34.

61 4 0
                                    

Paso lo que queda del mes organizando la estancia de los Juan Pablos. Se me ocurren un montón de eventos alternativos relacionados con la música y las artes.

La primavera llega al fin con un sol que sólo puede ser mensajero de buenas noticias. Todo en el ambiente parece vestirse de gala para la llegada de mis amigos. Hasta que llega el gran día.

No puedo tomarme el día de vacaciones, pero sí tengo la opción de trabajar desde casa y dividir mi tiempo como mejor me parezca, así que puedo ir a recibirlos al aeropuerto. Llegan a media mañana.

Veo primero a Isaza, seguido por su hermana. Es bastante evidente que es ella por el enorme parecido. Corro a abrazarlo entusiasmada y me presenta a Susana.

- Bueno, listo. Estamos agotados. Vamos a casa a descansar.

- Pero ¿y Villa?- pregunto extrañada.

- ¿No han hablado? Villa no ha podido venir... Pensé que lo sabía.

Siento que se me baja la tensión a los pues y se me abre un agujero en el centro del pecho. Rebusco en mi bolso. No llevo el móvil encima. A saber dónde lo he dejado abandonado. Soy un desastre.

- Lo siento, Mai. Él también tenía mucha ilus...- intenta consolarme Isaza, pero lo interrumpo.

- No pasa nada- fuerzo una sonrisa- Ya hablaré con él. Os acompaño para que descanséis. Os he pedido comida por si venís con hambre.

Hacemos el trayecto hablando animadamente de los proyectos nuevos que provocan su viaje al otro lado del Atlántico. Cuando llegamos al apartamento y me quedo a solas con el chico del sombrero, él me lanza una mirada inquisitiva.

- ¿Seguro que estás bien?

- ¡Claro! Estoy feliz de que estéis aquí. He hecho un montón de planes.

- Pero no somos Villa... De verdad que él hubiese querido estar acá, verte... Pero la familia tira mucho de él. No quieren volver a perderle.

- No te minusvalores. Es genial que hayas vuelto. Tenía muchas ganas de verte. Y Villa... a ver... me da mucha pena, pero es su decisión y son sus prioridades.  No puedo hacer nada contra eso- respondo con más amargura de la que quiero aparentar y aparentando toda la indiferencia que no siento.

- No diga eso... Él...

- Tú no me falles, Isa. Hoy descansad. Pero prométeme que mañana me dedicaréis la tarde.

- Eso está hecho. Tenga el celular a mano.

- ¡Lo buscaré!

Vuelvo a casa caminando. Necesito que me dé el aire. Una sensación de desazón se ha instalado en el centro del pecho. Me siento enfadada. No sé si con derecho o sin él. Y sobre todo, triste. Porque para Villa no soy importante. O, al menos, no tan importante como él lo es para mí. Aunque no puedo culparle. Cada una ama a su manera y no puedo pedir a los demás, lo mismo que yo doy.

Al llegar a casa, encuentro mi móvil entre los cojines del sofá. Una veintena de llamadas de mi amigo en la barra de notificaciones. Y por fin, varios whatsapp. Pide perdón. No me apetece hablar con él, pero justo entra una nueva llamada. Tengo que quitar el doble check azul del whats...

- Hola Villa.

- Por fin, Mai. Estaba preocupado, aunque sé que tienes el celular de adorno.

- Sí, lo siento. Pero bueno... Ya me he enterado de que no has venido- digo tontamente.

- Mai, habrá otra oportunidad. Te prometo...

- No me prometas.- le corto con suavidad- Venir no tiene que ser una obligación. Cuando quieras y puedas, yo estaré aquí.

- Para mí verte no ha sido nunca una obligación. Quiero verte. No dudes de eso, por favor. Todo lo que vivimos juntos, lo que sentimos... ¿crees que lo he olvidado?

- No lo sé. No sé nada. No te estoy echando en cara nada, de verdad. Puedo entender todo lo que tienes allá y te motiva a quedarte. Pero mentiría si te dijera que no estoy triste.

- Te aseguro que nada me hubiese detenido si no fuera por fuerza mayor. Mi relación con Gaby cuelga de un hilo y no es el momento de alejarme. Además, sabes que te tiene celos. Y mi mamá también necesitaba que me quedara. Ha estado sin su hijo mucho tiempo.

Todo me cuadra. Conociendo a Villa, sé que ante situaciones de dolor de los demás, se olvida de sí mismo, de sus deseos. Eso puede estar bien o puede ser una excusa para manipular.

- Villa, no me tienes que dar explicaciones.

- Quiero hacerlo. No quiero que crea que lo que nos hemos escrito en estos meses son sólo palabras.

- Pero lo son. De todas formas, conservo muy bien guardado tu recuerdo. Eso no lo voy a olvidar tan fácil.

- La quiero mucho.

- Y yo a ti.- sonrío al teléfono, mientras saboreo esas tres palabras que han salido de su boca y que van directas al corazón, sin pasar los filtros de la prudencia.

- ¿Cómo has visto a los Isaza?

- Tan bonitos... Tu amigo tiene la capacidad de iluminar lo que toca. Nos veremos mañana. Los he dejado descansando.- Villa se queda callado y aprovecho para despedirme- Tengo que ponerme a trabajar. Hablamos cuando esté con Isa.

- Listo. Cuídese.

- Y tú. Te quiero.

Colgamos. El silencio se cierne sobre la habitación como si pretendiera devorarme. Sin embargo, no sé cómo lo consigue, pero hablar con él me alivia. Me pone contenta. Porque él no ha venido por su familia y su novia y, a pesar de todo, cuando hablamos, siento la preferencia bidireccional. Como que para ambos somos la persona favorita en el mundo. No hay lazos de sangre ni relación romántica, pero me siento afortunada por esta amistad tan auténtica que no cambiaría por nada. Porque me fío y sé que todo lo que Villa dice se corresponde con lo que piensa y siente.

Lo he visto así, de repente, como un fogonazo. Una especie de iluminación. Villa y yo somos almas gemelas, unidas en un lenguaje sin palabras, más allá del tiempo y el espacio.

Y esa certeza logra eliminar la melancolía.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 21, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Misterioso Chico Que Cena ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora