18.

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Duermo mal. Perturbada por la fiebre y el malestar. Tengo pesadillas en las que escucho hablar a César. Ya debería haber olvidado su voz, pero me resuena con claridad. Medio en sueños, medio despierta supongo que todavía le recuerdo y aún me hace daño hacerlo.

Me despierto de golpe con esa sensación de neblina blanca que dejan los malos sueños. Pero me siento mejor. A mi alrededor todo está oscuro. Sólo unos haces de luz se cuelan por la persiana desde las farolas de la calle. Hay un bulto a mi lado en la cama. Tanteo sobre la mesita mi móvil y me ilumino un poco más. Es Villa. Encogido sobre las mantas. Hace frío y me levanto a coger un par de mantas del armario para taparle. Luego, me dirijo al baño y tras lavarme la cara, me observo en el espejo. Tengo un aspecto deplorable.

Me da vergüenza con Villa, pero también ternura. Él me ha estado cuidando. No es muy normal que un chico joven tenga esa sensibilidad y esa empatía.

Cuando vuelvo a acostarme, él se gira y me mira.

- ¿Cómo estás? Anoche te quedaste profundamente dormida.

- Estoy bien. No deberías haber venido... menuda lata te he dado... pero... Te agradezco mucho que estés aquí. Me siento afortunada.

- No tiene importancia. Para eso están los amigos.

- No me quiero acostumbrar... Seguramente no me quede mucho tiempo para estar contigo- se me escapa.

- ¿Por qué dice eso? No he tomado una decisión. Y usted tiene a César.

- ¿César??- pregunto sorprendida- Hace meses que no sé nada de él.

- Ayer estuvo por acá.- me quedo en shock- Fui a hacerle una manzanilla a mi casa (ni para una manzanilla tienes) y dejé la puerta entornada... La cuestión es que escuché un ruido y al entrar, le vi aquí. Le pregunté quien era y me contó. Yo le dije que era tu vecino. Entonces, te dijo algo bajito, en otro idioma y se fue.

Siento que se me pone la piel de gallina. "Agur, polita", se solía despedir de mí en euskera. Esas son las palabras que escuché en mi "no-sueño". No esperaba que se presentara sin avisar. Ni sé cómo sentirme ante la novedad inesperada. Así que me enfado.

- O sea... viene hasta aquí, me ve enferma y es capaz de marcharse así sin más, sin ni siquiera saber en manos de quién estoy. Él sabe que estoy sola. Un poco más de preocupación por su parte no habría estado mal- me levanto y camino de un lado para otro- ¿Ves, Villa? Tiene toda la importancia del mundo que estés aquí, cuidándome. Otros no son capaces de hacerlo. Aunque nos conozcamos desde hace tiempo, aunque nos hayamos querido mucho... argh!!

Tengo ganas de llorar de pura rabia e impotencia. ¿Eso es lo que significo para las personas con las que he compartido tanto y a las que regalé un pedacito de corazón??

- Él no supo cómo reaccionar. Tal vez por eso: porque hacía demasiado tiempo...- hace una pausa y se muerde el labio, como si no quisiera soltar las palabras- Nosotros... Puede que no nos conozcamos desde hace mucho, pero usted sabe que la admiro y que la quiero.

- Me olvidarás con el tiempo. Pero yo nunca podré olvidar lo que has hecho por mí, Villa.

Sonríe en la penumbra.

- Espero que tus palabras sean fruto de la vigilia, porque si no, no te las perdonaré. Yo no te olvidaré nunca, Mai. Creo que ni siquiera sospechas lo que significas para mí.

- ¿De verdad?- pregunto con la mirada húmeda.

- Venga para acá- me anima a tumbarme junto a él y me abraza. Le devuelvo el abrazo y apoyo la cabeza en su pecho- Nos hemos convertido en dos solitarios usted y yo. Pero no creo que lo seamos. En el fondo, necesitamos mucho amor. No podríamos vivir sin el contacto con los demás.- me besa el pelo- ¿Me vas a babear la camiseta hoy también?- bromea.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora