Capítulo 42

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Mantuve los ojos clavados en la carretera durante todo el trayecto en coche. El corazón me iba a mil por hora y una presión asfixiante se había apoderado de mí tras leer los titulares de la prensa.

Sentía el escrutinio de Ben desde el asiento contiguo, pero no me veía con fuerzas suficientes como para enfrentarlo, de abarcar todo aquello de forma sana y asertiva. Tan solo deseaba volverme invisible, desaparecer.

La lluvia impactaba contra la luna del coche de forma persistente. Él había prendido la calefacción del vehículo. Sin embargo, mis extremidades no habían dejado de temblar desde que habíamos abandonado la residencia de los Hardwicke.

Agradecía que Ben me hubiera llevado a un rincón apartado de la vivienda para comunicarme la noticia. Seguía sin creerme que la prensa hubiera sido capaz de filtrar los nombres de mis padres, el de mi hermano.

Había huido de Madrid para escapar del pasado. Sin embargo, el pasado había acabado por encontrarme de nuevo. Y lo había hecho de la peor forma posible.

Nos habíamos marchado de la casa de los padres de Ben sin dar explicaciones. Aun así, cuando regresamos a la sala de estar resultó evidente que Mia los había puesto al día. La lástima que intuí en sus facciones hizo que me dieran ganas de vomitar. Por suerte, logré aguantar el tipo. Lo había hecho en todo momento. No quería desmoronarme.

Las gotas seguían impactando contra el cristal violentamente, rompiendo el inquietante silencio que nos rodeaba. Los recuerdos inundaron mi mente de forma inevitable. Contuve el aliento y tragué saliva.

Ese día también llovía a mares.

Esa mañana, no había cogido el paraguas antes de salir de casa. Según las previsiones del tiempo, tenía que hacer sol. Sin embargo, a última hora de la tarde unas nubes negras se habían apoderado del cielo. La tormenta había comenzado justo cuando abandonaba el aula de la universidad.

Observé como mis compañeros se dirigían hacia la estación de metro de forma apresurada y maldije en voz baja. Había quedado con Marina al cabo de una hora. Sabiendo como se colapsaba el metro cada vez que llovía, no llegaría hasta dentro de dos como mínimo.

Por suerte, conseguí contactar con Carlos y le pedí que me recogiera en las puertas del campus. Mis padres trabajaban hasta tarde y él no tenía nada mejor que hacer, por lo que me tranquilizó enormemente ver que vendría a por mí lo antes posible.

El coche se detuvo frente al portal de mi casa y me bajé sin esperar a que Ben me acompañara. Lo vi aparcar de forma apresurada por el rabillo del ojo mientras buscaba las llaves en el bolsillo de mi chaqueta. Cada vez llovía con más intensidad, por lo que se me resbalaron al suelo y tuve que agacharme para recogerlas.

Cuando me incorporé, me percaté de que se había reunido conmigo y había desplegado un paraguas para resguardarme de la lluvia. Respiraba con pesadez y me contemplaba con evidente preocupación.

Evitando su escrutinio, introduje la llave en la hebilla y entré en el rellano lo más rápido que pude.

Subí hasta mi piso por las escaleras. El temblor de mis manos no impidió que lograra abrir la puerta.

Una vez en el interior, Ben dejó el paraguas en un rincón e hizo el intento de ayudarme a quitarme la chaqueta. Sin embargo, le di la espalda antes de que pudiera hacerlo.

Al cabo de un buen rato, decidí resguardarme en la cafetería más cercana. Lo había llamado más de tres veces y seguía sin contestarme.

—Me va a oír — dije para mí misma.

Efectos secundarios [2.5].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora