Capitulo 32.

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Quitó su brazo de mi cuello y se sentó en el borde de la cama pasándose las manos por el rostro. Me miró cínicamente, y dijo:
—¿Hablas de tu hermano nuevo? —su intranquilidad era impávida. Como si esa pregunta fuese la oportunidad para salvar el asunto. Tragué saliva sonoramente, le miré fijo a los ojos y negué con la cabeza. Su rostro cambió drásticamente.
—Hablo de la habitación del Sammy que está a unos centímetros de la tuya. —me sorprendí de la fuerza de mi voz. Como si se lo estuviese preguntando sin importarme nada, ni si quiera que se enoje. Y era todo lo contrario, porque lo que más quería era que se mantuviera como antes.
—¡¿Cómo maldita sea sabes de eso?! —Exclamó furioso. Su rostro estaba desconfigurado por rabia que sostenían sus pómulos, me tapé con la sabana sentándome en el borde de la cama. Le miré de una manera indefectible.
—Yo... de casualidad entré pensando que era tu habitación, Justin.
—Demonios ¡Chloe! —me dio la espalda para enterrar su puño en la pared lateral de su cuarto. Bajé mi mirada hirviendo en calor—. Maldita sea, ¡¿Por qué no puedes captar que no debes meterte en mis asuntos?!
Se acercó hacia mí y apoyó sus manos sobre mis rodillas, vi la vena marcada en su frente y como la mandíbula estaba cuadrada de tanto apretarla. Juré que quería pegarme, estrellar su rabia contra mí. No le miré a los ojos, y por esto, pareció enfadarlo más. Porque me sostuvo la mandíbula con mucha fuerza, me hizo mirarlo a los ojos. Y me atemoricé.
—¡Me miras a los ojos cuando te hablo! ¿Está bien? —sus palabras eran amenazas. Mis palabras estaban mudas entre medio de mi garganta—. ¿Qué fue lo que te dije cuando te propuse estar juntos? Dímelo si te atreves a recordarlo—. ¡Dímelo te dije!
—¡Deja de gritarme! —lo empujé del pecho para alejarlo de mí—. ¡Deja de hacerlo! ¡Ya basta! ¡Por favor basta! —me tomó de los brazos hundiendo los dedos sobre mi clavícula.
—¡Repítelo! ¡Maldita sea, hazlo! —gruñó apretándome de los hombros haciendo que me encogiera.
—¡Suéltame! ¡Me estás lastimando! —las lágrimas estaban cayendo sobre mis mejillas, y por sus muñecas.
—¡Deja de llorar por todo! —me empujó haciendo que revotara en la cama. Cerró sus puños, me dio la espalda mordiendo los nudillos de sus dedos tratando de controlarse. Sollocé peor aún, no entendía porque se ponía así por una simple pregunta. Y estaba temiendo, y mucho.
—No entiendo como de un momento a otro puedes tratarme así... —susurré con la mirada perdida.
—¡Porque la cagas! ¡Siempre la cagas! ¿Qué no te das cuenta que no quiero que sepas algo de mí? ¡Entiéndelo maldita sea!
—¿¡Entonces cuál es el maldito motivo para estar juntos, Justin?! —me coloqué de píe para encararlo. Lanzó una maldición, supe que estaba tratando de no exasperarse más de la cuenta. Me temí a su respuesta, la temí mucho. Me vio directamente a los ojos, volvía a tener esa mirada frívola y neutra, y no evité volver al pasado cuando me miraba de la misma manera, con un odio inmutable y desgarrador. Me sentí odiada, me sentí dolida, y en los ojos verdines de él se cruzó una sombra de maldad. Y no sé que fue que ocurrió, que yo ya estaba presintiendo que su comentario me dolería.
Fue una sonrisa egocéntrica que me dedicó, juntó nuestras narices y susurró muy cerca de mis labios.
—Sexo. Sexo, Chloe. Sexo. Ese es un motivo. ¿Por qué quieres estar juntos? ¿Por que realmente crees que podría amarte? ¿Que tú podrías amarme? Eso no pasará.
—Justin Bieber... —susurré para hacerlo deternerse—. ¡Cállate! ¡No es cierto! ¡Porque si me propusiste estar juntos fue por un motivo! No por sexo. Anda. Vamos, admítelo. Dijiste que tratarías de conocerme, que podrías abrirte en cuestión de expresiones. ¿Por qué no lo estás haciendo? —ataqué secándome algunas lágrimas que desbordaban de mis ojos.
Su sonrisa se borró.
—Creí que tú sabrías respetar mis reglas. Porque lo que te dije no fue en vano, Chloe. Fue muy enserio.
—¡Bien! ¡Pues tomémolos enserio!
—Entonces aprende a hacerme caso. No quiero que te incumbas en mi vida. ¿Vale?
—Sólo es una pregunta Justin, ¡Fue una maldita pregunta! —grité exasperada.
—¡Bien! ¿Quieres saberla? ¡¿Quieres saberla, Chloe?! —me tomó de los cabellos de la nuca haciendo que lo mirara a los ojos—. Sammy era mi hermano, ¡Fue mi hermano! Murió ¿Comprendes? ¡Lo mataron! ¿Cómo pueden matar a alguien tan pequeño, verdad? —dijo irónico soltándome—. ¿Eso era lo que querías saber? ¿Querías ser ajena a mi dolor? ¿Querías saber mis debilidades? Pues esa es, mi hermano fallecido. Esa es una. —me miró con un odio infinito. Todo se quedó en silencio, dejé de llorar, dejé de patalear, dejé de respirar, dejé de sentir. Con la tristeza adheriéndose a mi parte más sensible, mi corazón.
