21.

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Podría pasar la mañana durmiendo, pero no lo hago. Estoy de subidón y las musas me visitan en cuanto me siento frente al teclado. Y cuando termino me arden los dedos y el corazón, mientras que el café se ha enfriado sobre la mesa.

Ha sido una noche maravillosa y estoy llena de energía. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien y me sentía tan llena de vida. Además, con Villamil me siento tan auténtica... Él es tan noble, con tan pocos prejuicios... Me vienen flashes de su risa, de las cosquillitas que me producía su barba cada vez que se me acercaba a decirme algo al oído, el tacto de sus manos sobre mi piel al bailar, su mirada profunda en la que siento que me hundo... Dios mío, no me puedo estar enamorando de él. No me estoy enamorando. A pesar de esa sensación en el estómago. A pesar de la piel de gallina. A pesar de que ha estado todo el tiempo en mi cabeza mientras escribía....

Niego. Necesito estar ocupada. Me pongo a cocinar. Pronto será la hora de comer. Preparo un par de fiambreras para mi vecino que vendrá con hambre. Arroz y verduras al wok, mi especialidad. No doy para más. Y mi despensa tampoco. Se lo dejo en la manilla de la puerta con una nota. "Deberías ponerte a Vivaldi mientras pruebas mi comida, que es otra gran obra de arte. Gracias por lo de hace un rato. Descansa".

Mientras me preparo para la cita con César, recibo un whatsapp. Es Villa. "Qué escondido tenías lo de ser cocinera. Muy rico todo, casi tanto como lo vivido. Me voy a echar la siesta más larga del mundo. Luego, he quedado con los perros y Gaby. ¿Te unes?" Le mando caritas riendo y con corazones en los ojos por el elogio a mis recetas. No creo que sea buena idea quedar con Gaby, que ya me odia, pero no se lo digo: "No puedo. Pasadlo bien".

César me espera en el portal y caminamos hasta una cafetería cercana. Nos ponemos al día sobre nuestras vidas. Desde que terminamos, no han cambiado en absoluto. Yo me muestro agradable. He reflexionado sobre cómo comportarme con César. No le guardo rencor, ya no me hace daño porque no le quiero. Me sigue pareciendo guapísimo y cuando le veo, tantos recuerdos bonitos llegan a mi mente y las sensaciones que los acompañaron. Pero es pasado. En estos meses, he cambiado. Quizás mi vida es la misma, pero yo no. Y estoy curada. ¿Cómo? Villa me ha curado las heridas, sin que ni él ni yo nos demos cuenta.

- Quería disculparme contigo, Mai. No me porté bien contigo. Yo te quería. Te quiero. Pero los comentarios malintencionados pudieron conmigo.

- Es pasado, César. No pasa nada. Lo he superado. Por eso yo tambien quería pedirte perdón. El otro día por teléfono fui una borde.

- Lo entendí perfectamente. Aunque no quiero ser tu pasado, Mai.

- Podemos ser amigos.

- Entonces es verdad. Ese tío es tu novio.

- No estoy saliendo con nadie.

- Pero estás enamorada.

- No... ¿qué dices?- hago una mueca y arrugo la nariz.

- Me dijeron que os vieron muy... compenetrados...

Me pongo a la defensiva. ¿Así que por eso se ha vuelto a poner en contacto? ¿Quería saber si estaba saliendo con un chico con el que me vieron por la calle?

- Bueno, pues ahora que has saciado tu curiosidad, puedes irte ¿no?

- ¿Qué? No... no puedo creer que pienses... Aunque no me creas, no te he olvidado en todo este tiempo.

Suspiro. ¿Y ahora qué? Me levanto.

- Me voy a casa.

- ¿Puedo acompañarte?- me encojo de hombros- ¿Amigos, sí?

- Si quieres.

Llegamos al portal. No le ofrezco subir.

- Espera un segundo. Tienes una pestaña...

Se acerca y me toca la cara justo en el instante en que se abre la puerta y sale Villamil, Gabriela y sus tres amigos. Todos tienen cara de sorpresa, salvo Gaby, que sonríe satisfecha.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora