Cuando me desperté seguía siendo de noche. Volví a cerrar los ojos y me acurruqué bajo el edredón. Al estar a principios de noviembre, la temperatura había bajado notablemente y despertarse por las mañanas era una pesadilla. Supongo que el hecho de dormir desnuda de piernas para abajo tampoco ayudaba.
Habíamos estado en Milán durante los últimos dos días y habíamos llegado a Parías la noche anterior. Tan solo quedaba un concierto antes de hacer el parón de la gira hasta mediados de mes y mi cuerpo lo sabía. No veía el momento de regresar a Londres. Vería a Carla y a Marina después de una buena temporada. Estaríamos las tres juntas como en los viejos tiempos.
Busqué el calor del cuerpo de Ben a tientas entre las sábanas. La cama estaba impregnada por su olor; las huellas de sus dedos seguían en mi piel. La noche anterior me había quedado dormida entre sus brazos. Aquello que compartíamos cada vez se parecía más a una relación y no dejaba de preguntarme si él lo veía de la misma manera. Las dudas no dejaban de aflorar en mí, al igual que el miedo.
Mi mano topó con el borde de la cama y entreabrí los ojos. Al no encontrarlo, me incorporé y me aparté el pelo de la cara. Tras unos segundos, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y lo divisé agachado en el sillón de la habitación del hotel, justo en el otro extremo de la estancia.
—¿Qué estás haciendo? — Me salió la voz ronca, de recién levantada.
Levantó la vista y me deslumbró con su sonrisa. Ni siquiera tenía cara de dormido.
—Voy a salir a dar una vuelta.
Se agachó de nuevo y me di cuenta de que se estaba poniendo unas zapatillas deportivas. Una vez calzado, se incorporó. Tragué saliva al presenciar lo increíble que le quedaba la barba de tres días.
—A mí también me gusta lo que veo — dijo la mar de contento, clavando los ojos en la forma de mis pechos a través de mi pijama y alzando una ceja.
—¿Vas a salir a correr?
—No. Solo quiero ir a dar un paseo —. Deshizo la distancia que nos separaba y se sentó a los pies de la cama. Su perfume nubló mi sistema y sonreí con timidez —. Es la mejor hora. La ciudad sigue dormida y reina la calma absoluta.
Estiré los brazos para arriba y bostecé.
—¿Qué hora es?
Plasmó media sonrisa en su cara antes de responder.
—Las siete.
No pude evitar mirarlo boquiabierta, con los ojos como platos. A continuación, me dejé caer sobre la cama y rodé sobre mí misma, hundiendo el rostro en su almohada con la clara intención de volver a conciliar el sueño. El concierto no era hasta el día siguiente, por lo que hoy podía dormir hasta tarde. Me lo había ganado.
Ben me destapó y colocó su cara a pocos centímetros de la mía. Le dirigí una mirada irritada y observé una sonrisa maliciosa asomándose en sus labios. Me aferré a su cuerpo e intenté que se tumbara a mi lado. Sin embargo, acabó por sacarme de la cama.
—Acompáñame, anda — masculló acunándome contra su pecho, y dibujados círculos con la palma de la mano contra la piel de mi cintura.
—Es el único día que puedo dormir hasta tarde.
Se inclinó levemente y rozó la punta de mi nariz con los labios. A continuación, hizo lo mismo con mis mejillas y mis labios.
—Venga. Por favor — insistió en tono de súplica —. Dijiste que París era tu capital europea favorita —. Recorrió la piel de mi espalda por debajo de la camisa que llevaba y se me puso el vello de punta —. Veámosla juntos.
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Efectos secundarios [2.5].
RomanceGala no sabe si es buena idea asistir a la boda de Abby. El motivo principal es que se reencontrará con su ex tras más de un año sin saber de él. Una boda. Una gira. Una nueva propuesta. ****** Secuela de Efecto Hardwicke. Inicio: 15/10/21 Finali...