La Reina Blanca [Chishiya x fem OC]

2. el rey de tréboles

Sin reglas no es un juego,
es simplemente una masacre
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ACTUALIDAD...

Shibuya estaba completamente desierta.

Después de haberlo hablado ese mismo día por la mañana, todos se dieron cuenta de que estaban en aquella plaza cuando toda la gente desapareció. Por lo que creyeron que quizá allí empezarían los nuevos juegos.

Sin embargo, ya hacía una hora que esperaban, en casi completo silencio, atentos a cualquier sonido o movimiento.

—No comienza ningún juego—habló Arisu, intercambiando una mirada entre todos.

—Ya ha pasado más de una hora—dijo Usagi, cruzándose de brazos.

—Quizá se hayan olvidado de darle al botón de inicio—bromeó Chishiya.

—¿Ni siquiera van a explicarnos la reglas?—inquirió Kuina, sentada en el suelo al lado de Lime, espalda contra espalda.

—Sh, callaos un momento—intervino el Sombrerero—¿Oís eso?

—¿Qué?

Todos permanecieron en silencio, intentando escuchar lo mismo que decía oír Takeru. Se pusieron de pie y se acercaron a él. A los pocos segundos, vieron como aparecían varios coches.

—Son de la Playa—se sorprendió Kuina.

Los autos empezaron a frenar a su alrededor, y poco a poco la gente empezó a bajar de los vehículos y a caminar hacia ellos.

—¿Qué hacéis aquí?—preguntó Arisu a uno de ellos.

—Hemos visto los dirigibles—respondió, señalando al cielo con un gesto de su cabeza.

Desde el día anterior, doce zepelines habían sobrevolado la ciudad sin parar. Chishiya se había fijado en que, excepto uno de ellos que se movía sin un patrón fijo, los demás permanecían más o menos en el mismo lugar.

—Y hemos oído que el siguiente nivel iba a empezar—añadió una chica, que parecía bastante asustada.

—Bueno—Ryōhei se cruzó de brazos—Eso no...

Antes de que pudiera terminar la frase, algo
disparó a uno de aquellos chicos. Un segundo después, estaba en el suelo con el cráneo destrozado.

La expresión de todos cambió drásticamente.

Pero los disparos no cesaron.

—Un fusil...—Lime escuchó murmurar a Chishiya—Larguémonos.

—¡Detrás de los coches!—gritó alguien entre la multitud, en cuanto empezaron a correr.