Epilogo

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Cuando mi Madre murió sentí que nadie mas podría amarme como ella, pasé mas de seis semanas encerrado en mi cuarto secreto llorando por ella como un niño desconsolado. Raras veces probaba bocados de comida, y si lo hacía no eran tan grandes como para satisfacer mi hambre y llenarme completamente el estomago. Mi fuerza estaba limitada y al mas mínimo esfuerzo sentía que iba a morirme por la intensidad. Mi delgadez era mas obvia cada día y mis músculos comenzaban a convertirse en gelatina.

Mis horas de sueño se reducían a desvelarme y llorar en pequeños sollozos abrazando su retrato con fuerza, pero cuidando de que no se rompiera y cortara mis brazos. Acariciaba su retrato con mis dedos anhelando estar con ella justo en ese momento. Lejos del dolor, el odio y rechazo en el que me vi obligado a enterrarme gracias a mi Padre.

Me sentía sólo en aquella habitación mientras fingía escuchar mis pensamientos, intentaba auto aconsejarme, pero no resultó como lo esperé. Terminé odiando el hecho de tener sentimientos hacia otra persona y repudiaba que me tocaran mas de la cuenta.

Perdí un año escolar completo debido a mi depresión por la muerte de Mamá, era obvio, no quería ver a nadie mas que no fuera ella. Bueno, excepto por las constantes visitas de Marlene para que comiera algo, y lo hacía, pero poco.

Solo un día, decidí salir de mi habitación. Fue la peor decisión del mundo porque me vi obligado a convertirme en alguien mas peor de lo que era.

Fui obligado a ser como él, o por lo menos una mini versión de como era.

Meses ejercitándome para volver a tener un cuerpo fornido, clases de tiro libre y de actitud: indiferencia, autoridad y superioridad. Para mi fue la peor etapa.

Mi Padre me estaba preparando para ser un tipo frío y sin sentimientos, alguien sin contemplaciones, que no sienta pena al hacerle daño a alguien. Quería que me tragara el dolor y me ahogara con el, pero no pude seguir. Era suficiente con haberla perdido como para convertirme en la viva imagen de Nathaniel Lorer Bradd. Me sentía bastante mal conmigo mismo, no necesitaba tener ese oscuro deseo de suicidarme sabiendo que aceptaría ser como él.

Lo detuve, pero me quede con algunas actitudes en mi persona: indiferencia y mas autoridad que el mismo gobierno.

Regresé al instituto mas dañado que mi propio corazón, odiaba que me miraran, que me tocaran, que me hablaran, si aceptaba alguna de esas condiciones debía con llevar la palabra "follar" y era justo lo que me interesaba. Podía ser un caballero a la hora de convencerlas para que se entregaran a mi, podría pagar el mejor motel o incluso adaptar mi coche, pero nunca las invitaba a mi casa. Al hogar sagrado de Mamá, era obvio que no me interesaba tener algo formal con esas chicas.

Podrían decir "él es bueno en el sexo" pero nunca "es el mejor novio del mundo" porque no di señales de querer tener algo formal con ellas. Era algo con lo cual me perdía de mis pensamientos, experimentaba y ganaba experiencia, a pesar de ser algo casual tenía sus beneficios.

Llevaba mi capa de hielo a cada lugar al que llegaba, era interesante y satisfactorio para mi porque les llamaba la atención, obligándolas a saciar su curiosidad acercándose a mi. Aunque siempre dejé las cosas claras obtenía lo que quería, nadie se niega a tener un buen rato que implique sudor y placer.

Un día antes de irme al instituto volví a ser interceptado por Papá en medio de mi salida. Como siempre sus reclamos eran por haber abandonado las clases, las malditas clases de actitud que me resultaban tan extraño, nunca creí que existieran hasta que el maniático de mi Padre decidió contratar un personal, lo dejé hablando solo porque me enfurecía que alguien quisiera controlarme, para mi era un idiota.

En sus manos | +18 | ✔ ( Reeditando )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora