17.

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- Ammmm... ¿yo? No, no, gracias- me noto nerviosa- Ya me habéis dedicado tiempo más que suficiente.

- A mí eso me suena a excusa, ¿a ustedes?- bromea Isaza con su típica sonrisa de niño bueno- ¿Tan aburridos somos?

Por un segundo, dudo. Me siento cómoda entre ellos. Son divertidos y me lo paso bien, pero... si Villa se marcha, prefiero aprovechar cada instante a su lado. No se sabe cuándo será el último y sospecho que su novia no tardará mucho en convencerlo para volver a Colombia. Al fin y al cabo, no es tan fácil que le tramiten un permiso de trabajo hasta que pasen tres años.

- Obviamente sí- contesto en tono de broma- En otra ocasión. Prometido. Hoy estoy un poco cansada.

- Listo. Le tomamos la palabra. En otra ocasión será- sonríe Isaza

Descendemos en el ascensor en silencio.

- ¿Te encuentras bien? Estás muy callada.- pregunta Villa

- Estoy bien. Sólo es cansancio- intento sonreír, pero la verdad es que tengo el estómago revuelto ante los últimos acontecimientos.- Tus amigos son muy simpáticos- decido cambiar de tema.

- A ellos también se lo pareces. Isaza no te hubiera invitado a quedarte si no le hubieras parecido agradable.

Llegamos al punto donde nuestros caminos se separan.

- ¿Seguro que estás bien?- insiste en preguntar, agarrándome del brazo y mirándome a los ojos.

- Sí. No te preocupes por mí y disfruta de tu chica.

Él se despide poco convencido y yo me encamino a mi casa con una tristeza que me supura cada milímetro de piel.

Al llegar a casa, me acuesto. No era una excusa el cansancio. Me siento como si me hubieran dado una paliza. Supongo que he perdido la costumbre de salir a correr.

Estoy a punto de dormirme cuando llaman a la puerta. Me extraña. Nadie salvo Villa llama a mi timbre. Echo un vistazo a través de la mirilla. Y efectivamente: es él. ¿Qué hace aquí??

En cuanto le abro la puerta, siento que el estómago me da un brinco y tengo que correr al baño ante la sorpresa de Villa. Me sigue y me sujeta el pelo como lo haría una amiga tras una noche de desfase a las cinco de la mañana. Y me acerca una toalla.

- Lo siento. Qué desagradable espectáculo.- me sonrojo- Pero ¿qué haces aquí? ¿Y Gabriela?

- Antes me dejó preocupado y le dije a Gaby que tenía que venir por si acaso. Y ya ve, no me equivocaba. Correr bajo la lluvia tiene estas cosas.- bromea- ¿Se siente mejor?

- Sí. Estoy mejor. Gracias, Villa. Pero no te quiero molestar más...

Él no me hace caso y me toca la frente.

- Estás ardiendo. ¿Tiene termómetro?- niego con la cabeza- ¿Paracetamol o ibuprofeno?- vuelvo a negar avergonzada. Nunca me pongo mala y de ahí que no tenga botiquín.

Pero Villamil no me lo reprocha. Me acompaña a la cama y me ayuda a acostarme.

- Le voy a traer algo para que le baje la temperatura.

Al poco, vuelve con una caja de paracetamol y un pañuelo sobre el que derrama alcohol y me lo coloca sobre la frente.

Noto que me quedo dormida. Él sigue a mi lado. Le quiero decir que se vaya, pero no me deja hablar.

- Duérmase. Yo la voy a cuidar.

Y con la paz que me provocan sus palabras, me abandono al sueño.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora