoche te perdiste un buen de tiempo con una tipa que casi te lo hace en la pista de baile.

Le sonreí sin comentarle nada al respecto, a pesar que me había gustado la aventura, hoy, extrañamente, sentía que no debí haberlo hecho, me estaba arrepintiendo, como si hubiera cometido una traición, pero, ¿qué cojones?, ¿por qué no?, yo estaba soltero y podía divertirme cuantas veces quisiera y con quien fuera. Terminé de desayunar y volví a dormirme, así pasé la mayor parte del día y del domingo también.

Si alguien era un ángel en mi vida, esa era María, sin duda, estaba conmigo sin importarle nada, apoyándome siempre al 100%, ojala hubiera podido enamorarme de ella, sería la mejor pareja que podría tener; cariñosa, entusiasta, amable, leal, simpática, confiable, pero, no, sólo la podía ver como amiga, fue tan extraño haberla besado en aquel juego de botella cuando éramos adolescentes, sentí que estaba besando a mi hermana, ahí supe que jamás la vería de otro modo.

Lunes y martes transcurrieron sin ninguna novedad, sólo trabajo, juntas, leer y responder mails, firmar documentos, la misma rutina de siempre. El miércoles por la tarde mi asistente me anunció que un hombre insistía en entregarme unos papeles en persona, se identificó como Alexander y dijo que iba de parte de Ethan Trudeau y que la información que llevaba era confidencial y sólo me la podía entregar a mí, en seguida supe de qué se trataba y le dije que lo hiciera pasar.

Me entregó un sobre cerrado bastante grueso, por cierto, del cajón del escritorio saqué mi chequera y llené un cheque con la cantidad que me indicó, por sus honorarios, no fue nada barato, pero en fin, ya no había vuelta atrás. Cuando él salió de mi oficina cogí el sobre en mis manos, lo estuve mirando varios minutos y decidí que ya no importaba así que lo metí hasta abajo del cajón y continué con mi trabajo.

A las seis se empezaron a marchar todos los empleados y me quedé solo en mi oficina terminando de llenar unos formularios que necesitaba llevarme a mi viaje. Una hora después partí a mi casa, cuando abrí el cajón para sacar las llaves de mi coche vi el sobre, dudé en un principio, pero la curiosidad me ganó y lo agarré.

Llegando a mi casa me puse el pijama y me tumbé en la cama, abrí el sobre y había muchos papeles y varias fotografías de Alba, algunas sola y otras con ese tipo con el que la había visto una semana atrás. Cogí una fotografía y la miré, era tan hermosa y sentí que el corazón me latía más aprisa.

Comencé a leer y me enteré de muchas cosas, su fecha de nacimiento, acababa de cumplir 22 años, vivía sola, sus padres estaban divorciados, sus padres vivían lejos de ella, llevaba un año viviendo en Madrid y trabajaba en la misma agencia que estaba llevando la publicidad de la línea de ropa de Elena, pero, ¿sería posible que la chica de la que me habló fuera ella? Seguí leyendo, no tenía mascotas, sus flores favoritas eran los alcatraces, le gustaba el cine y llevaba siete años con su novio Issac, eso me dejó perpleja.

Miré el calendario en mi móvil y me di cuenta que el día que la conocí era su cumpleaños, pero, ¿qué clase de novio tenía que la había dejado sola en una fecha tan importante?, eso era muy extraño y más que el nombre de mi rival me resultara conocido, ya lo había escuchado antes, pero ¿qué estaba pensando?, ¿mi rival?, ¿acaso me estaba volviendo loca?

El viaje resultó muy productivo, conseguí financiamiento para la construcción del hotel en Londres y descubrí que Issac trabajaba en una importante casa de bolsa en Madrid y que uno de mis socios era su cliente, muy conveniente.

El lunes por la mañana le pedí a mi asistente que consiguiera el teléfono de ese lugar y que me sacara una cita directamente con él. Los negocios me habían enseñado que al enemigo había que tenerlo cerca si se quería acabar con él.

Alba seguía sin buscarme, hoy justamente se cumplían dos semanas de nuestro último encuentro. Ah, pero, ¿qué hacía yo pensando en ella y buscando conocer a su novio?, sonreí malévolamente, ¿qué cara pondría ella si me viera en algún lugar con él?, ¿cuál sería su reacción al enterarse que lo conozco?, tal vez le devolvería el golpe que ella me dio cuando yo la vi con él, aunque no sería lo mismo.

El martes llegue a las once en punto a la casa de bolsa, la asistente de Issac me dijo que estaba en una junta, que me sentara a esperarlo, cogí una revista y me senté en el sillón. A los quince minutos llego él y al verlo de inmediato vino a mi mente la escena que presencié afuera de casa de Alba y la misma sensación me recorrió nuevamente. Él se acercó y me estrechó la mano cordialmente.

– Disculpa la tardanza, la junta se prolongó más de lo previsto, tú eres...
– Natalia Lacunza, soy socio de Montgomery y él me recomendó contigo, Issac, ¿verdad? – respondí estrechándole la mano y ahí agradecí las clases de actuación que había tomado en la preparatoria, porque le sonreí sin que él notara que en realidad quería golpearlo.
– Sí, Issac, mucho gusto.
– Igualmente
– le mentí categóricamente.
– Pasemos a mi oficina.

Estuvimos hablando de inversiones, era bastante bueno en su trabajo y conocía a la perfección el manejo de la bolsa, sería un negocio bastante productivo trabajar con él, un negocio redondo. Sonó su móvil y sonrió enormemente al leer el mensaje, supuse que era de Alba porque hasta le brillaron los ojos. Salió de su oficina por unos documentos que tenía que firmar y el muy torpe dejó su teléfono sobre el escritorio, así que lo cogí y leí el mensaje que le había llegado, la tenía registrada como "princesa".

"Hola bombón, ardo en deseos de que sea viernes para verte, ¿no podrías hacer hoy una excepción y salir conmigo en lugar de con ella? Besitos Issac."

Dejé el móvil de nuevo en el escritorio y sonreí, ¿así que Issac escondía un secretito? Que conveniente resultó eso para mí. El idiota ignoraba que su novia le estaba pagando con la misma moneda y que ahora él mismo sería quien me la pondría en bandeja de plata. Alba no se merecía a un tipo como él y si ella no me buscaba yo llegaría a ella y, esta vez, sin reglas.

Desconocidas - Albalia (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora