Capitulo 39.

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—¿Chloe? ¡Chloe! Abre tus ojos. Vamos, hazlo.
Un eco hondo reventó en mis tímpanos, chillidos de cuervos y manadas de aves. Abrí mis ojos con una leve fluctuación. Enseguida los volví a cerrar porque unos rayos centelleantes me obstruyeron la vista. Un graznido seguido por otro se dejó escuchar. Me reincorporé sentándome en el pasto y vi a todo mi alrededor.
Me encontraba perdida en un laberinto de setos y zarzales gigantes, cerámica estaba bajo mi columna
y un millón de aves me miraban como si fuese el ser más extraño del planeta.
Traía un vestido blanco de algodón que caía por mis rodillas y un escote en la espalda que dejaba a ver los omóplatos, unas chinitas angelicales que utilizaban especialmente las bailarinas de Ballet. Ondas de rulos se dejaban caer por mi espalda al igual que mis senos cubiertos por un sujetador negro.
No comprendí nada, ¿Cuándo me había cambiado de vestimenta? Recordaba que utilizaba mis viejos leggings y un suéter desteñido. Y me situaba en la silla de un hospital, no en un laberinto sin salida.
—Chloe. Despierta. —solo una voz podía acelerar mi corazón de una manera alocada. Justin se mantenía a mis espaldas con una sonrisa invariable. Vestía su común conjunto negro y unas alas gigantes estaban a cada lado de sus brazos. Eran negras como todo lo que él vestía, parecía un demonio, aunque su sonrisa era tan angelical como la del mismo Zeus.
No entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo y no paraba de preguntarme
¿Qué hacía Justin aquí?—. Levántate.
El ostensible sonido de sus alas extenderse me hicieron levantarme de golpe. Plumas ligeras y negras como la noche cayeron de pronto como si se estuvieran disolviendo.
—¿Qué... qué ocurre?
—¡Chloe!
Miré hacia la entrada del laberinto donde papá me miraba con el ceño fruncido y con sus arrugas en cada esquina de sus ojos azules. Le miré petrificada, traía alas blancas a cada lado de sus brazos y con un traje de terciopelo.
Sus ojos brillaban al igual que el resplandor del sol.
No entendí nada...
—¿Papá? —exclamé confundida. Ambos comenzaron a volar hasta detenerse en medio del aire. Desafiaban a la atmósfera con sus miradas enfrentadas y llena de coraje.
De pronto, un remolino de árboles comenzaron a elevarse como si el mismo Dios estuviera levántandolo con sus propias manos,
la tierra, y los matorrales comenzaron a elevarse como un huracán con furia. Tuve que sostenerme de mis propios píes cuando sentí un temblor bajo de mí.
Miré hacia el suelo
y me quedé boquiabierta
cuando sentí que la tierra se partía en dos con un estrepitoso rayo sosegador que casi parte justo encima de mi cabeza.
Me tambaleé y vi como las llamas del infierno salían hacia arriba en un intento de alcanzarme.
Chillé, y cerré mis ojos esperándome lo peor. Pero cuando menos lo pensé, estaba volando. Alas estaban a cada lado de mí en un color rosa chicle como la de las princesas, me quedé boquiabierta cuando un brillo dorado se mezcló con mis píes hasta llegar a la cintura, y cada vez que subía más me elevaba a la altura donde Justin y papá se mantenían.
Mis alas se volvieron a deshacer, y cuando estuve por caer alguien me detuvo de los brazos.
—Nunca te dejaré caer, Chloe. —vi a Justin que me mantenía de las muñecas y me miró con amor y consternación. Papá lo empujó con sus píes haciendo que cayera hacia el suelo, exclamé cuando vi que estuvo a punto de decaer hacia las llamas del infierno.
Papá me sostenía ahora y miraba triunfante la escena donde las almas le tomaban de los píes y
yo no paraba de exclamar su nombre.
— ¡Justin! ¡Vuelve! —grité cuando vi que se había hundido dentro del precipicio, la tierra se volvió a cerrar y todo se retornó a su lugar. Cerré mis ojos pidiendo a gritos que sólo fuese un sueño, orando para que esto se acabara.
Un silencio invadió mis oídos y al laberinto,
me miré,
yacía sobre mi propio vestido, abrí mis ojos con lentitud y nadie estaba a mi lado. Ni si quiera papá, ni Justin.
Comencé a gritar sus nombres con desesperación, sentí que los había perdido para siempre.

—¡Chloe! ¡Despierta! —mamá me zarandeó de un lado a otro, abrí mis ojos a toda prisa y
me di cuenta como mi pecho galopeaba de una manera desesperada.
Estaba sudando como si hubiese corrido un maratón de millones de kilómetros. Le miré que su semblante estaba preocupado, tragué saliva secándome el sudor con el brazo izquierdo y vi que estábamos en un salón blanco,
y yo estaba recostada en una camilla. Era de día.
—¿Qué pasó?
Negué con la cabeza repetidas veces para tratar de dejarle claro que no pasaba nada.
La pesadilla se me hacía descomunalmente conocida, recordé cuando recién acababa de conocer a Justin y había tenido una pesadilla
que incumbía a mis padres. Esa misma agonía sentía ahora mismo.
—No pasa nada.
Me miró curiosa, como si estuviera adivinando que no era verdad.
—Ve al corredor del pasillo, alguien te está esperando.
Le miré con el entrecejo fruncido, pero asentí antes de bajarme de la camilla del hospital en la que habíamos pasado la noche yo y mamá.
Me hice una cola desordenada, y antes de marcharme me tomé un vaso de agua al trago, ya que mi garganta estaba empalagada de mi propia saliva, que era espesa.
Y cuando vi quién me estaba esperando en las sillas, creí desmayarme.
Justin descansaba su tobillo con la rodilla del píe izquierdo, vestía con una camiseta ligera color negra y pantalones del mismo color. Y sus características botas.
Cuando me vio fijamente a los ojos supe que algo andaba mal.
—Mi Chloe... —se colocó de píe antes de aplastarme con sus brazos. Olía a una peculiar canela y a una fragancia tan masculina y embriagadora que podía olerlo el resto de mi existencia. No dudé un instante en poner mis manos sobre su espalda para estrujarlo. No me había dado cuenta la falta que me hacían sus brazos. Me besó la frente y me miró consternado.
—Lamento tanto por lo que estás pasando... todo es mi maldita culpa.
Me acarició la espalda con un gesto reconstituyente y bajó sus grandes manos hacia mis estrechas caderas y me acarició por debajo de la sudadera.
—Qué dices Justin. No digas gilipolleces. —suspiré sobre su pecho y lo besé en los labios. Sabía que mantenía mi promesa en medio de la gravedad con la palabra que me alejaría de Justin, pero en esos momentos lo necesitaba como el infierno.
—Me enteré de que el accidente no fue fortuito.
Alguien lo hizo con intenciones, y sé de quién se trata todo esto.
Alcé mi vista maquinalmente y le miré estupefacta.
—¿Que sabes qué...?
—Siéntate. —susurró separándose de mí.
Le hice caso sentándome en una de las sillas que habían, se hincó frente a mí y me tomó de las manos.
—Hay una persona que... quiere lastimarme. Una persona que quiere verme sufrir, y para ello quiere lastimar a todas las personas que más quiero.
—Justin...
—Sí Chloe. Te quiero. —me acunó una de mis mejillas con sus manos y vi directamente hacia sus ojos verdines que me miraban con desazón. Cerré mis ojos, porque sentía que lo que estaba por venir, no me gustaría en lo absoluto—, no te puedo confesar quién es ¿Vale? Pero lo único que te puedo decir es que ahora que está enterado de que quiero a alguien, no dudará en hacerte la vida imposible
sólo para poder herirme. —tragó saliva sonoramente y bajó su mirada, me sorprendí porque era por primera vez que Justin mostraba una expresión decaída. Se le veía triste e indefenso—. No es sencillo ni para mí, ni para ti. Pero... necesito que te alejes de mi lado.
Le miré boquiabierta mientras que no podía creerme lo que me estuviera diciendo, o pidiendo.
Me acababa de testificar que me quería y ¿Ahora me pedía que me alejara de él?
—Me prometiste que no te alejarías de mí, Justin...
Entrecerró sus ojos y vi en su expresión que esto le dolía.
—La situación se me fue de control. Tenía las cosas controladas, tenía la certidumbre a que tenía las cosas bajo control. Pero me equivoqué... ahora... no sólo me quieren lastimar a mí, Chloe. Ahora te querrán a ti.
—Justin... explícame que está sucediendo porque no entiendo nada. —imploré con los ojos lagrimosos.
—La persona que me quiere ver muerto, sabe de tu existencia y lo imprescindible que eres para mí.
He tratado de protegerte todo este tiempo. ¿Por qué crees que mantengo a mi familia siempre en casa?
Porque no quiero que los atrapen a ellos también.
Se relamió los labios, y me miró a los ojos. Me quitó una lágrima que cayó de mi ojo izquierdo.
—Fue tu padre su siguiente víctima, luego será tu madre, luego Sammy, y luego tú. Traté de mantenernos a todos a salvo pero no pude.
Ahora que descubrió que tenía otras debilidades, te pueden atrapar. Te pueden lastimar. ¿Me estás entendiendo Chloe...?
Me coloqué de píe inesperadamente mirándole como si fuese una clase de aborto mal hecho.
—No te puedes alejar de mí Justin, me dijiste que no te alejarías. ¿Por qué lo estás haciendo? —exclamé sollozando.
—No es por gusto, maldita sea Chloe, no me estás entendiendo nada. —se pasó las manos por el rostro con desesperación.
—¡De todas formas también me lastimará!
Cerró sus puños y la vena hinchada de su frente se expandió. Al igual que la de su cuello, estaba morada. Y rojo de la impotencia.
—¡Nunca permitiría que nada te ocurriera! Por eso mismo te estoy pidiendo a que te alejes de mí. Creí que podría tener todo esto calculado pero me equivoqué Chloe. ¡Entiende que si no me alejo de ti él matará a toda tu familia! —manifestó.
—¡¿Quién mierda es él Justin?!
—¡No te puedo decir, maldita sea! —gritó y su pecho subía de arriba hacia abajo—. Sólo necesito que te alejes de mí, mis lados oscuros no pueden estar afectándote a ti.
Le conseguí un donante a tu padre, y cuando sepa que esté bien, me marcharé para siempre. Y no puedes preocuparte por lo que os ocurrirá, doy mi palabra y mis certezas de que nadie podrá lastimarte. Ni a tu familia. Nunca.
—Justin... —dije en una advertencia, las lágrimas acumuladas en mis ojos caían en un inapreciable pestañeo haciendo
que éstas cayeran sobre mis mejillas
y mi mandíbula.
Me tomó de las mejillas y me besó en los labios en un corto y suave beso.
—Quiero lo mejor para ti. Te quiero, y te juro que soy sincero. —volvió a besarme, pero esta vez duró más de la cuenta. Y me besó en los párpados—. Lamento si te hice sufrir alguna vez Chloe...
—Lo estás haciendo ahora mismo, y me prometiste que no lo harías. —susurré dolida.
—Y también me prometí a mí mismo mantenerte a salvo. Y estoy cumpliendo mi promesa.
Se separó de mí, y me dio la espalda metiéndose las manos dentro de los vaqueros para caminar, me miró por última vez antes de desparecer por los pasillos dejando su fragancia en el aire.
Y sentí como cada trozo de mi corazón quebrantado se caía hacia el suelo como si fuese el zapato de cristal de Cenicienta.
No pude ni si quiera moverme, y sin darme cuenta... lo estaba dejando ir para siempre.

Dark Sides - Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora