4.10 Sin rumbo.

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Sacarosa y Richy pasaban juntos el receso como venía siendo ya costumbre, él de forma decidida la tomó de la mano, ella se sorprendió, correspondiendo con timidez, sería la primera vez que paseara de la mano con un muchacho, el resto de los hombres miraba a Richy con envidia.

Ella seguía usando los lentes de contacto, con esa coleta de cabello que le dejaba una parte del rostro bien al descubierto, así que teniendo eso en cuenta, su belleza se realzaba. Lo único, eso sí, es que no se maquillaba ya que seguía sintiéndolo como algo completamente innecesario. Si también lo hiciera, así fuera una capa muy ligera, la cosa se pondría mucho mejor.

Al sentarse una vez en algún lugar alejados de todo, el muchacho sacó una pequeña canasta llena de flores artificiales, teniendo una pequeña nota en medio de las mismas.

-Son para ti. Sé que deberían ser naturales pero...esas solo duran 3 días y mueren, es un detalle muy efímero. Esto, si se cuida bien, puede durar toda la vida.

-Buena metáfora. A veces me pregunto porque no estás en el club de poesía. Se te daría bien, a veces me recuerdas un poco a Kierkegaard.

-¿Por qué lo dices?

-Me da la impresión de que has leído "Diario de un seductor". Solo no vayas a intentar darme celos con mi propia tía. –Rió ella, el muchacho siguió la risa.

-No sé de qué me hablas, pero no lo haré. Sé que no es el detalle más romántico, pero lo pensé de un modo que fuera especial. Espero no te moleste que me haya tomado esta libertad.

-Pa-para nada, Richy. Es algo muy bien pensado, y aparte la combinación de colores es linda. –Él sonrió, tomando la mano de Sacarosa para darle un beso al dorso de la misma, lo que a ella la sonrojó. De todos modos, terminó por sonreír, cubriéndose parte del rostro con una de sus libretas, viéndose tan linda.

Ambos siguieron platicando, Sacarosa parecía un gato con la guardia alta, Richy estaba tranquilo como si nada.

Mientras tanto, Albedo se la pasaba buscando junto con alguna de las maestras de Klee, no estaba en el baño, ni en algún salón, ¿dónde se había metido la pequeña?

Curiosamente, la pequeña caminaba como si marchara, siendo incluso tierno a la vista de todos los alumnos de no más de 17 años. Le encontraba un cierto parentesco a alguien en especial, ¿pero a quién? Esa era la pregunta.

Casi todos la miraban como si fuera una tierna ardillita que paseaba, ella no se sentía para nada intimidada, solo buscaba con la mirada a su hermano.

Revisando en su mochila, se percató que no llevaba a Dodoco, lo que en un primer momento la hizo entrar en pánico, solo que pensó que era más que probable que Albedo fuera quien lo tuviera.

Al llegar a la zona donde Mona solía fumar en secreto, apenas la vio, una sorpresa doble se le vino a la mente, pues tiró el cigarro de inmediato, lanzándolo lejos, y luego se alegró mucho.

-¡Klee!

-¡Mona! –Ambas corrieron para abrazarse, la pequeña hizo un gesto de desagrado. –Ay, hueles mal. –Se tapó la nariz.

-Lu-luego hablamos de eso. –La muchacha hizo un gesto de culpa. -¿Pero qué haces aquí? Deberías estar en la sección de niños.

-¡Oh, es que Klee no encontró a Dodoco en su mochila, y pensó que mi hermanito lo tendría! ¿No sabes dónde está?

-Ni idea, para ser honesta. Y, hablando de eso, ¿a qué no sabes qué?

-¿Qué?

-Aquí está. –Mona le enseñó el peluche a la pequeña, quien hizo un gesto de alegría, tomándolo en sus manos.

(Otra vez) Los Enamorados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora