4.2 Para tratar de olvidar.

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Sacarosa llegaba a su habitación, llorando de manera amarga. Albedo no le daba alas, ni siquiera captó la indirecta de que era él el chico del que estaba enamorada, pero no importaba ya.

Al menos, y eso sí que la hacía sentir muy feliz, era saber que, gracias a ella, su vida tenía un poco de dulzura, así fuera lo más mínimo. Que él pudiera sonreír en su presencia, le era lo más grato de su vida, la que no era muy feliz que digamos.

Su problema de autismo era en que ella siempre estaba a la defensiva, sintiéndose atacada cuando no era así, le costaba mucho hacer amigos, pero esa parte tan tímida de ella, daba ternura más bien, no desesperaba o daba lastima.

Por lo mismo es que, siempre que se equivocaba, cosa que era rara en realidad, los profesores se lo perdonaban, pues eso ya lo sabían de sobra, por lo que le tenían esa paciencia. Sin embargo, los problemas comenzarían más bien pronto.

A muchas chicas, especialmente, eso no les agradaba para nada, de ahí que tampoco es que quisieran tenerla cerca. Los pocos amigos que tenía, eran amigos de verdad, pues ellos sí que lo deseaban así.

En una de esas ocasiones malas, Sacarosa estaba sentada esperando a Albedo, ambos almorzarían juntos por petición de ésta, pero al final de cuentas, el muchacho estaba de acuerdo en que así fuera, pues siempre que hablaba con ella, aprendía algo nuevo a cómo llevar su vida. Si tomara antidepresivos, la cosa se iría de mal a peor...

De ahí que él quisiera compartir momentos con ella, pues le daba esa alegría que le faltaba. Aquí el detalle recaía, ¿era solo por eso? En realidad no es que hubiera una respuesta clara para ese problema.

Regresando al tema, un par de chicas rodearon a Sacarosa, ella solo siguió en su rollo, pero conforme la fueron acorralando más, tuvo que actuar después de tragar saliva de forma pesada.

-¿Se-se les ofrecía algo?

-No necesariamente. -Una de ellas le enchinó la mirada, acorralándola con la mirada. -Ya dilo, confiesa de una vez por todas.

-¿Qu-qué cosa? Y-yo no creo haber hecho nada malo y-y-y...

-Vamos, no te hagas la inocente, Sacarosa. Lo haces para darle lastima a los demás ¿no? Especialmente a los profesores.

-¿Te gusta esa atención, cierto? "Oh, Sacarosa, no te preocupes, puedo darte una oportunidad más" "Oh, pobre de ti, Sacarosa, entrega la tarea después".

-Seguro que no es más que una fachada eso de que eres autostia.

-E-es autista, en realidad...

-¡Silencio! Patrañas para que te tengan lastima, mejor deja de hacerte la tonta y acepta el castigo como todos los demás. No permitiremos qué...

-¿No permitirán qué? -Exclamó Albedo, con una expresión bastante sombría, aparte de verse notoriamente enojado.

-Qu-que...vamos, solo estábamos jugando.

-Mírala. -Ordenó él, dirigiendo su mirada a Sacarosa, ella estaba bastante nerviosa y casi llorando, además de que le temblaban las manos. -¿Para ti eso es jugar? Porque para mí no.

-¿Vas a golpear a una niña, chico lindo? Hum, seguro eres como ella, solo porque eres guapo no significa que puedes hacer lo que te plazca.

-Ah, ¿y tú a mi amiga sí la puedes golpear? Por ahora son amenazas, ¿pero y qué seguirá? Tal vez al Justiciero le gustaría escuchar esta historia.

-¿E-el Justiciero? -Todas temblaron al escuchar ese nombre.

-Fuera de aquí. -Las chicas se retiraron apenas él se los dijo, suavizó su expresión para ir a abrazar a Sacarosa, quien lo recibió con bastante necesidad, pues los nervios se la comían viva. -Ya está, relájate.

(Otra vez) Los Enamorados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora