Capítulo 31

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Llegamos a la ciudad alemana de Sassnitz tras más de siete horas en bus y más de dos en ferri. Para cuando nos volvimos a montar a otro bus que nos llevaría a Berlín, había escuchado todas las canciones del iPod otra vez y me había cansado de dormir entre trayecto y trayecto. Como si aquello no fuera suficiente, me había quedado sin batería en el ebook, por lo que perderme entre las páginas de un libro no era una opción. 

Hastiada de estar encerrada en mi cabina y en la misma posición, salí de mi escondite y me dirigí hacia la sala de estar. Marc y Ben estaban reunidos en el sofá. Ambos tenían una guitarra española entre las manos y unos cuantos cuadernos esparcidos sobre la mesa, juntamente con lápices y gomas de borrar. 

Ben elevó la mirada hacia mí y sus pupilas se dilataron mientras me recorrían sin disimulo.

—¿Interrumpo? — inquirí, ignorando los chispazos en mi vientre y captando la atención de Marc al instante, quien nos observó con las cejas alzadas y una mueca de burla en el rostro.

—Quizás yo soy el que debería de hacer esa pregunta — soltó con una sonrisa insolente en los labios.

Rodé los ojos y a continuación presencié como Ben se movía y palmeaba el hueco del sofá que se encontraba a su lado a modo de invitación. Ignoré el sonrojo que se había apoderado de mis mejillas mientras tomaba asiento.

—Marc me ha pedido ayuda con la melodía de una canción que está componiendo — me explicó, y no tardé en sentir su mano contra mi espalda, provocando un hormigueo en mi columna vertebral.

Tragué saliva.

Tras nuestra conversación, no habíamos pasado tiempo a solas. Después del concierto, habíamos regresado al hotel y yo había estado trabajando con el equipo de Plus hasta las tantas. Para cuando había terminado la reunión, eran pasada la medianoche y él ya estaba durmiendo.

Además, esa mañana el bus nos había recogido muy pronto y la mayoría habíamos aprovechado para descansar durante las horas vacías de trayecto. 

Me incliné sobre la mesa y cogí la partitura que contenía las notas de la melodía de la canción con la intención de apaciguar mi nerviosismo. Leí la letra que se encontraba justo debajo del conjunto de pentagramas y la ternura se apoderó de mí al descubrir los sentimientos de Marc en forma de verso.

—Eres todo un poeta — opté por comentar.

Se mordió el labio inferior como respuesta. No pude evitar sonreír.

—El cumpleaños de Summer es a mediados de enero — titubeó antes de quitarme la hoja de entre las manos. 

—Sí — convino Ben. Su mano había subido hasta la parte posterior de mi cuello y su dedo pulgar había comenzado a dibujar figuras inexactas en mi piel —. La rubita no merece menos para su cumpleaños.

—Le encantará — dije sin atisbo de duda.

Marc carraspeó levemente y volvió a centrar su atención en la guitarra y en la partitura a medio escribir que tenía sobre la mesa.

—¿Sigues resfriado? — quise saber tras escuchar su carraspeo.

—Un poco — confesó, llevándose la mano a la garganta —. No se me quita esta maldita tos. Cuando lleguemos a Berlín, me pasaré por alguna farmacia.

La mano de Ben abandonó mi cuerpo y lo vi coger la guitarra de nuevo.

Me quedé en esa posición y los observé trabajar durante un buen rato, embelesada al ver como parecían poder comunicarse en código. Era como tuvieran su propio idioma; se notaba que se conocían hacía muchísimo tiempo.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora