9.

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Vemos una película, pero no me entero apenas de la trama. Antes de que apaguen las luces, rozo sin querer la mano de Villa en el reposabrazos. Él me mira y una corriente eléctrica me sacude por dentro. Su mirada me sigue penetrando y me da miedo no poder esconderle mis secretos.

- Lo siento- susurro para romper esa conexión magnética que me ha atrapado.

- Siento que la conozco desde siempre.

Aquellas palabras me dejan fuera de juego. No vale. No me puede decir eso así y... y luego ¿qué? Por fortuna, las luces se apagan. Nos quedamos a oscuras. Sólo la luz de la pantalla me permite intuir, de reojo, que él continúa con sus ojos fijos en mí. Tengo calor y me quito la cazadora. Cuando le vuelvo a mirar, de soslayo, adivino su perfil. Suspiro aliviada.

Durante todo el tiempo que dura la peli reconozco que disfruto. No de la fotografía ni del guión. Sino de su presencia tan cerca de mí. Si alargarse un poquito los dedos, lo tocaría. Su aroma natural, que define su esencia. Se me eriza el vello de los brazos. No sé qué me pasa y no voy a reflexionar sobre ello.

Tras la salida de cine, vamos a cenar y luego nos despedimos de los amigos de mi vecino, que madrugan al día siguiente. Villa y yo caminamos hasta nuestro portal.

- ¿La ha pasado bien?

- Muy bien. Gracias por la invitación. Tus amigos son geniales.

- La verdad que sí. ¿Y la película? ¿Te ha gustado?

- Sí. Ha estado bien- soy escueta. No quiero que sepa que no me he enterado de nada.- ¿Y a ti?

- No la he visto.

Hemos llegado a casa y saco la llave para abrir.

- ¿Cómo que no la has visto?- río, aunque un torbellino me revuelve el estómago- Estabas a mi lado en la sala.- me refugio en la penumbra del interior del portal y sostengo la puerta para que pase.

- Seguramente por eso no la vi. Tenía cosas más interesantes que han desviado mi atención.- sonríe con malicia.

Nuestras miradas se cruzan durante un segundo. Al instante siguiente, lo hacen nuestras bocas.

Ascendemos por la vieja escalera besándonos, como bailando para no tropezar y que se rompa la magia. Buscamos a tientas los interruptores de la luz hasta alcanzar el último piso. Lo empujo hasta que su espalda choca contra la pared. Sus brazos me rodean con fuerza y no quiero despegarme de él. Sus labios descienden por mi cuello y un latigazo de placer recorre todas mis terminaciones nerviosas. Se detiene para abrir su casa y basta para que me dé cuenta de lo que pretende.

- No, Juan Pablo- le digo con dulzura.- No podemos.

- ¿Que no qué?- me sonríe y vuelve a aproximarse a mi boca, pero me separo.

- No vamos a hacernos esto ¿no?- le acaricio la barba- Todavía no hemos superado nuestras relaciones anteriores. Somos personas heridas.

- La pasamos rico- alega en legítima defensa.

- Sí- suelto una risita- No me lo tomes a mal. Ha estado muy bien, pero... no me acuesto con hombres a los que no conozco. A los que no amo. Supongo que sería más fácil ser diferente, pero no lo soy.

Villamil baja la mirada y cuando vuelve a mirarme, la picardía deja paso a la ternura.

- Tienes razón. Le agradezco su franqueza. Yo tampoco soy así. Supongo que me dejé llevar.

- Lo entiendo. Somos espejos de lo que nos duele.- sonrío y me agacho a recoger la gorra que le he tirado al suelo momentos antes- Buenas noches, Villamil- le deseo.

- Mai- me llama.

- ¿Qué?- pregunto.

- ¿Te puedo hacer una pregunta personal? No quiero perder la oportunidad de hoy.

- Prueba.

- ¿A qué le teme? ¿Qué le duele?

- El silencio. Una eternidad de silencio. Una cárcel de silencio. Por eso, vivo mi dosis de silencio diaria. Hay que tener al enemigo cerca. Para que cuando te venga impuesto, puedas convivir con él. Ganarle la batalla. Que no te hunda. Es mi droga y mi verdugo.- sonrío en un intento de tapar mi tristeza- ¿Y tú?

- A los recuerdos. A no volver a ser quien fui. A no querer volver a serlo. A que los recuerdos de los demás no me identifiquen y que eso suponga una traición. A que mis huellas se borren cuando suba la marea.

- Todas las personas cambiamos, Juan Pablo. Nos rompemos y nos recomponemos con pedacitos de otros. Nos buscamos y nos perdemos. Y quien nos quiere de verdad, nos acompaña. Tú dejarás mil huellas, Villa. Y ni un tsunami ni una tormenta de arena las podrán eliminar.

- ¿Cómo sabes eso?

- Simplemente lo sé. Lo siento aquí- le aseguro, colocando una mano a la altura del corazón- Como una bala perdida.

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora