sesenta y siete

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Muchos mortales creían que la diosa de la belleza y el amor puro, era Afrodita, una diosa que expresaba por dentro y por fuera todo lo que se decía de ella. La realidad era otra. Afrodita no es la diosa del amor, mucho menos de la belleza -aunque su belleza fuera solo comparable por contables criaturas alrededor del mundo-, ella era la diosa de la lujuria, del deseo encarnado y la vanidad.

La postura de los siete que no pertenecían ahí se puso rígida, Ji Min en cambio se colocó delante de Jung Guk y dejo que toda su ira y descontento hicieran presencia, de la única manera que podía verse intimidante. Dejando salir su psychí.

—¿¡Qué demonios haces aquí!? —gritó enfurecido.

La diosa no se inmuto por el tono en que le fue hablado, solamente dejo escapar una dulce sonrisa que mostraba, todo aquello era divertido para ella.

—Vine a ver a Poseidón solamente, Zeus quiere hacer una fiesta y su hermano tiene que estar ahí, después de la fiesta iría a buscarlos a donde sea que estuvieran, pero al parecer me ahorraron el trabajo.

En el momento que dijo aquello, la sonrisa de dulzura desapareció y en su lugar, dio vida a una sonrisa demasiado retorcida, una sonrisa que solo demostraba locura.

Solo basto que la diosa levantara su mano y abriera su boca para dar una orden, y en cuestión de segundos, los otros cinco piratas cayeron de rodillas en aquel vacío infinito. Como si fueran amarrados de pies y brazos, impidiendo que hicieran algo contra ella quien se iba acercando a los únicos dos que verdaderamente le importaban.

—El ciclo siempre vuelve a empezar, por lo tanto, haré un trato contigo, hijo de Adán. —le hablo a Ji Min. En cuanto reaccionó, solo espero lo peor. Los dioses lo tienen todo y nunca necesitan de nada, lo pueden conseguir a la fuerza con el tiempo.

—¿Qué quieres? —graznó.

—Te dejare elegir... ese tritón de ahí —miro a Jung Guk, —o todos los seres marinos que le sirven a Poseidón.

Nadie había tocado a Jung Guk, pero en cuanto escucho aquellas palabras sintió como si alguien le hubiera dado una puñalada en el estómago y ahora quisiera vomitar del golpe. ¿Estaba demente? Solo les estaba dando dos opciones...

—Si me das a ese tritón, no tocare a ningún otro tritón o sirena en lo que me resta de vida. Pero si no me lo das, ¡no hay problema! Te dejare que lo tengas y no le pondré un dedo encima, pero todos los demás de su especie serán míos.

Ji Min apretó los puños con fuerza, no había manera de aceptar ninguno de los dos tratos. No tenían sentido. Al momento en que vio por encima de su hombro, vislumbro como Jung Guk parecía haber decidido ya, y cuando pensó en que se le había ocurrido, era como si una daga atravesara su corazón.

—¡No! —soltó en un alarido de dolor, —¡Ni pienses que te dejare hacerlo!

Jeon le miro triste, pero si él podía ser un sacrificio para que la diosa no volviera a tocar a nadie más, entonces estaba dispuesto a hacerlo.

—Ji Min... —susurro tratando de calmarle, no sería fácil convencerle, —es mi gente... todos ellos, son mi familia. Tae Min...

—¡No me interesa! —gritó enfurecido por pensar en la posibilidad. La realidad era que, sabía que su pececito era un príncipe y tenía obligaciones como tal, se sentía que le debía todo eso a los suyos y se maldijo, porque estaba seguro que si escogía a Jung Guk por sobre ellos, le odiaría hasta el fin de los tiempos.

over heat 지국 jikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora