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El segundo del día hoy… espero que les guste y espero que tengan una excelente noche.

Feliz Lectura…

Llegamos a un edificio alto, pero de lo ebria que estoy no leo las letras y no se me graba lo que dicen, sus manos se posan en mi cintura para darme un beso delicado en el cuello. Con los tacones si le llegó a los hombros y por eso le es fácil tratarme y agarrarme de la forma en que lo hace.

—Señor Leonardi, buenas noches—dice el recepcionista que nos deja pasar al ascensor.

En el ascensor me arrincona contra una de las paredes metálicas para besarme con ímpetu que no dudo en contestar, quiero desvestirlo aquí, y que me pegué contra una pared.

Estoy muy deseosa de sexo.

Demasiado.

El ascensor anuncia que llegamos a nuestro piso, y él sólo sonríe antes de salir del ascensor. Toma mi mano para guairme con él al interior del lugar que da algo de impresión por lo grande qué es.

—Deberías darme una copa.

—Ya bebimos mucho esta noche,  amore mio.

Niego divertida antes de caminar a él y darle un beso en los labios que es bien recibido, toma mis piernas para elevarlas a su cintura y rodear con ellas su cuerpo.

Sus labios los desplaza de mis labios a mi cuello para después volver a repetir el proceso y hacerme perder la cordura.

—Christopher…

—Dime, amore.

Hasta ronco se escuchó.

—Llévame a la cama—jadeo dejando mi excitación visible.

—Vamos a hacer el amor, mio amore—me muerdo el labio al momento que sus labios terminan de pronunciar eso.

Une nuestros labios, mientras sus pies nos llevan escaleras arriba en lo que mis manos se encargan de arruinarle el cabello perfectamente cepillado, se siente de maravilla pasar mis dedos por sus sedosas hebras.

Entramos en una habitación y por lo que alcanzo a ver es grande y espaciosa, pero no tiene ninguna importancia en este momento, sólo quiero terminar en la cama con un orgasmo moliendo mi cuerpo.

Sus ojos arden por el deseo que lo consume desde que entramos en el elevador, se quita el saco con mi ayuda, y de ahí la camisa que ocultaba la piel de su abdomen de mí, gruñe ligeramente cuando paso mi lengua por sus cuadros. Dios. Parece tablilla de chocolate blanco, la misma que lamo sin tomarme mi tiempo, sólo disfrutó del sabor. Llegó hasta su cuello y el rico olor de su perfume me hace quererlo adentro ya.

Muerdo ligeramente su cuello sintiendo una de sus manos en el mío, aprieta ligeramente cuando vuelvo a lamer lo que mordí.

—Haces mucho con tan poco—sonrío contra su piel.

Está demasiado excitado y lo demuestra en su voz, así que me deja seguir mientras quitó la hebilla de su cinturón. Lo arrojó lejos antes de bajar la mano un poco y sentir el bulto que hay en medio de ellas.

Me gira sobre el colchón para bajar el cierre de mi vestido, pero mientras hace eso siento la erección entre mis nalgas y juro por los Dioses que muero por sentirla dándome duro.

Jadeo o gimo, cuando una de sus manos frota mi entrepierna.

—Estás duro—gimo cuando se pega más a mí.

—Pero todavía no cariño—baja la parte delantera de mi vestido para dejar mis pechos y sostén al aire—. Te haré el amor toda la noche.

—Christopher…

LEONARDI +18 ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora