Capítulo 40

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—Nada. Tampoco

Habíamos entrado en un garito hacía un buen rato. Por suerte, no había ni rastro del misterioso chico de antes. Aun así, Carla había insistido en que llamara a Ben. Cuando él no me había cogido el teléfono, lo había intentado con Peter, también sin éxito.

—Estarán descansando — comenté al intuir el recelo en sus pupilas azules —. De todos modos, seguramente ha sido todo fruto de nuestra imaginación.

Tras mis palabras, estudió a las personas que nos rodeaban con desconfianza.

—No lo tengo tan claro.

—Dejad el tema de una vez —. Marina hizo acto de presencia llevando tres copas entre las manos. —Olvidémoslo ya y divirtámonos.

A continuación, nos entregó una a cada una e hizo que nos levantáramos.

—¿Qué es? — quise saber en referencia a la copa. A decir verdad, olía bastante bien.

—Pruébalo. Te gustará.

Ignorando la vocecita interior que me decía que no bajara la guardia, le di un sorbo a la bebida. Estaba delicioso, por lo que di un segundo trago.

Sin decir nada, Marina nos tomó de la mano y nos condujo hacia la pista de baile. Los presentes en el lugar bailaban de forma despreocupada, sumergidos en un ambiente de desconexión absoluta. 

Miré a Marina directamente y esta me dedicó una sonrisa que me provocó una agradable sensación de libertad absoluta. Al girarme, comprobé que Carla se había dejado llevar. Por un momento me sentía como en los viejos tiempos. Si cerraba los ojos nos podía imaginar en una de las discotecas que frecuentábamos en Madrid durante nuestra época universitaria. 

Tras un buen rato, comenzó a sonar una melodía que habría reconocido en cualquier lugar. La voz de Ellie Goulding inundó la estancia y comencé a cantar las letras que Ben me había dedicado, extasiada por los recuerdos que me traía.   

Llevada por un impulso y el alcohol que recorría mis venas, saqué el móvil y me enfoqué con la cámara delantera. Comencé a grabarme mientras bailaba al ritmo de Love I'm given. Marina y Carla se posaron a mi lado y corearon la letra conmigo.

Para cuando la canción hubo terminado, me había quedado sin aliento y tenía las mejillas encendidas. Regresamos a la mesa y le envié el video a Ben. Tan solo esperaba no arrepentirme a la mañana siguiente.

—¿Os sentís mejor ahora? — nos preguntó una sonriente Marina tras tomar asiento y dar un buen trago a su botella de agua.

Habíamos decidido dejar el alcohol por esa noche. Todas habíamos coincidido con que las resacas cada vez nos sentaban peor.  Por eso de que la edad no perdona.

—Me siento como nueva —. Miré la hora en el reloj y vi que eran cerca de las once de la noche. 

Me llegó un mensaje justo en ese instante.

Ben H. – mie. 03 nov. 22:56: Veo que os estáis divirtiendo.

Me mordí el labio inferior y me dispuse a pensar una respuesta ingeniosa.

Ben H. – mie. 03 nov. 22:56: Acabo de ver tu llamada. He dormido toda la tarde. ¿Va todo bien?

El recuerdo de aquel misterioso hombre que parecía habernos seguido se filtró en mi mente, pero decidí ignorarlo.

Gala. – mie. 03 nov. 22:57: Todo bien. Solo me apetecía hablar un rato contigo.

Una hormigueante sensación se instaló en mi vientre al releer lo que le había enviado.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora