Capítulo 9 | Buscando empleo

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 Al salir de la clase de arte, le envío inmediatamente un mensaje a Donovan

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 Al salir de la clase de arte, le envío inmediatamente un mensaje a Donovan. Este bueno para nada ya no está en West High. ¿Quién va a ayudarme con mi proyecto sobre pinturas simbolistas? Bloqueo la pantalla del celular con frustración. No es hasta que Archibald me toca reiteradas veces el hombro que noto que está llamándome.

 —Eh, Bai —me alcanza—. ¿Quieres hacer algo después de clase?

 —En realidad, ya tengo algo que hacer. Si quieres, puedes acompañarme.

 —¿Qué haremos?

 —Tengo que repartir currículums. El otro día llevé uno a Hope's, pero Ronnie me dijo que no están buscando gente por ahora.

 Él frunce el ceño, confundido.

 —¿Por qué buscarías empleo?

 No sé si mi amigo es idiota o... cualquier sinónimo de la palabra. Le explico, como si fuese un niño pequeño, que es lo que hacen las personas cuando necesitan obtener una remuneración. Imbécil.

 —Bueno, podemos vernos otro día —cambia de opinión, haciendo una mueca. Pongo los ojos en blanco.

 —Como quieras, Archie.

 Aún tengo un rato libre antes de la próxima clase, así que me reúno con Angie, Stassie, Elina, y unas cuantas chicas más. No falta mucho para que la temporada de los Riders inicie, y por ende las prácticas con las animadoras se vuelven más exigentes. Últimamente, parece ser de lo único que hablan. Mis amigas y yo intercambiamos ideas sobre las cosas que deberíamos interpretar o modificar en nuestra rutina, y poco después inician los cotilleos. Parece ser que, recientemente, Alpha Omega estuvo haciendo de las suyas y los chicos y chicas de último año son, como casi siempre, los protagonistas.

 Cuando salgo de la escuela me despido de mi grupo y decido caminar directo al centro. Si bien comienza a haber días frescos, los últimos vestigios del verano se agradecen y aprovechan. Con un poco de suerte, la mayoría de las tiendas estarán abiertas.

 No estoy muy segura de a qué clase de empleo aspiro, pero sí tengo muy en claro lo que no quiero. Nada de call centers o locales de comida rápida —de las grandes franquicias, al menos—. Con esto en mente, me doy una vuelta rápida para ver cuáles son mis opciones.

 No me malentiendan, ambas clases de trabajo son respetables, pero sé la energía mental que demanda atender ese tipo de público y me considero lo suficientemente sensible como para no resistirlo.

 De las diez hojas que imprimí, cinco son destinadas a locales de ropa. Honestamente, es lo que más me interesa. Las otras se reparten entre un restaurante, una agencia de bienes raíces, dos clínicas privadas y una heladería. No se me había ocurrido antes, pero pienso que es una buena idea buscar empleo por internet también. Lo tendré en cuenta para cuando regrese a casa.

 Antes de volver, decido pasar por una librería a comprarme un corrector. La última vez que vi el mío, algunos de mis compañeros lo hacían volar por el salón. Obviamente tengo que darlo por perdido. Cuando entro a la tienda, escucho que algunas personas discuten en la calle, y como buena cotilla giro la cabeza para ver qué ocurre. En eso, me choco con alguien que camina en dirección opuesta. Me apresuro a disculparme.

En pocas palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora