Capítulo XXVI

76 10 29
                                    

Jesper 

Cuando el chillido de un halcón inundo mis oídos, supe que ya había amanecido, salí de mi cama, para echarme un baño y cambiarme de ropa. Louis y Yeff también estaban despertando, cada uno en su respectiva litera.

Me encontraba con un buen humor, aunque ayer todo se haya convertido un desastre con Vaden, amaba las mañanas y nada arruinaba mis mañanas.

Ya en la cubierta, nos quedamos ahí unos minutos esperando que los demás despertaran.

Piero bajo del mástil mayor y se posó en mi brazo, desde el día en que Nerea se fue y me encargó a Piero, lo he cuidado y alimentado cómo ella me ordenó.

—Terminaste el desayuno, Piero.

Mi vista viajo hasta Louis, que traía una terrible cara de cansancio y cada cierto tiempo templaba ligeramente, una cobija cubría su espalda y unas grandes bolsas se crearon debajo de sus ojos negros.

—¿Te encuentras bien? —pregunté acercándome a él.

—Como si un hipopótamo me hubiera pasado por encima, creo que eso no es estar bien.

—Es lo que hace las bayas moradas. —sonreí—. Sabes que Jade no lo hizo con intensión de lastimarte.

—Claro que lo sé, Jade solo quería ayudarme, talvez ya estaba algo frustrada de escuchar mis intentos fallidos por invitar a salir a Henry.

Le di una mirada cómplice.

—¿Qué?

No respondí, mi sonrisa se ensanchó aún más.

—Solo dime que no hice el ridículo frente a Henry.

— No, no es eso, él no estaba, es solo que...

—¡Que Jesper! Habla.

—Bueno, Henry llegó horas más tarde, después de que Narumi te haya dado el té de algas. Él se ofreció a cuidarte toda la noche.

—¿Toda la noche? —Habló con un pequeño suspiro.

—Toda la noche.

—Eso explica por qué mi almohada olía a un perfume diferente.

Sonreí ante el comentario y Louis se dio cuenta de lo que acababa de confesar.

—¿Así que durmieron juntos?

—No losé desperté y él no estaba.

Piero me miró con sus grandes ojos y luego extendió sus alas para volar devuelta al mástil mayor.

—Escucha Louis, le importas, y sé que también le gustas, así que deberías invitarlo, No pierdes nada con intentarlo, decirle a alguien lo mucho que te gusta no te denigra, no pierdes la dignidad.

—Es irónico, como puedo repartir golpes y subirme a un ring sin ninguna lastima, pero hablarle de lo que siento es aterrador y jamás se me dificultaba hablar de estas cosas.

Más irónico es que yo, el chico rubio que no se atrevía a confesar sus sentimientos, sus secretos más profundos, esté alentando a este chico de ojos negros, para que sea honestó con su amante pelirrojo y pecoso. Me parecía un tanto hipócrita.

La voz de Jade me sacó de mis pensamientos.

—¡Louis! Por los reinos, dime que estas bien. —Se acercó a nosotros.

—Estoy mejor Jade y antes de que lo digas, no te preocupes no fue tu culpa.

El moreno se dejó abrazar por la chica de cabello trenzado.

Robo a la CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora