La Reina Blanca [Chishiya x fem OC]

11. masacre

Besarla una última vez
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SIETE AÑOS ATRÁS...

Takeru se dejó caer en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.

Respiró profundamente, tapando su rostro con ambas manos.

Se sentía completamente vacío.

Ni siquiera levantó la vista cuando escuchó las campanillas que indicaban que alguien acababa de entrar en su tienda. Sabía quién era. Solo una persona tenía las llaves a parte de él.

Aguni tardó casi un minuto en encontrarle, oculto tras una de las estanterías del local. En cuanto le vio, se sentó a su lado, desabrochando la chaqueta de su traje negro para estar más cómodo. Odiaba usar trajes, no le resultaban nada convenientes.

Pero aquel día no tenía otra opción.

Vio que la chaqueta de Takeru estaba tirada en el suelo sin ningún tipo de cuidado, y su corbata apenas se sostenía alrededor de su cuello. Conociéndole, habría intentado aflojarla tirando de ella en lugar de deshacer el nudo.

El sonido de la lluvia contra los cristales de la tienda hizo aquella escena todavía más desoladora. No había dejado de llover en todo el día. Lo que era irónico, ya que llevaba sin hacerlo unas dos o tres semanas. Era como si el universo supiera que algo estaba mal.

Aguni permaneció en silencio a su lado, mientras escuchaba a su mejor amigo sollozar levemente.

Nunca antes le había visto llorar. Ni siquiera el día que todo había ocurrido; Danma se había encerrado en su piso y no le había dejado entrar.

Ahora, sin embargo, estaba allí. Y no sabía qué hacer.

Minutos después, Takeru levantó finalmente la vista, mirándole con los ojos más tristes del mundo.

—No he podido verlo—dijo, con un hilo de voz—No he podido ver como la bajaban. No he podido.

Para su amigo, verle así le estaba resultando desgarrador.

—Ella no... ella era muy pequeña—sollozó de nuevo—No podía ver como metían su ataúd en ese agujero. No podía ver como enterraban a mi niña.

Aguni le abrazó en cuanto terminó aquella frase. Al principio con cierta timidez, pero en cuanto Takeru apoyó su cabeza en su pecho lo sujetó con más fuerza.

Acababa de irse del entierro de su hija. La pequeña, de solo un año y medio, no había conseguido superar una enfermedad de corazón.

La madre de la niña ni siquiera había asistido. Era una mujer con la que Danma se había acostado un par de veces antes de dejarla. Nueve meses después, ella había vuelto a verle con un bebé que decía ser suyo y del que no quería hacerse cargo. Así que se lo dejó y se fue de allí para no volver.