—Y ahora que lo sabes, ¡Lárgate! ¡Lárgate por donde te viniste porque no pienso seguir viéndote ahora mismo!
Me lanzó la sudadera y los vaqueros. No pude expresar como me sentía ahora mismo, despechada, sola. Como esas prostitutas que sólo sirven para dar placer y la tiran luego de la diversión. Mi corazón nuevamente se estaba rompiendo y creí que no pude aguantar más. No lloré, sólo le miré. Con decepción, tristeza, tragándome las lágrimas. Me coloqué mi ropa con lentitud sin decir palabra alguna, Justin respiraba con fuerza y supe que me miraba en cada paso. La tensión podía olerla cualquiera.
Terminé por ponerme las zapatillas y me volví a poner de píe.
—Espero que sepas... que luego de esto no quiero que me vuelvas a buscar. Porque yo no lo haré. No soy una perra, ¿Has oído? No soy alguien que puedas desechar como se te la gana, no me prestaré a uno de tus juegos monstruosos. Estoy harta de ello. Sólo te diré una cosa, espero, que estés cinco minutos reflexionando sobre todo esto, diciéndote, ¿Por qué hice aquello? Porque aunque no te des cuenta, aunque no lo sepas. Te quiero. Lo dije, y no lo volveré a decir más Justin. Saldré por esa ventana, y cuando me esté marchando a mi casa y vea que no estás detrás de mí, supe que me dejaste ir realmente.
No esperé su oposición, me sujeté del marco de la ventana para escalar las otras hasta irme por donde vine. Salté las rejas de la residencia y mi corazón estaba hecho añicos, no miré hacia atrás, me metí las manos a los bolsillos de la sudadera y lloré, lloré mucho. Porque no entendía como esto podía suceder, ¿Cómo las cosas podían cambiar tanto de un momento a otro? Últimamente me estaba preguntando eso. Entonces me dije «¿Soy yo realmente la culpable de todo esto?» ¿Era mi culpa? Pero la pregunta era, ¿Por qué? Si yo sólo sentía curiosidad, pensé en sus reacciones. Todavía me asustaba al ver sus ojos chispeantes en cólera «Si le importas verdaderamente no te trataría así» «Si le importas, te hubiera comprendido» «Si le importas, te hubiera dicho.» Y ahí supe que, yo no le importaba. «Te dije que me acostumbraría a soltarme más adelante. Quizás hasta puede ser el próximo año y tú no debes quejarte. Tampoco te esperes a que dedique cosas bonitas, o ni te acostumbres a que te compraré regalos. Olvídalo. Y tampoco te esperes besos ni abrazos.»
No pude dominar todo esto, no pude seguir. Me detuve para apoyarme en un árbol y lloré, me dejé caer sobre el jergón de hojas debajo del sauce llorón. ¿Irónico? Bastante. Miré a mi alrededor, nadie estaba detrás de mí deteniéndome, nadie estaba sosteniéndome del codo para decirme «No quiero que te vayas» Porque eso no ocurriría nunca.
«No voy a creer en ti porque sé los instintos de padre, y él no me trae buena espina. Y te lo he dicho millones de veces. No quiero que te juntes más con ese jovencito, y si me entero Chloe... si me entero de que lo has vuelto a hacer. Haría algo que nunca antes había hecho»
Me oculté sobre mi regazo y no hice más que gimotear. Por un idiota. Y seguí haciéndolo durante unos cinco minutos más, y lo hubiera seguido haciendo de no ser por el remolino de viento que me llegó. Alce mi vista asustada, un escalofrío me recorrió en la espina dorsal continuamente por la nuca. Era técnicamente imposible, ya que estaba muy abrigada. De pronto me sentía observada, como si millones de cámaras estuviesen apuntándome. Me coloqué de píe mirando hacia todos lados. El crujir de las ramas se escuchaban, los setos estaban temblando y la luna se asomó en el cielo. Dejé de llorar cuando algo me invadió dentro de mi cuerpo, un temor infinito.
—¿Quién está ahí? —susurré, mi voz apenas se escuchaba. Era como un sórdido ronquido.
Nadie me respondió, pero el sonido de las ramas aún se escuchaban como si alguien se estuviera acercando a mí. Un mal presentimiento me rodeó, y salí disparada. Corrí lo más rápido que pude, mis píes se enredaban el uno al otro pero seguí corriendo como si no hubiera un mañana. Gimoteaba en el camino hasta llegar a mi casa, era como si alguien me estuviera persiguiendo y yo tratara de evitarlo. Escale sobre el árbol, pero me caí. Chillé exasperada y volví a intentar subiendo, esta vez lo logré. Y mis pasos fueron rápidos y sagaces hasta llegar hacia la puerta de mi balcón. La abrí, me metí dentro y cerré con llave. Cerré las cortinas y mi pecho subía y bajaba del cansancio. Vi la hora en el reloj que colgaba sobre el techo, eran las dos de la madrugada. Me dejé caer en mi cama aún sintiendo esa sensación maligna en mi interior. Lo único que quería; era un baño con agua fría. Y así fue, me metí dentro de la ducha despojándome de mi ropa. Y dentro, lo estaba haciendo del miedo, del cansancio, de la tristeza... de Justin.

Dark Sides - Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora