La Reina Blanca [Chishiya x fem OC]

final alternativo ⊹ ⋆

ACTUALIDAD...

Lime Kayamura abrió los ojos con dificultad.

Tuvo que volver a cerrarlos por un instante cuando la luz que se colaba por la ventana la cegó. Se los frotó con ambas manos, acostumbrándose a la iluminación del lugar.

Tardó un par de segundos en saber dónde estaba. Era un hospital. Estaba tumbada en una camilla, y alguien descansaba a su lado. Era un chico, pero por la posición en la que se encontraba no pudo verle bien. Su espalda se movía rítmicamente siguiendo su respiración, y Lime supuso que estaría dormido.

Cuando miró a su otro lado, no dio crédito a lo que vio. Su madre estaba allí. Sentada en un pequeño sillón a su derecha, dormida.

—¿Mamá?—la voz de la rubia salió más suave de lo que se esperaba, casi débil.

La mujer abrió los ojos al escucharla y al notar como su hija ponía una mano sobre la suya.

En cuanto la vio, sus ojos se abrieron con sorpresa, y no tardaron en llenarse de lágrimas.

—Lime—sonrió, abrazándola con fuerza—Dios mío, estás despierta.

Ella se aferró a su madre. Nunca había sentido tantas ganas de llorar como en aquel momento. Y ni siquiera entendía por qué.

—Mamá—balbuceó, sintiendo como su barbilla temblaba—¿Qué hago aquí? ¿Qué ha pasado?

—Llevas todo el día inconsciente—respondió la mujer—¿No recuerdas nada? Cayó un meteorito en Shibuya. Tú y tus amigos estabais allí.

—Mis amigos...—repitió ella, sin saber cómo reaccionar—¿Dónde están? ¿Dónde están ellos, mamá?

Intentó incorporarse, pero su madre la detuvo, sujetándola.
—Cariño, tranquila—le dijo, impidiendo que se levantara—No puedes salir de aquí antes de que te vea una enfermera.

—¿Cómo están?—le preguntó, esperando por una respuesta positiva. Aunque dentro de ella tenía una extraña sensación que le decía que había algo mal.

La mujer la miró en silencio durante unos segundos, ladeando la cabeza.
—Uno de ellos no ha sobrevivido.

Lime bajó la vista y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Chota...—susurró, con un hilo de voz. Ni siquiera lo había pensado, su nombre solamente salió de sus labios.

Su madre la miró con una mueca de confusión.
—¿Cómo lo sabes?

Ella volvió a levantar la vista.
—No lo sé—admitió—Sólo... tenía la sensación.

La mujer tomó una de sus manos, acariciándola con delicadeza.
—Lo siento mucho, cielo.

La rubia la miró con los ojos más tristes del mundo.