La Reina Blanca [Chishiya x fem OC]

7. mirada inteligente

Los ojos son el espejo del alma
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A C T U A L I D A D . . .

Arisu y Lime llegaron a la puerta en menos de un minuto. La chica no se pudo sorprender al ver quién caminaba hacia el mismo lugar con la misma calma que al principio del juego, sin sacar siquiera las manos de los bolsillos.

El hecho de que ahora no llevara la capucha le permitió observar mejor su distintivo cabello.
Efectivamente, era semilargo y liso, y no tenía ninguna clase de medio recogido.

—¿Lo dedujisteis también?—preguntó, llegando a delante de la puerta.

—Si—asintió la chica—La zona segura.

Arisu tomó el pomo con su mano izquierda, pensativo.

—¿No la abres?—cuestionó el platino, entrecerrando los ojos.

—¿Por qué nos perseguía?—preguntó el pelinegro, todavía sin mover el pomo—Podía esperar aquí.

—No lo sabemos todo—habló el chico misterioso, para después levantar su móvil, dejando ver la cuenta atrás—Pero si no la abres...

TRES MINUTOS PARA QUE FINALICE EL JUEGO

Arisu se decidió, abriendo la puerta y entrando de primero. Lime sujetó su navaja, acto que el platino no pasó desapercibido, y entró tras él, seguida del otro chico.

Una vez los tres estuvieron dentro, vieron que había una segunda puerta. Sin embargo, justo antes de que pudieran abrirla, el de sudadera blanca detectó un movimiento.

Había otro cazador allí dentro.

—¡Cuidado!—Arisu los empujó a ambos justo antes de que el segundo cazador empezara a disparar. El chico misterioso se agachó con agilidad, para después encender una especie de arma eléctrica casera y conseguir hacerle caer dándole una descarga en la pierna.

—Siempre hay que estar preparado—Nada más terminó la frase, el cazador volvió a disparar. El platino tomó a Lime como acto reflejo por la cintura, cayendo ambos en el pasillo, para a continuación cerrar la puerta de golpe. Arisu había conseguido entrar en la siguiente sala.

—Mierda...—La rubia se llevó la mano a la parte trasera de su cabeza. Con la caída, se había llevado un golpe bastante fuerte en la nuca. Cuando se miró los dedos, vio que estaba sangrando.

—¿Estás bien?—le preguntó el chico, frunciendo el ceño con, tal vez, algo de preocupación.

—Si—asintió—No ha sido nada.