Capítulo 27: Oscuridad

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Orión

Me encontraba postrado de rodillas frente a una banda de extraños con el pómulo adolorido y la cabeza todavía punzante por el golpe mientras mi hermana me miraba de pies a cabeza casi como si fuera un extraño y el semblante contraído por la gravedad de sus pensamientos, incluso en estos momentos me era difícil el poder descifrar lo que se le cruzaba por la mente.

—Necesito que me digas que si te dejamos quedarte no volverás al Polo y tampoco le avisarás a ninguno de los Guardianes dónde estamos —su mirada insistente buscaba la mía con desesperación mientras mordía sus labios por el nerviosismo —. Hermano, quiero darle un fin a esta guerra.

Sorprendidos, todos la miramos con los ojos abiertos como platos, incluso Alexander, que no parecía estar enterado de su decisión.

—Nadie morirá de nuevo, eso te lo prometo, pero necesito de tu ayuda. Eres la única persona que aún considero mi familia, no me abandones tú también, Orión.

Tantas cosas pasaron por mi cabeza en apenas unos segundos que me dejó pensarlo:

¿De verdad se podía dar fin a una guerra de siglos?

¿Cómo pensaban hacerlo?

¿De verdad nadie moriría ésta vez?

El silencio y el canto de los grillos comenzó a desesperarme, no podía pensar en una manera de escapar de ahí sin ser mutilado por alguno de los lacayos de Alexander y escapar en la noche no era una opción pues es cuando las pesadillas toman más poder. Mil opciones pasaron por mi cabeza y en ninguna de ellas Venus se venía conmigo.

—Me quedaré —sorprendidos por mi respuesta, me miraron nuevamente boquiabiertos —, pero tengo condiciones.

—Genial —graznó levemente el muchacho rubio.

—Número 1 —señalé al muchacho rubio que me había traído del bosque como si fuese un costal de papas—, lo quiero lejos de mí.

—Ni te preocupes por mí, nene, tú tampoco eres mi tipo —se cruzó de brazos jugando con la soga de su cuello casi como un coqueteo.

—Número 2, tengo que volver al Polo de vez en cuando a menos que quieran que encuentren este lugar en un santiamén.

—Concedido, di tu última condición —espetó Alexander.

—Número 3...Alexander —me miró con superioridad —, necesito que me expliques por qué dices que soy tu creación.

Me miró dubitativo hasta que mi hermana tomó su mano en señal de confianza para decirme, dejándome ver que el karma es más que instantáneo por haberle ocultado lo de Jack.

—Durante la guerra hace 16 años, después de que su madre se enteró de su embarazo, ataqué, tomé ventaja y tuve de rehén —se detuvo, todavía más temeroso que antes, como si hubiese algo que omitir pero sin poner una pausa demasiado larga continuó con el relato —, no recuerdo cómo fue pero introducí una pesadilla en su cuerpo para que matara al bebé que llevaba en su interior, pero no sucedió como planeé. La pesadilla se maravilló por el alma de la niña que estaba creciendo dentro y se quedó con ella a protegerla, me desobedeció pero cuando la quise de regreso, había nacido con poderes, no tan fuertes como los de la bebé pero era muy fuerte como para enfrentarme a ambos, me di cuenta que le prestó parte de su alma para tener un cuerpo humano sin siquiera saberlo y mi pesadilla se formó a su imagen por el amor que le tomó.

Experimento.

Cada palabra que salía de su boca solo me decía que había sido una copia de Venus todo este tiempo para poder sobrevivir y que mis poderes en realidad no son míos, nada de lo que soy era mío de ser así. Quería desconfiar de sus palabras, podría decir que es mentira porque me parezco a nuestra madre, pero ni siquiera yo estaría seguro de eso.

Junto A Ti (Jack Frost X Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora