4.3 Memorias de mis putas tristes.

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Albedo ahora cargaba con un fantasma: el de sus putas tristes. Se había dicho que siempre le sería fiel a Mona y solo a Mona, pero después de lo que ocurrió, prefirió dejar esa promesa a un lado.

Sin embargo, con los recientes sucesos, él ya no pudo ignorar más ese hecho.

Ahora que ella era soltera y con el corazón un poco destrozado, él deseaba ser quien lo sanara, y aunque ya había tenido muchas experiencias sexuales de variada índole, su amor por la chica de sus sueños era totalmente puro.

No la veía de forma sexual, deseaba darle un beso en los labios con el amor que tenía y con el que le quedara hasta el día de su muerte, ni siquiera se imaginaba perdiendo la virginidad con ella, la quería para algo enserio.

El detalle está en que tras un año de ser el gavilán de las pajaritas de alas rotas, esa vida no podía acabarse como si nada, pues los rastros del pasado nos acompañarán hasta muy el presente.

Tenía que empezar a despedirse de sus pajaritas, una por una. Lo único malo es que a él no se le daba bien ese tipo de situaciones, pues a causa de su enfermedad, él era sensible con los sentimientos de los demás.

Una de ellas le habló por teléfono, eran las 9 de la noche.

-Diga. –Respondió él.

-Albedo...me siento sola, ¿puedes venir a hacerme compañía?

-No puedo, estoy cuidando de mi hermana. –No era una mentira. –Podría ser mañana, tengo que hablar contigo de algo muy importante para mí.

-Awww. No seas cruel, solo un rato, nos divertiremos mucho.

-Mi hermana será prioridad siempre. Además... -Vio su tanque de oxígeno, faltaría media hora para su sesión. –No falta mucho para que tome mi medicina para el asma, debo de estar descansado.

-Hum...de acuerdo, pero mañana sin falta a la salida de la escuela, ya sabes que mis papás no están. –Rió ella.

-Sí, de acuerdo...

Justamente para ese momento, el muchacho entró a la casa de la chica, en realidad más serio de lo normal, pues no jugueteaba con el cuerpo de la muchacha, ni le daba besos traviesos, todo era silencio.

Cuando ella comenzó a besarlo, por notorias razones él la rechazó.

-¿Albedo?

-Yo...ya no puedo seguir haciendo esto. Mi corazón le pertenece a Mona, y solo a ella. Sé que no soy su novio, pero hacerle esto sería, para mí, como engañarla. Dijimos que no traeríamos sentimientos a esto, no sientes nada por mí...¿verdad?

Ella no respondió, solo le dio una bofetada.

-Largo...

-Yo cumplí lo que dijimos.

-¡Eso no me importa, vete ya de aquí! –Ella lo empujó a la puerta, él solo se quedó cabizbajo. -¡Yo no soy tu pañuelo de lágrimas! Sé que dijimos eso pero...tenía la esperanza de que pudiera hacerte sentir algo por mí, pero tienes tan podrido el corazón que ni has de sentir nada.

La muchacha abrió la puerta, empujándolo para que obligarlo a salir. –No quería que esto sucediera.

-¡Cállate! –Le cerró la puerta en la cara.

El chico pensó en tocar la puerta, pero se llevó la mano al corazón, sonriendo de forma triste. –Mi corazón sí siente...siente mucho dolor.

Con la segunda pajarita, la cosa fue calmada, pues al final de cuentas, ella sí que también lo hacía para ser un pañuelo de lágrimas, y admitía que no podía reclamar algo ya que era pagar con la misma moneda. Y, a diferencia de la primera, ella no tuvo sentimientos en la relación.

(Otra vez) Los Enamorados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora