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Querido Juan Pablo,

Sé que no tengo excusa al no responder a tus llamadas ni por haber tardado tanto en contestar tu carta, y más sabiendo que me dedico a escribir.

En mi defensa, alego no ser tan valiente como tú ni tener las cosas tan claras. Desde que te fuiste, he deseado con todas mis fuerzas olvidarte. No me lo tomes a mal: no es fácil vivir sin el mejor amigo y vecino que he tenido y tendré. Siempre me he prometido no ser tan egoísta como para atarme a alguien y no dejarle vivir su propia vida ni aprovechar la mía.

Pero aquí estoy, frente a tu piano, aprendiendo a tocar esas melodías que me desvelaron tantas noches. No tengo tu talento. Yo también te echo de menos y duele.

Me alegra pensar que cuando nos reencontremos será algo así como la primera vez que nos vimos, como la primera vez que cenamos juntos y compartimos ese silencio mágico. No te lo dije, pero tus ojos verdes perturban y enamoran a partes iguales. Tampoco te lo dije en persona, por vergüenza, pero la primera vez que te escuché cantar en el estudio de Isaza, me elevé varios metros sobre el suelo. No hay nada más placentero como las primeras veces. Y muero por volver a escucharte en directo una primera vez más. Y muero por encontrarme con esa mirada y no ver en ella a un hombre lleno de invierno, sino rebosante de primavera. Por primera vez.

He meditado largo rato tu carta y definitivamente creo que debes permitirte vivir esas experiencias novedosas de las que hablas y darte un tiempo concreto para tomar una decisión. No importa lo que se espere de ti. Elige lo que te hace feliz. Frente al qué dirán, lo que la sociedad o la familia dice que es lo mejor.

Villa, ser muy bueno en algo, no te obliga a dedicarte a ello, aunque parezca lo contrario.

Por contarte algo sobre mí... he empezado a trabajar de manera oficial en una revista nueva con necesidad de redactoras. Supongo que ha influido en mi decisión que mi hermana menor vendrá a estudiar aquí el curso que viene y le quiero dar buen ejemplo. Y estoy contenta. Con el sueldo del mes me he permitido apuntarme a clases de piano y todavía saco tiempo para acudir a un club de lectura. Soy la más joven del grupo y considero un lujo aprender de la sabiduría y sensibilidad de personas mayores, con tanto para contar.

Querido Juan Pablo -no imaginas el afecto profundo que esconde este saludo tan formal y protocolario- cuídate mucho. Yo sigo cuidando de la parte de ti que se quedó en mí, esperando tu retorno.

Te quiero,

Mai

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora