3.12 Pecado original.

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Desde aquella vez, desde ese encuentro entre los antiguos enamorados, había pasado ya un tiempo. Serían ya unos buenos meses, sin duda alguna, eso debido más que nada a que los dos se mantenían de nuevo incomunicados, exceptuando por el hecho de que se veían las caras en la obra de teatro que terminaron de forma satisfactoria.

Desde esa ocasión, Xiao ya no volvió a participar en las obras del semestre siguiente, ya pasaban al tercero, o al menos casi, encontrándose cerca del periodo vacacional, faltando unas semanas para los exámenes finales.

Por suerte para la muchacha, los asuntos escolares le preocupaban mucho más que sus amores contrariados, los intentos de arrancar de raíz sus sentimientos con Xiao se veían, en el mejor de los casos, aplazados. En el peor; frustrados.

Siempre se preguntaba lo mismo, ¿por qué no se podía olvidar de ese miserable que la hizo sufrir tanto en tan poco tiempo? Los caprichos del amor no tienen respuestas, para desgracia de la humanidad, especialmente de los jóvenes.

Por suerte, el consejo que Tartaglia le funcionó bastante bien, ¿por qué lo dice el autor? Simple: podía cargar con ese peso, aunque llegaría un momento donde, posiblemente, ya no fuera así.

En fin, el saber que seguía teniendo sentimientos encontrados por Xiao no le impedía amar a su novio en plenitud, al final de todo, él mismo le confesaba que le llegaba a atraer algo de alguna chica, no diciéndolo con intención de celarla o de molestarla, sino que simplemente él reconocía que le gustaban los rasgos de muchas chicas, pero de la que estaba enamorada era solo de Lumine.

Las palabras de sinceridad la reconfortaban, y si bien de veces sus sentimientos por el muchacho de antiguas ojeras siempre se tambaleaba dependiendo de su estado de ánimo, lo único que sí se mantenía firme era su convicción de amor por el muchacho pelirrojo, ese que había hecho tanto porque ella lo lograra amar.

Por otro lado, el justiciero heroico no la llevaba mejor, a pesar de que en muchos aspectos se podría pensar que sí. El sentido de eso es que, tras meses de meditarlo, decidió que finalmente llegaría su primera vez con Ayaka.

El autor se ahorra las molestias de describirlo, las palabras no alcanzan para describir lo planeado, pues la muchacha de cabellos platinados lo planeó de una forma tal que era algo para envidiar, más que nada por los detalles.

Fue en su casa, en un ambiente más que romántico, había velas, luz de luna llena que entraba bellamente por la ventana del cuarto, al igual que pétalos de cerezo esparcidos por toda la cama que formaban el nombre de ambos, así como un pequeño corazón de ahí que ese ambiente fuera para enamorarse.

Claro que, una vez la muchacha perdió la virginidad, el cuerpo le fue cambiando, como a todas las mujeres que entran a esa etapa de su vida, por supuesto. No muchos lo notaron, era más que nada notorio con el uniforme de deportes, pero tampoco se evidenciaba la gran cosa.

De las profesoras, la que se dio cuenta fue, justamente, Ninguang. Al ver el cuerpo de la muchacha cambiado, no pudo evitar sorprenderse. Ayaka era la niña buena, tranquila, aplicada, de esas que no había roto un plato, ¿y ya tenía una vida sexual? Eso provocó escándalo en la nueva directora, pero tampoco es que pudiera hacer mucho.

Eso sí, apenas recordó que su novio era Xiao, la sorpresa se fue hasta los cielos, el hijo de su mejor amigo ya no era virgen...¿qué hacer en esa situación? Prefirió no decir nada, pero claro que sentó a los dos muchachos en su oficina, más que nada por precaución.

No pasó un segundo apenas les dijo que ya sabía su secreto, que los dos se pusieron rojos como tomates, no podían negarlo, era evidente, pero sabían que no eran tan estúpidos como para que algo saliera mal, especialmente la muchacha, que era la que más se cuidaba. Xiao...él es otro boleto, su inocencia es muy grande, y su falta de conocimiento por las cosas íntimas, es mayor.

(Otra vez) Los Enamorados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora