Capítulo 14: Orión.

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Lectora

Suele decirse que el rencor, la venganza y el odio, son cosas que caracterizan al humano. Sentimientos que todos son capaces de sentir y yo no era capaz de comprender.

Nunca odié a Jack. Ni ahora ni nunca. Cuando me dejó ir, sólo sentí decepción. Era como si el amor de  Romeo y Julieta hubiera sido permitido desde un principio y no murieran. El sentido de la vida es vivirla, no se puede vivirla sin un poco de emoción y tal vez fue eso lo que los impulsó a amarse tan fervientemente. Quería intentarlo de nuevo, pero ya no tenía ganas. Sé que en el fondo aún quedaban esas pequeñas cenizas y que con una sola brisa de Jack, se volverían a encender. Sin embargo, yo era el muro entre esa ceniza y la brisa. Un muro impenetrable y dañado que daba todo de sí mismo para que la ceniza no se volviera a encender.

Tal vez alargué la explicación más de lo que planeaba.

Caminé por el taller. Observando como los Yetis trabajaban arduamente antes de la Navidad que se encontraba a la vuelta de la esquina. Incluso los duendes aportaban su grano de arena.

Junto a Phil se encontraba una melena pálida de una espalda alargada y hombros filosos. El frondoso gigante le enseñaba la manera de pintar correctamente una muñeca de porcelana para niñas.

—Phil —le llamé al Yeti —. Norte dice que quiere las muñecas morenas, no rubias. También los vestidos deben ser verdes, no rojos.

Phil exclama enojado y tira la muñeca  rubia que ya había pintado y sólo faltaba empacar.

—Sólo bromeaba.

El Yeti me mira sin una pizca de gracia y levantando la muñeca que con tanta pasión había pintado. Mi hijo me miró con una sonrisa que enseña toda la dentadura.

Orión era tan parecido a Jack que daba miedo. Tenía su mirada traviesa y esa sonrisa pícara y desafiante igual que su padre. Sin embargo, Venus siempre fue una copia casi exacta.

Tenía los gustos en vestimenta de Jack, solía hacerle bromas a todos mis invitados y heredó la suave voz de terciopelo de Jack. Tenía su mirada de misterio y los ojos de avellana de su padre.

—¿Me puedes cantar? —me pidió mi hija cuando tenía cinco años. En aquél momento, ella tenía los ojos enormes y conforme fue creciendo se fueron haciendo más pequeños hasta ser igual de finos que los de Jack.

—¿Qué quieres escuchar? —puse su mechón de cabello detrás de la oreja —¿La misma de siempre?

Ella asintió emocionada. Comencé a cantarle They don't know about us y luego de un rato se nos unió Orión.

Ese tipo de noches se fueron repitiendo cientos de veces hasta que un día, ambos decidieron dejar de escuchar la canción que su padre y yo habíamos cantado juntos.

—¿Sucede algo, mamá? —preguntó, el verdadero Orión.

—En absoluto, sólo vine a ver si no les estabas causando problemas a los chicos —dije, cambiando mi cayado de mano y me impulsé al aire.

—Ellos me adoran ¿verdad, Phil? —dijo. Phil refunfuñó —. Sé que lo hace.

—Nos vendría muy bien algo de ayuda mágica, si me lo preguntas a mí.

Norte llegó cargando un costal de su tamaño en la espalda sin el mínimo esfuerzo y dejándolo sobre una mesa. Los suministros de la Bolsa comenzaron a llegar a manos de los Yetis, que fueron armando los juguetes conforme sus instrucciones.

—Con gusto —dije —. Sostén esto por mí, cariño —le pedí a mi hijo, tendiéndole el cayado.

Él lo tomó.

Junto A Ti (Jack Frost X Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora