Capítulo 13

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Las señales eran muy claras. Estaba teniendo un día de perros.

La noche anterior, se me había olvidado programar el despertador y me había quedado dormida.

Esa mañana me había bajado la regla.

La caldera del bloque de pisos en el que vivía se había estropeado y había tenido que ducharme con agua fría antes de salir de casa.

Había llegado tarde al trabajo y Selena me había echado la bronca del siglo nada más cruzar el umbral de la puerta.

Conclusión: esa mañana hubiera sido mejor que no hubiera salido de la cama.

— ¿Entonces, no vas a venir al ensayo? — me preguntó Abby mientras hacía mi pausa del almuerzo.

La había llamado para hacerla partícipe de todas mis desgracias.

— No. Francamente, me encuentro fatal y no quiero contagiaros — le respondí tras sonarme la nariz, roja e irritada.

Estaba claro que la ducha de agua fría no me había sentado demasiado bien.

— No te preocupes, cielo — masculló, con evidente ternura y empatía —. Descansa y recupérate.

Tras pasarme el resto de la tarde expulsando mocos y contestando a llamadas y emails, le pedí a Selena si podía irme un rato antes. Estaba tiritando de frío, por lo que, a pesar de que lo hizo de mala gana, acabó por acceder.

Al llegar a casa, me alegró comprobar que ya habían reparado la caldera. Puse la calefacción, me cambié de ropa y me metí en la cama. No tardé demasiado en quedarme dormida.

El sonido de mi móvil me despertó tiempo después. Estaba empapada en sudor y me encontraba incluso peor que cuando me había acostado.

Alcancé el dispositivo como pude, algo mareada y desorientada.

— ¿Te encuentras mejor?

La sensación de malestar opacó la sorpresa que habría sentido cualquier otro día al escuchar la voz de Ben al otro lado de la línea

— Estoy un poco resfriada.

El tono ronco de mi voz hizo que pareciera que me sentía mucho peor de lo que en realidad estaba.

— ¿Estás segura de que no tienes Covid?

Me estremecí ante la posibilidad de que aquello fuera cierto.

— Estoy vacunada — me apresuré a decir, prendiendo la luz de la habitación y levantándome de la cama con torpeza. — Me han puesto las dos dosis.

La hora del reloj de mi despertador marcaba que eran las ocho y media. Había estado durmiendo más de dos horas.

— Una cosa no quita la otra.

— Ya lo sé — mascullé, cruzando el pasillo e irrumpiendo en la cocina.

— ¿Por qué no me dices dónde vives? — lo escuché preguntar mientras ponía agua a calentar —. Conozco a alguien que podría hacerte una prueba de antígenos ahora mismo y así saldrías de dudas.

Puse los ojos en blanco y me apoyé contra la encimera, a la espera de que la tetera eléctrica acabara de calentar el agua.

— No hace falta — rebatí, sacando una taza del armario y rebuscando en el cajón de las infusiones.

Ben suspiró al otro lado de la línea.

— Y si tienes Covid, ¿qué? — insistió, tajante — Podrías haber contagiado a alguien. Lo más sensato es que te hagas la prueba. En caso de que seas positivo, podrás avisar a quien sea pertinente.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora