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Han transcurrido varios días sin noticias de Villa. Creo que se ha ido mientras yo estaba fuera porque hace bastante que no escucho ni un ruido. Sospecho que mañana no se presentará a nuestra cena de los viernes. Tengo la sensación de que hice o dije algo inapropiado, pero no logro acertar el qué. Me reprocho no haberle pedido el móvil ni a él ni a sus colegas. 

No obstante, no soy una persona obsesiva y no me voy a rallar. Quizás, se haya tomado unos días y no me ha avisado. Tampoco tiene porqué.

Entonces, lo oigo. Alguien está subiendo las escaleras. Habla con otra persona. Espío a través de la mirilla, cual vieja cotilla.

Es él. Le acompaña Isaza. Parecen discutir, pero sin levantar la voz. Cuchichean. Villa gesticula mucho con las manos. Entran. Al poco rato, se les oye gritar, aunque no entiendo lo qué dicen. Tengo la tentación de intervenir: odio que la gente se pelee. Me controlo y espero.

Cuando se cierra su puerta, abro la mía y me acerco a la de mi vecino. Isaza está bajando las escaleras de dos en dos, pero me ve y vuelve a subir.

- No es buena idea- me dice.

- ¿No es buena idea qué?

- Pensaba llamarle ¿no? Estas paredes son de papel. Nos ha tenido que oír.

- No he escuchado sobre qué discutíais, si eso te relaja.

- ¿Me regalas un vaso de agua?- pide de pronto.

Estudio la situación. Isaza sonríe, modificando su expresión, aunque sigue acalorado. Tiene cara de buena persona.

- Elevar la voz reseca las cuerdas vocales.- busca una excusa.

- Anda, pasa- cedo- Tengo jengibre. Si quieres una infusión para aliviar la inflamación de garganta.

- Te agradezco, pero no es necesario.

Accedemos a mi diminuto estudio. Isaza mira alrededor, mientras le lleno un vaso con agua. Mis paredes, al contrario que las de su amigo, están desnudas. Mi intención es que fuera un domicilio temporal hasta que encontrase algo mejor, sin embargo, no se ha dado la ocasión. Y los alquileres están por las nubes. Todavía tengo la mayoría de mis pertenencias en cajas apiladas en el armario.

- No es muy diferente al de Villa- comento- Siéntate, por fa. ¿Tienes un rato?

- Claro. Precisamente, quería hablar contigo.- dice, acomodándose en el sofá- No sé cómo pueden vivir acá...

- Bueno. Mejor esto que nada.

- Ay, discúlpame Mai. No pretendo juzgarte.

- No. Da igual. Si me permites, ni tú ni los hermanos Vargas parecéis familiarizados con... bueno... con pasar necesidad y vivir al día.

- Tienes razón. No sé en qué se nota. Pero es así. Y Villamil tampoco. Aunque no lo recuerde...

Alzo una ceja. Villa me confesó su miedo a los recuerdos. Y ahora tengo la impresión de que Isaza está apunto de revelarme su secreto mejor guardado.

- ... hasta hace unos meses... no llega al año... Villa no es quien crees... De eso me gustaría hablarte.

- Espera- le detengo- Eso que me quieres contar, ¿implica a Villamil? ¿Tiene que ver con vuestra discusión? Porque le puedo invitar a venir y me lo contáis entre los dos.

- Ese es el problema, Mai. Que él no quiere hablar. Prefiere vivir en una mentira y no...

- Entonces, respeta a tu amigo, ¿no? Si también es su vida, tal vez no esté preparado para hablar del asunto.- hago una pausa. Isa me mira, confundido- Isa... Villa me abrió su corazón hace unas semanas, sin conocerme de nada... No le pidas más y dale tiempo. ¿Por qué tanta prisa?

- Está tirando su vida por la borda...

- Sea lo que sea... Se está curando... ¿O es que no ves que tiene la tristeza tatuada en la mirada?- estiro el brazo hasta poner mi mano sobre la suya- Sé que sois buenos amigos. Os he oído reír muchas veces. Es todo cuanto necesita. Que estéis con él. Incondicionalmente. Que sepa que la vida es digna de ser vivida.

Isaza suspira hondo. Se quita el sombrero y juguetea con él.

- No lo sé, Isaza. No soy quien para dar lecciones de nada y tú conocerás mejor a tu amigo que yo. Es sólo... si te ayuda tener otro punto de vista, para meditarlo.

- Ay, Mai, te lo agradezco. En estos momentos, creo que la que más conoce a Villa... eres tú.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora