Capítulo 41 | Chico Bestia

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 Después del almuerzo, los abuelos de Stella deciden dormir la siesta

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 Después del almuerzo, los abuelos de Stella deciden dormir la siesta. Según nos explican, es lo que se hace mayormente en pueblos pequeños como este.

 Donnie y su novia optan por recluirse durante un par de horas. El "siéntanse como en casa" incluye tácitamente un "somos pareja y también queremos tiempo a solas", de manera que no me siento molesta. Mientras ellos se van a hacer una caminata vaya a saber por dónde, husmeo qué está haciendo Bruce.

 —No me hagas ponerte una orden de restricción, Monroe —comenta sin voltear. Se ha dado cuenta que estoy justo detrás, intentando espiar por encima de su hombro.

 —¿Hacemos algo, Chico Bestia?

 —¿Qué tal jugar a las escondidas? Tú te pierdes y al rato te encuentro.

 —Siempre tan amable —bufo, fastidiada.

 Finalmente se da vuelta, dedicándome una sonrisa maliciosa. Sabe que su comentario no me ha caído en gracia.

 —¿Qué te gustaría que hagamos? —inquiere, acortando ligeramente la distancia entre ambos. Es suficiente para darme cuenta de que mis mejillas comienzan a sonrosarse, mas espero que no ponga especial atención en ese detalle.

 Esto se siente verdaderamente raro. Usualmente soy más aventada si de chicos se trata, y no me hago mucho problema por sus reacciones para conmigo; sin embargo, tratándose de Bruce es diferente. De verdad me intimida la idea de ser rechazada. No es como las personas que frecuento, llegar a él requiere más dedicación. Además, es como si un paso en falso pudiera echar todo mi progreso por la borda. ¿Insinuarme o no hacerlo?

 —Podríamos caminar un poco. Seguir el sendero de la parte trasera de la granja. Tal vez recorrer el centro.

 —Lo que quieras —dice por toda respuesta, encogiéndose de hombros.

 Transitar el sendero es mi opción predilecta, pero después de pensármelo por un momento, me doy cuenta de que no debería ser así. Usualmente gozo de su particular compañía en las situaciones en las que decido meterme, pero nunca sé que es realmente lo que quiere él.

 —No —niego con la cabeza—, mejor hagamos lo que quieras tú. Siempre me acompañas, toca que te devuelva el favor.

 —Entonces desaparece —replica con su usual monotonía.

 Aprieto los labios en una fina línea. Realmente me gustaría llevarme bien con él, pero hace de lo más insignificante algo complicado. Asiento en silencio, decepcionada y ofendida con su comentario, mas sin estar dispuesta a hacérselo saber. Decido que lo mejor será encontrar algo con lo que entretenerme por mi cuenta, así que me giro dispuesta a marcharme.

 —Es una broma, Monroe —dice en voz muy baja, tomándome del brazo con suavidad—. No te lo tomes tan a pecho.

 —Es difícil cuando la mayoría de las cosas que me dices son desagradables. Entiendo que es parte de tu forma de ser, pero me cuesta lidiar con eso.

En pocas palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora