Capítulo 7

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Tras soltar el micrófono, me bajé de la tarima y me senté en el primer asiento que vi vacío. Podía sentir el magnetismo Hardwicke clavado en mi figura, adherido a cada pequeño movimiento que hacía.

Summer me dio una palmadita en la espalda nada más llegar a su lado.

— No sabía que se te diera tan bien cantar — la escuché comentar, por lo que la enfrenté con una mirada socarrona.

— Menos coñas.

— Lo digo de verdad — replicó —. Lo has hecho genial— . Su mirada se paseó por la sala hasta dar con la persona que estaba buscando—. ¿Verdad, cariño?

Se incorporó con toda su atención puesta en Marc, que se sentó en la silla que ella había estado ocupando hasta ese momento. La rubia se sentó sobre su regazo como si nada y él aprovechó su cercanía para rodear su cintura con el brazo izquierdo, esconder su rostro en el hueco de su cuello y plantar un beso en su garganta a modo de saludo.

— Ha estado bien — dijo finalmente el aludido, con las pupilas azules clavadas en un punto indefinido tras de mí. Se me puso la piel de gallina —. Pero si quieres tener una opinión profesional, tendrás que pedírsela al cantante. Yo solo soy el guitarrista.

Al elevar el rostro, topé con las inconfundibles facciones de Ben. La seriedad presidía cada uno de sus movimientos mientras avanzaba hacia nosotros. Iba vestido de forma casual, con unos vaqueros holgados que le quedaban de muerte. Sin embargo, todo en él denotaba elegancia: las facciones que enmarcaban su expresión, los anillos adornando sus dedos, la forma en la que se echaba el pelo para atrás y se apretaba el puente de la nariz.

Aparté la mirada y busqué una excusa para evadir su atención. Mia intentaba convencer a los presentes desde el escenario, repitiendo el contenido del repertorio de canciones que tenía entre las manos.

— ¡Se supone que esto es una fiesta! — la escuché exclamar — Como no salga alguien ahora mismo, me podré a cantar yo misma.

— ¡Que salga alguien! — se apresuró a suplicar Royce, ganándose una mirada envenenada por parte de la morena —. ¿Qué? — Posó una mano en su hombro a modo de disculpa y con aires nerviosos—. Todos sabemos que tus facultades musicales son nulas, nena.

El bajista puso cara de circunstancias al ver que el veneno no abandonaba las facciones de la hermana Hardwicke. Meneé la cabeza de un lado a otro. Ese par jamás cambiaría.

— Ya salgo yo — intervino entonces Ben, estando ya a pocos metros de distancia.

No apartó sus ojos de los míos mientras hablaba. Sentí el ambiente que nos rodeaba cargarse de electricidad, el aire que compartíamos tornarse denso. Percibí el tacto de su piel a pesar de la distancia, la fragancia de su cuerpo suspendida en el aire. 

Entreabrió los labios y dio un paso al frente. Era como si quisiera comunicarse conmigo con la mirada. El magnetismo que desprendía no permitió que interrumpiera el contacto visual. Permanecimos de aquella manera durante unos segundos que se me antojaron eternos y efímeros a la vez. Me resultó curioso descubrir en mí las emociones que despertaba su simple presencia; las ganas de perderme en el verde de sus ojos, juntamente con el instinto de salir huyendo.

— Cantaré contigo — intervino entonces Vicky, rodeando su brazo con los suyos y apoyando su mejilla en el hombro del aludido.

El hechizo de su mirada se rompió y la centró en la recién llegada, a la que le dedicó una sonrisa tenue. 

Se me contrajo el estómago al ver como caminaban hacia el escenario sin romper el abrazo. Tragué saliva y jugué nerviosamente con los dedos de mi mano.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora