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Intento dominarme, que no se me salga la ira. Una vez, César me dijo que los demás no NOS hacen cosas, somos nosotras las que permitimos que nos afecten. Pero esta tía me puede. No puedo creer que un chico sensible e inteligente como Villa se haya enamorado de alguien así sólo porque es un bellezón.

- Has estado muy callada en el viaje- Isaza se ha quedado conmigo mientras los Vargas se quedaban aparcando y Villa acompañaba a Gaby a casa porque estaba cansada.- ¿Me va a contar qué ha ocurrido con Gabriela?

- Esa mujer me odia, Isa. Ya no sé qué hacer para estar a buenas con ella. Me odia.

- Estos días he notado alguna cosa, pero no me pareció serio. ¿Qué le dijo?

- ¿Tú también lo has visto? Me alivia saberlo y que no sean cosas mías. Hoy he querido aclarar las cosas, pero está imposible. Cree que le estoy metiendo fichas a Villa.

- ¿Le has dicho algo a él? Podría hablar con ella.

- Ni hablar. No me quiero meter por medio y menos con los pocos días que quedan. He sido testigo de cómo ha sufrido Villamil con la separación. No querría ser la causa de una nueva discusión.

- Es buena persona, pero está insegura. Villa no es el mismo tipo que ella conoció.

- Pero es injusto que me culpe a mí por eso.

- Lo sé.

- Por fa, Isa, no le vayas a decir nada a Villa. Gracias, por escuchar y sostener mi malestar.  Es todo cuanto necesitaba.- le pido.

Los Vargas no tardan en llegar. Villa nos llama para avisar de que su chica se encontraba mal y se quedaba con ella. Me entristece, pero no voy a perder la oportunidad de disfrutar con el resto de la banda.

Salimos a cenar un plato combinado y después vamos a tomar unas copas a un garito que conoce Moncho. Ponen buena música, pero hasta que no bebemos la tercera copa, no nos animamos a salir a la pista de baile.

- Señorita, vamos a bailar- es Marto el primero en ponerse en pie.

Bailamos los cuatro durante un buen rato. Hasta que veo a Villa en la barra. Me está mirando y me saluda con la mano.

- ¿Cómo está Gaby?- le pregunta.

- Cansada. Sólo eso.

Temo que le haya dicho algo de lo sucedido o que me haya criticado o incluso con algo falso y espero a que me reprenda de alguna manera, pero sonríe.

- ¿Quieres... bailar?- le invito.

- Me encantaría.

Le tomo de la mano y me sigue a la pista de baile. Después de varios días sintiéndolo tan lejos, bailar con él me inunda de sensaciones intensas. Es como si no hicieran falta las palabras. Como si nos conociéramos desde siempre. Como si intuyéramos nuestro siguiente movimiento al bailar. Sin embargo, le noto triste.

- ¿Estás bien?

- Sí, claro- vuelve a sonreír. Pero han sido demasiadas noches estudiándonos en silencio y no puede engañarme. Le arrastro hacia la salida.

- Cuéntame.

- No es nada, Mai, en serio.

- Pensaba que éramos amigos.

- Claro que lo somos.

- Me has abierto tu corazón otras veces.

- Estoy confundido. Ni siquiera sé poner palabras a lo que estoy sintiendo.

- Prueba a empezar. Es normal estar nervioso. Vas a dar un paso importante.

- No son sólo nervios. Es que a mí me gusta mi vida. Me gusta quien soy aquí. Ahora. Contigo. Pero todo el mundo parece saber qué es lo mejor para mí y coinciden en que es tener la vida que tenía antes del accidente.

- ¿Y tú qué quieres?

- Yo quiero quedarme acá. Seguir pintando y tocando el piano.

- Pero la música te apasiona.

- Puedo seguir creando y tocando acá, como hasta ahora. Todos esperan demasiado de mí, Mai. Sólo descanso y puedo ser yo plenamente contigo.

- Villa, no digas eso. Te quiere mucha gente. Y yo también creo que debes dar un paso adelante por tu familia. Esto siempre lo vas a poder recuperar, pero sin conocer lo que dejas atrás no puedes tomar una decisión. Es como un juego. No es definitivo.

Me abraza y siento que carga con todo el peso del mundo sobre sus hombros.

- Vámonos a casa- pide.

- Vale. Aviso a...

- Déjalos. Son mayorcitos.- suplica con mirada lánguida.

Me pone triste verlo así. Durante los últimos días se ha mostrado alegre, arrollador, divertido... ¿era sólo fachada?

Le beso en la frente y caminamos hacia casa. Entro con él en su piso. Como en sus peores momentos de tusa, sospecho que no podrá dormir.

- ¿Necesitas algo?- pregunto mientras se quita la cazadora y la tira sobre el sofá.

- Quédate conmigo.

Me siento a su lado y le froto la espalda. Está tenso.

- Estás todo contracturado. Quítate la camisa.

- Tú y tu interés por verme desnudo.- bromea, mientras me hace caso.

- No te hagas ilusiones. No hay mucho que ver- me burlo. Pongo un cojín en el suelo y le indico que se siente para poder darle un masaje.

- ¡Auuu!- se queja.

- Lo siento.

- No sabía que era masajista.

- He hecho mis pinitos- sonrío a su espalda.

- Gracias- agradece cuando termino.

- Mañana te dolerá un poco- informo, agarrando mi bolso para irme.

- ¿Se va?

Sonrío.

- Sí. Descansa.

- ¿Por qué no se queda conmigo?

- No creo que a tu novia le hiciera mucha gracia.

- No le gusta nada que tenga que ver con usted, ¿cierto?

- ¿Por qué dices eso?

- ¿Le ha dicho algo ofensivo?

- No... Está-está todo bien con ella- miento.

- Listo. Si se quiere ir... Que sueñe con los angelitos.

- Igual tú. Buenas noches.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora