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Pasan los meses con una monotonía a la que estoy acostumbrada y en la que me ahogo, pero también me acomodo.

La relación con Villa es, sobre todo, epistolar. A veces, nos llamamos, como si necesitásemos escuchar la voz del otro, pero no somos capaces de abrirnos como por escrito.

También he recuperado el contacto con César. A menudo, se pasa por la revista y salimos a tomar un café, incluso a comer. Es un buen tipo. Aunque no voy a permitir ningún tipo de relación más allá de una sincera amistad. Me gusta estar con él. Es un hombre inteligente, culto, con sensibilidad para ver la belleza tanto en una obra de arte como en el vuelo de las aves surcando los cielos. Aprendo con él.

Hoy hemos quedado para cenar. Quiere que vaya a su apartamento porque será él quien cocine. No es lo habitual, pero refirió que era urgente proponerme un plan que si acepto, me cambiará la vida.

- Buenas noches - le saludo mostrando mi mejor sonrisa y la botella de vino que llevo para brindar por los grandes planes.

Me espera con el delantal puesto y el pelo recogido en un moño despeinado. Nada más entrar, percibo un olor fuerte a especias. Curry, cardamomo...

- ¿Qué estás cocinando?- pregunto con curiosidad, acercándome al fuego.

Siempre me admirará lo limpio que es este hombre. Lo tiene todo recogido y la encimera limpia, a pesar de que lleva un buen rato entre fogones.

- Cierra los ojos y abre la boca- me pide.

Lo hago y me da a probar. Pica un poco, pero está buenísimo. Y se lo digo.

- ¿A dónde te traslada?

- A Asia, claro.

Sonríe con picardía. Sólo cuando finalizamos la cena, se digna a contarme los motivos.

- Quiero que vengas conmigo de mochilera a India y Nepal.

- Estás loco.

- No. Sé que necesitas encontrar tu lugar, Mai. Esta no es tu vida, la vida que quieres.

- ¿Y tú qué sabes?- sonrío con tristeza.

- Te conozco bien. ¿Mai acostumbrándose a la vida acomodada y a una rutina? No es para ti. Asia es otro mundo. Te vendrá bien cambiar de aires, conocer otra cultura, su espiritualidad...

Tiene razón. Me conoce demasiado bien. Y me ilusionan sus planes de viaje.

- Fuiste tú quien me ofreció un empleo estable.- digo en lugar de agradecerle la oportunidad.

- Me preocupo por ti. Tienes talento. No quiero que lo desperdicies. Pero no me cambies de tema. Dime que me acompañarás.

Doy el último trago a mi copa. Sonrío. Y asiento. Y este gesto es suficiente para que me empiece a contar qué ha comenzado a organizar. Él ya ha visitado esos lugares con anterioridad y conoce rutas, costumbres... sabe desenvolverse.

Yo... ni siquiera sé por qué he dicho que sí. Supongo que tiene razón César. Necesito un cambio. Vencer esta apatía mortal de la rutina. Me gusta mi trabajo. Es escribir. Pero necesito algo más.

Viajaremos durante los dos meses de verano. Espero sobrevivir a este invierno gélido...

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora