Libro II: Capitulo 8

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Gregory Lorer









Me apresuro en alcanzarla, ahora no se que diablos hice para que se comporte de esa forma conmigo. Estoy tratando profundamente de entenderla, pero comprendo que es ella la que no me entiende a mi.

Creí que le gustaba lo que hacía en realidad, vi como lo disfrutaba y me alegré aún mas cuando no se corrió con él. Necesitaba saber si cabía la posibilidad de que mi chica aceptara uno de mis fetiches, pero no pensé que esto terminaría arruinando nuestra buena comunicación.

Es mi vida completa, sin ella siento que no respiro.

La alcanzo antes de que abra la puerta del copiloto y suba al coche.

–Espera.

–Quiero llegar a casa, debo llevar a Gian a casa de mi Papá y ya he tardado demasiado con solo estar escuchándote.

Siento una punzada de repente.

¿Qué mierda le hice?

>>Suéltame.

–Hablemos, sabes que lo estoy intentando, por nosotros y nuestro hijo.

–No pasa nada, Gregory. Solo quiero irme a casa.

Coloco mis brazos a cada lado de su rostro apoyados del coche. Necesito mirarla a los ojos cuando lo diga, odio su indiferencia, prefiero a que me observe con amor todo el día que cargar con esa mirada de odio.

–Te amo, y no tengo que demostrártelo a base de celos —le susurro tomando su mano para colocarla en mi pecho, deposito un beso en su frente y otro en sus labios dejando mi frente contra la suya —A pesar de que nunca me haz conocido verdaderamente como un hombre celoso, lo soy. Los Lorer no somos de hacer escenas.

Abro una de las puertas invitándola a que nos acomodemos en el asiento trasero de mi coche.

Ella duda, pero al final se escapa de mis brazos y termina entrando.

Diría que mordió el cebo y me escuchará, pero no es hora de hacerme el bromista. Necesito recuperar el afecto de la Madre de mis hijos. La obligo a dejarme el espacio suficiente para acostar mi cabeza en sus piernas mientras las mías cuelgan fuera del asiento.

–¿Tenías que estar cómodo para poder pensar?

–Cierra la boca.

–Que petición tan extraña, sabiendo cuanto te gusta que la mantenga abierta —añade con sus brazos cruzados sobre el pecho.

Esta mujer quiere acabar conmigo con sus comentarios. Inmediatamente, gano una erección que me toca masajear con una de mis manos.

–Mira lo que haz hecho —le digo desatando sus brazos y llevando una de sus manos encima del bulto en mi pantalón —Que conste que no soy el culpable.

Bufa y retira su mano con una pequeña sonrisa en el rostro.

–Habla ya.

–Solo si me das un beso.

–Gregory...

–Es solo un beso, no seas así.

Respiro profundo. Me acomodo mejor en sus rodillas, frunzo mis labios cerrando los ojos en espera del contacto de los suyos.

–Pareces un idiota.

–Soy un idiota enamorado, señorita.

–Bien, así me dejarás en paz.

En sus manos | +18 | ✔ ( Reeditando )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora