CAPÍTULO 30

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No estaba a mi lado, ahora me doy cuenta que se siente un vacío cuando él no está. Me dijo que iría a la cocina, pero ya pasado casi una hora y no regresa...

—¿Será que se fue al jardín?—hablo conmigo misma tratando de encontrar una respuesta.

Quizás sí, ya he descansado lo suficiente, así que decido ponerme de pie e ir a buscarlo.

Antes necesito arreglarme, no quiero lucir como siempre, quiero verme bien y tener la atención de Keiner, la verdad es que jamás he sido así, no sé ni siquiera porque lo voy hacer.

Escojo un short jean pequeño, un top negro que se ajusta en las partes correctas y unas sandalias del mismo color. Sigo con mi rostro, tapo mis pronunciadas ojeras, un poco color en mis ojos, rímel y un brillo que hace que mi mirada resalte, dejo mi pequeño cabello suelto y completo todo con un labial rojo.

Me miro en el espejo y por primera vez en mucho tiempo, me gusta lo que veo. Los días en los que estuve encerrada fueron en los que más evitaba mirar mi reflejo, siempre estaba hinchada a causa de los golpes y el llanto.

Lo único bueno que me dejó ese encierro es que pude superar mis ataques de ansiedad, sabía que los tenía, ni Laia, ni Iker ni siquiera Keiner me lo habían dicho de frente, pero no soy estúpida, sabía perfectamente que me mantenían sedada para poder controlar el dolor. Siempre fingí que no sabía el origen de esas pastillas.

Cuando estuve encerrada aprendí a sobrellevarlo, no había sedantes, así que recordaba muy bien el día de la muerte de Asher, el día en que me avisaron que papá y mamá habían muerto, todo y cada uno de los momentos que me destrozaron. Pero en ese pequeño cuarto no podía hacerme daño a mí misma, siempre cuidaban que los únicos que me hicieran daño fueran ellos, así que simplemente aprendí a controlar mis ataques yo sola, normalmente pensaba en algún otro momento de mi vida donde fui feliz, recordaba a Asher y a sus abrazos, a mamá y a papá con sus palabras de aliento, pude sanarme yo misma, sin pastillas. Viendo el miedo cara a cara, lo pude vencer.

Pero eso ya está en el pasado, lo único que recuerdo de esos meses es haberlo pasado muy mal, así que no tengo porque traer esos recuerdos a mi mente, la chica que ahora está viéndose al espejo es aquella que va a tener muy pronto una nueva razón de vivir, un sobrino, y que ahora tiene a lado a un chico que quiere intentarlo todo por estar con ella.

Tengo que comenzar de cero y eso incluye que Keiner sea mi nuevo comienzo...

Salgo rápidamente de la habitación en busca de él, primero voy al jardín donde había sido nuestra boda, pero no hay absolutamente nada, sigo por la cocina y tampoco tuve alguna señal de que estuviera ahí, sigo por su habitación y nada.

Ya estoy perdiendo la paciencia, quizás ni siquiera esté en la mansión.

—Hola Rocío—la única que pasa por cada rincón de esta mansión es Rocío, la señora de limpieza, si alguien pudo haber visto a Keiner, sin duda sería ella.

—Buenas tardes señorita Foster ¿Qué necesita?—-responde amablemente.

—No es necesario que me digas Foster, sigo siendo Amber, la señorita Amber, sin apellidos por favor —aún no estoy lista para que me llamen Foster—¿Has visto a Keiner?

—No señorita, aunque creí escucharlo en una de las habitaciones, creo que fue la primera del tercer piso.

—Eso me sirve, muchas gracias Rocío, que te vaya bien y cuídate mucho.

Sin esperar una contestación subo corriendo las escaleras. Esta casa es gigante y tiene demasiados pasillos, así que, al llegar al tercer piso, ya estoy exhausta.

Amber ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora