La Reina Blanca [Chishiya x fem OC]

13. el sombrerero

Por primera vez no lo tuvo todo planeado
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A C T U A L I D A D . . .

—Chota, para ya—le advirtió Lime, desde el otro lado del walkie-talkie—Te he dicho que te equivocas.

—Mentira—canturreó el pelinegro, alargando la última "a" de manera burlona—Te gusta.

—Basta.

—Te gusta—repitió él.

Chishiya llevaba ya una hora allí dentro, y aunque Lime había empezado a preocuparse, había preferido hablar con Chota por el walkie-talkie a ponerse nerviosa. Al fin y al cabo, nadie había salido todavía y las luces seguían encendidas, por lo que sabía que el juego aún no había terminado.

—Déjalo ya—protestó la rubia, aunque no fue capaz de ocultar una ligera sonrisa—No siento nada por Chishiya, casi ni le conozco.

—¿Y por qué le miras como si fuera el especial de sushi del bar de Karube?—bromeó Chota—Y hablando de Karube...

—No me está gustando hacia dónde va esta conversación.

—¿Él ya no te gusta?

—No sé si en algún momento llegó a gustarme—respondió Lime—Solo sé que le quiero. Es como mi hermano. No siento lo mismo que con...

—¿Con Chishiya?—le interrumpió el pelinegro.

—Voy a apagar el walkie—amenazó la chica.

—Eres demasiado buena evitando tus problemas—habló Chota—Pero a mi no me engañas.

—Es literalmente imposible que él me gusté—se defendió Lime—Le conozco de hace una semana. No puede ser.

—Claro que es posible. Y más en este mundo lleno de adrenalina y sentimientos. No puedes evitar querer a la gente. Además, hay una tensión increíble siempre que os miráis, eso no me lo puedes negar.

—Sigo pensando que es imposible.

—Pues te equivocas. No digo que estés enamorada de él, solo digo que el amor a primera vista existe, y vosotros os gustáis. Lo sé porque por muy observador que sea Chishiya con todo el mundo, contigo lo es más.

Lime iba a responder, pero de pronto las luces del terreno de juego se apagaron. Lo que significaba que ya había terminado.

—El juego ha acabado—le dijo a Chota—Te avisaré en cuanto encuentre a Chishiya.

—Bien. Ten cuidado.

La chica guardó el walkie-talkie en su riñonera y salió del local en el que había estado esperando, para dirigirse a la entrada del edificio al que habían ido el platino, procurando no ser vista.