Capítulo 46

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Hardwicke

El olor antiséptico invadió mis fosas nasales nada más irrumpir en el lugar. Gracias a la profesión de mi madre, había crecido y tolerado esa esencia durante gran parte de mi vida. Ese hecho jamás había desencadenado aquella sensación punzante que se había apoderado de mi pecho tras la llamada de Mia; tampoco el congojo en la base del estómago.

Frené el paso y recorrí la estancia con la mirada. Un sudor frío me recorrió la espalda mientras me posicionaba en la cola de recepción. Pulsé el botón de desbloqueo del móvil por inercia y recordé que me había quedado sin batería hacía horas. 

—Ben — masculló alguien a mis espaldas.

Mia me abrazó y escondió el rostro en mi pecho incluso antes de que pudiera reaccionar. Cuando me enfrentó con la mirada, sentí crecer la inquietud en mi interior. Era obvio que la situación era peor de lo que había imaginado.

—¿Dónde está? — logré articular.

—Está reunido con los médicos.

Tragué saliva y cerré los ojos durante una milésima de segundos. 

—¿Cómo se encuentra?

Sin contestar, me tomó de la mano y me arrastró hacia un pasillo. Al llegar al final, frenó sus pasos frente a una puerta metálica y clavó su mirada en la mía. Alzó las manos y me cogió el rostro con firmeza.

—Tenemos que ser fuertes y permanecer unidos ahora.

Tenía las pupilas encharcadas cuando masculló aquellas palabras. Sin embargo, las lágrimas no llegaron a recorrer sus mejillas. Suspiró y disfrazó su expresión de serenidad antes de cruzar el umbral de la puerta.

Royce fue el primero que divisé al otro lado. Yacía de pie y con la espalda apoyada en la pared. Tenía una taza de té entre las manos y la mirada clavada en el suelo. 

Summer estaba a su izquierda, medio escondida tras su figura y sentada en una de las sillas de la sala de espera. Reconocí a su amiga April asu lado. Sus ojos castaños se encontraron con los mío y sus labios dibujaron un intento de sonrisa a modo de saludo.

—¿Alguien quiere un té? — inquirí tras saludar a los presentes, llevado sobre todo por la necesidad de romper el asfixiante silencio que reinaba en ese lugar.

—A mí — masculló Summer mientras alzaba la mirada —. Iré a buscarlos — añadió con la voz débil —. Necesito estirar las piernas.

—Te acompaño — me apresuré a decir al ver como se levantaba y se comenzaba a desplazar en dirección contraria.

Me posicioné a su lado y caminamos hasta una de las máquinas sin intercambiar palabra alguna. La contemplé sin tapujos mientras inspeccionaba el aparato. Llevaba la melena recogida en un moño mal hecho y tenía los ojos rojos e hinchados. 

—Maldita sea — masculló tras introducir una moneda en la hebilla —. Se la ha tragado —. Propinó un golpe a la máquina —. Joder —. Luego, otro —. Mierda — exclamó, y se cubrió el rostro con las manos justo después —. Menuda putada.

—Déjame a mí — intervine para evitar que se la cargara.

Sin embargo, su figura lo impidió. Se volteó en mi dirección y las lágrimas se aglomeraron irremediablemente en sus pupilas. Aguanté la respiración y me descubrí con unas ganas tremendas de unirme a sus maldiciones. Sin embargo, deshice la distancia que nos separaba y la rodeé con los brazos.

—Vaya putada — repitió contra mi pecho.

—Lo sé, rubita — acabé soltando en un hilo de voz.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora