Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento y me concentré en la letra de la canción que sonaba a través de los auriculares. Ben estaba a mi lado, sujetándome de la mano y dibujando figuras invisibles en el torso con el pulgar para que la sensación de vértigo disminuyera.
El hecho de que estuviéramos a punto de aterrizar era la menor de mis preocupaciones en esos momentos. La inquietud que me producía saber que volvería a ver a mis padres dentro de poco me carcomía por dentro. Podía aguantar las malas miradas y comentarios despechados hacia mi persona, pero jamás me podría perdonar que Ben fuera su blanco. La simple idea de que aquello acabara sucediendo me atormentaba desde que nos habíamos subido al avión rumbo a Mallorca.
Me quité los auriculares, desenrosqué el tapón de la botella de agua que nos habían servido tras embarcar y le di un sorbo generoso. Aquel era uno de los privilegios que se tenían al viajar en primera clase: bebida, comida, almohadas, mantas... Me sentía como de la realeza. Ben se había encargado de reservar y comprar los billetes. Además, se había negado a que yo le pagar mi parte a pesar de que estábamos ahí por mí.
Dibujé una mueca de incomodidad al sentir como se me taponaban los oídos por el cambio de presión en la cabina. Sentí un pinchazo de nerviosismo clavarse en mi estómago y me mordí el labio inferior.
—¿Te encuentras bien?
Había formulado esa misma pregunta más veces de las que podía contar con los dedos de una mano en lo que llevábamos de día.
Sin decir nada, apoyé la cabeza sobre su hombro y cogí aire con el objetivo de empapar mis sentidos con su perfume.
—Podrías quedarte en el hotel mientras yo hablo con mis padres — mascullé contra la piel de su garganta —. O darte una vuelta por el casco antiguo de Palma. Gaudí se encargó de reformar la catedral. Es una auténtica joya de estilo gótico.
—¿Ah sí? — titubeó, ignorando mi sugerencia.
—Así es — proseguí —. Su rosetón mayor es impresionante. Es conocido como el ojo gótico y es famoso por su juego de luces —. Cerré los ojos y vislumbré el monumento en mi mente —. Dos veces al año se produce un fenómeno conocido como el vuit de la Seu —. Me despegué de su cuerpo lo suficiente como para mirarlo a los ojos —. Significa el ocho de la Sede. Seu es sede en catalán, que es el apodo que usan los mallorquines para referirse a la catedral. Cada dos de febrero y once de noviembre, cuando los primeros rayos de sol atraviesan el rosetón mayor, hacen que su forma colorida se refleje en la pared opuesta, justo debajo de un rosetón menor, creando así un ocho perfecto. Esos dos días, la catedral se llena de gente que acude a presenciar el espectáculo, la prensa local cubre el evento.... Son dos fechas señaladas entre los isleños.
—¿Lo has visto alguna vez? — quiso saber, alzando la mano y apartándome un mechón de pelo de la cara.
—No —. Resoplé y fruncí los labios momentáneamente —. Solo en fotos, pero lo tengo pendiente.
Me dedicó una sonrisa leve y me instó a que volviera a apoyar la cabeza en su hombro. Me acurruqué en el hueco de su cuello al sentir sus labios en mi frente. Desde esa posición podía sentir los latidos de su corazón, el ritmo acompasado de su respiración.
—Prefieres que no esté cuando vaya a ver a tus padres, ¿verdad?
El aire se me atascó en la garganta y las extremidades de mi cuerpo se tensaron.
—Yo no--
—Lo entiendo — me cortó en tono conciliador. Su mano danzaba por mi espalda —. Es una situación un poco violenta, ¿verdad? No nos conocemos. Tampoco le conocía a él.
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Efectos secundarios [2.5].
RomansaGala no sabe si es buena idea asistir a la boda de Abby. El motivo principal es que se reencontrará con su ex tras más de un año sin saber de él. Una boda. Una gira. Una nueva propuesta. ****** Secuela de Efecto Hardwicke. Inicio: 15/10/21 Finali...