19.

79 7 0
                                    

Me despierto. Debe ser muy tarde por la claridad que atraviesa la ventana y Villamil no está a mi lado. Su lugar ha sido ocupado por una nota en la que avisa de que se ha ido a trabajar.

Ayer percibí algo muy especial mientras cantaba con el resto. Y su voz me puso muchísimo. Si hubiese sido un chico cualquiera, lo hubiera empotrado allí mismo. Se nota que su gran pasión es la música, ¿a qué tiene miedo? Por mucho que me duela, tengo que animarle a que se deje llevar por lo que le gusta y le sobra talento. Aunque eso suponga alejarlo de mí...

Y por otro lado, pienso en César. ¿Qué fue a hacer ayer? No me voy a quedar con la duda y tecleo su nombre en mi agenda de contactos. Llamar. Suena dos veces y cuelgo. No soy capaz. Demasiadas emociones. Demasiados recuerdos. ¿Es que aún le quiero? Entonces, vibra mi móvil. Es él.

- Hola César- sueno segura.

- Hola Mai... Cuánto tiempo. ¿Me has llamado?

- Sí. Me han dicho que ayer estuviste en casa.

- Sí. Pero no quise molestarte. ¿Estás mejor hoy?

- Recuperada. Sólo fue un rato. ¿Y tú? ¿Qué querías?

Se hace un momento de silencio que me tensa.

- Quería verte- dice al fin.

- Podrías haber llamado para quedar.

- Ya... pero... fue un arrebato. Llevo un tiempo pensando en ti y no sabía cómo hacerlo.

- ¿Tú? Tú siempre has sabido como actuar.

- Me tienes en alta estima. Pero me equivoco demasiadas veces.

- ¿Cómo estás?- cambio de tema. Me empiezo a poner nerviosa.

- Bien. Sigo trabajando en la empresa... todo bien, igual. Tú sigues viviendo en ese cuartucho...

- No empieces, por favor- le pido.

Cuando estábamos juntos insistía en que me fuera a vivir con él y que abandonara el estudio. Afortunadamente, me mantuve firme e independiente. A saber dónde estaría ahora si llego a aceptar.

- ¿Podemos vernos?- pregunta.

- ¿Para?

- No me lo pongas más difícil...

- No vayas de víctima. Me dejaste tú. Me hiciste polvo. Tengo derecho a saber por qué te ha dado por querer verme.

- Te echo de menos.

- Yo a ti no.

- Vaya... Qué... cruel.

- ¿Cruel? Ni siquiera te has interesado por saber si estoy saliendo con alguien.

- Es que no me importa. Me da igual que el guaperas que ayer estaba en tu casa sea tu nuevo ligue. Quiero verte. Por todos los buenos momentos que hemos pasado juntos. ¿Eso no cuenta?

- Eres un jetas, tío.- le espeto.

- Una oportunidad, Mai, mesedez- me ruega en euskera.

- Ahora. En media hora.- consiento sin pensar.

- ¿Ahora? ¿No estás trabajando? Quiero decir... yo estoy trabajando... en el... trabajo.

- Pero estás hablando conmigo.

- Vale, vale- cede y él decide el lugar.

Media hora más tarde nos encontramos en un bar cerca de su empresa. En cuanto lo veo, el corazón me salta en el pecho. Los sentimientos se me agolpan. Está tan guapo... El pelo rubio, ondulado y despeinado, le cae sobre su perfil de escultura griega. Se vuelve y me clava su mirada aguamarina a la vez que esboza una sonrisa blanca. Me tiemblan las piernas.

Nos saludamos con dos besos tímidos. Hablamos de temas banales durante la escasa media hora que dura nuestro café, pero a él le basta para hipnotizarme con su trato educado y elegante. Todo lo contrario a la conversación por teléfono. Y a mí tampoco me sale ser cortante cara a cara. Me pide quedar de nuevo por la tarde, pero prefiero posponerlo al día siguiente y quedarme escribiendo en casa. Así parezco un poco menos débil a su influjo.

Esa noche, tras toda la tarde leyendo y mirando por la ventana la lluvia que no cesa mientras busco inspiración y medito acerca de los últimos acontecimientos, oigo ruidos en la escalera. Agudizo el oído.

- ¿ Cómo cree que me sentí anoche cuando me plantó por esa vecinita que tiene? ¿Cree que vine a España para pasármela sola? ¿Cree que es fácil para mí? - escucho una voz de mujer.

- ¿Y qué querías? Fue una situación puntual. Se lo avisé. Ella también está sola acá, estaba enferma y soy su amigo. No sé dónde está el problema.

- El problema es que no lo ves, Villa. Soy tu novia, no un plan B.

- No la trato como un plan B. Ni le doy motivo para estos celos.

- Dígame la verdad, Juan Pablo, ¿usted me ama? ¿Quiere que lo intentemos otra vez o qué?

- Claro que la amo. Ya lo hablamos cuando regresó. Quiero estar contigo, amor. Estoy planteándome mi vida acá por volver contigo, regresar a la música con todo lo que me supone.

- ¡Es tu vida, Juan Pablo! Es hora de que lo asuma y la retome. No haga más sufrir a la gente que le quiere. Tus papás están muy preocupados...

- Basta, Gaby. No siga por ahí porque me voy a enfadar. No soy el mismo, entienda eso. No soy el mismo hijo que conoce mi familia ni el mismo chico del que tú te enamoraste. Afróntalo. ¡No lo soy! No me gustan las mismas cosas. Estoy reconstruyendo mi vida de cero. Y no voy a volver a quien fui sólo por darles el gusto.

Entonces, ella baja la voz y ya no escucho lo que le dice. Decido enfrentarme a la página en blanco por novena vez en lo que va de tarde. Hasta que vuelvo a oír la puerta.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora