Me quedé quieta unos segundos mientras pensaba «¿Realmente dejarás que se vaya? No seas estúpida. Tú nunca te rindes fácilmente. Eres una Gilbert.» Me sequé las lágrimas alcanzándolo. Le tomé del brazo haciendo que se detuviera. Respiraba con fuerza, como esa vez cuando había ido hacia mi balcón a visitarme y acababa de salir de una pelea. Que todavía me preguntaba en qué estaba metido. Pero ya habría tiempo para acosarlo con preguntas capciosas.
—No quiero que te alejes de mí, Justin. —musité, él se volteó y me miró de una manera inconfundible. Le acaricié las facciones de su rostro, acariciándolo tan suave como mi propio tacto me lo permitía, vi que sus pómulos se suavizaban ante una pequeña fútil caricia—. Realmente no quiero que lo hagas. Porque te quiero, y si ayer te lo confesé borracha, hoy te lo digo sobria. Te quiero, y no me importa que me pidas lo contrario.
Se me quedó viendo unos segundos con el ceño ligeramente fruncido, hasta que su rostro distendió en una suave y deslumbrante sonrisa. Me tomó de las mejillas besándome en los labios.
—¿Por qué tienes que ser tan terca Chloe? Te juro que nunca he conocido alguien igual a ti. ¿Por qué mis comentarios no pueden herirte como lo hacen con las demás personas? —juntó nuestras frentes. Yo sonreí poniéndome en puntas para volver a darle otro beso.
—No pienses eso, no sabes cuántas veces me has herido con tus comentarios pero sin embargo sigo aquí. Sigo aquí porque no quiero que te alejes de mí. No sé que me sucede, nunca me había pasado algo igual. Lo prometo.
—Es porque soy el chico más atractivo del planeta, ¿No es así?
—Oh por dios. —le golpeé en el pecho alejándome de él—. Tienes el ego tan grande como tu cabezota, ñoño. —me carcajeé junto a él, y volví a acariciarle el rostro. Es que me era inevitable, acariciarlo era como acariciar el mismo terciopelo. Una vez me pregunté que se sentiría tocar las nubes, pero yo creía que con tan sólo tocar los labios de él ya las tocaba.
—Escucha, Chloe... si me alcanzaste para detenerme, estás cometiendo un grave error. Pero no lo juzgaré, son tus decisiones, y no sabes al peligro que te expones en estar detrás de mí. Realmente no lo sabes.
—¿Por qué?
—Porque no sabes absolutamente nada de mí. Apenas sabes mi nombre y mi apellido, ¿Si quiera sabes mi segundo nombre, mi edad, de dónde vengo?
Drew, 18, Portland. Pero sólo dije:
—No me interesa. Sólo me gustaste y ya. Podrías decírmelo si te hes tan importante. —sugerí.
—No entiendes nada. Una vez que te sometes a mi vida ya no tendrás escapatoria. ¿Estás dispuesta a eso? ¿Realmente, estás dispuesta a eso? ¿Sabes algo acerca de mi pasado oscuro, del presente y los conflictos que me rodean? ¿Si quiera sabes lo peligroso que implica quererme?
Yo alcé mis ojos para verlo directamente a esos ojos verdes que cada vez que los veía podría hechizarme de una manera ultra-sobrenatural. Y es que me perdía en ellos. Si su vida no tenía escapatoria, tampoco lo tenían sus ojos. Era como si todo dejase de girar cuando lo veía a él.
—Es que tu nunca me dices nada Justin, ¿Cómo podría saber si estoy dispuesta si no confías en mí?
Negó con la cabeza repetidas veces.
—No entiendes. Yo no confío en nadie, ni siquiera en mi almohada. Ni siquiera en mi propia mente. Y nunca confiaría en alguien de carne y hueso. Es absurdo.
Le tomé de la mano y le acaricié una mejilla con los nudillos de mis dedos para tranquilizarlo.
—Quizá lo que te hace falta es liberarte. Poder confiar en una persona que realmente está dispuesta a darlo todo por ti.
—¿Y tú estás dispuesta a eso? —ladeé la cabeza suspicaz. ¿Realmente estaría dispuesta a darlo todo?
—No te lo diría si no.
—Aún te falta más confianza en ti misma. Aún te falta para que realmente estés preparada. Estás indispuesta ahora mismo. —me revolvió el cabello y dejó escapar una sonrisa triste.
—Si te diría ahora mismo que estoy dispuesta a todo, ¿Me confiarías tus secretos?
—Todo a su debido tiempo. Primero tú aprenderías a ser fiel a mí, tendrías que acostumbrarte a mí. Y yo aprendería a confiar en ti y a abrirme más en cuestión de expresiones.
Sonreí con la felicidad enmarcada en mis ojos y justo en mi corazón. Nada podía estar mejor, algo estaba sucediendo; estábamos complementándonos a la perfección. Aunque aún surgía una pregunta en mi mente que no paró de merodear hasta que la solté:
—¿Si quiera te gusto un poco? —pregunté agachando la mirada avergonzada. No quería ni siquiera verlo al rostro. Mi pregunta era patética y desvergonzada. Pero me sentí mejor cuando me alzó la mandíbula con su dedo pulgar y vi diversión entre sus ojos. Me revolvió el cabello mientras negaba con la cabeza como si lo que le acabase de preguntar fuese lo más absurdo del planeta entero.
—Te confesaré una cosa. Odio las cursilerias. Odio a las chicas pegajosas como una ostra. —agaché la mirada pero me volvió a levantar del mentón—. Mírame cuando te hablo, ¿Está bien? —asentí sonrojada y se volvió a reír—. No acostumbro a buscar a las chicas, ni menos escalar balcones la mayoría de las noches. No me voy a despedir por las noches de alguien cuando estoy en problemas. Ni menos le doy una paliza a alguien por que sí. —alcé mi vista sorprendida, y boquiabierta—. Bueno, está bien. Me encanta golpear a las personas, pero, ese día lo hice por un motivo; porque él estaba enamorado de ti. Y no sabes lo celoso que me pongo cuando veo a alguien que se te acerca.
—Eso explica el casillero roto. —recordé con una sonrisa. Él se rio.
—Sé que fue culpa de tu ingenuidad al creer todo lo que te dicen las personas. Pero si vas a estar conmigo no debes confiar en nadie que te rodee. ¿Vale?
Me quedé sorprendida ante su confesión.
—¿Te estás refiriendo a que quieres que estemos juntos? —me iba a largar a llorar ahí mismo de la emoción—. ¿Ósea que te gusto?
—¡Estás enferma! No puedo creer que haya desperdiciado tanta saliva para que me preguntes eso estúpida. Me reí abrazándolo con todas mis fuerzas hasta dejarlo azul.
—¡Enserio no puedo creer que me digas que estaremos juntos Justin! —él se rio.
—Sí, si. Pero suéltame.
Le obedecí inmediatamente mientras me quitaba algunas lágrimas de los ojos.
—Pero pondré muchas condiciones. No más te quieros cursis, no me digas nada cursi. No seas cursi. No decirme apodos cursis. No preguntar sobre las cosas que todos preguntan y se mantienen con la duda...
—Pero...
—Nada. Te dije que me acostumbraría a soltarme más adelante. Quizás hasta puede ser el próximo año y tú no debes quejarte. Tampoco te esperes a que dedique cosas bonitas, o ni te acostumbres a que te compraré regalos. Olvídalo. Y tampoco te esperes besos ni abrazos.
Esto último me hizo fruncir el ceño y golpearlo en el pecho.
—Y tampoco puedes golpearme.
—¡Justin! —chillé enfadada. Él se encogió de hombros—. Bien, pues tampoco tu te esperes besos míos y nunca tendremos sexo. Ni si quiera aunque seas el último hombre en el planeta tierra.
Giró los ojos y sonrió.
—Está bien, las últimas no cuentan. Pero todo lo demás sí. Te vuelvo a repetir; ¿Estás segura de que quiere estar conmigo?
—No seas idiota. Te dije que sí.
—Está bien. Pero si me decepcionas, prometo que las pagarás, Chloe. No soy un buen tipo y seguramente debes de saberlo.
—Eres un excelente chico Justin. —le apreté una mejilla. Me dedicó una fría mirada, y supe que había fraccionado una regla. Sonreí inocente depositándole un beso.
—Yo también pondré mis reglas.
Se cruzó de brazos como esperando a que hablase.
—No más sexo público. Tengo miedo de que algún día alguien pueda vernos.
—¡Oh por favor! No me vengas con gillipolleces. Sabes que tú eres la que me tenta siempre, ¿Quién viene con esos ojos lujoriosos incitándole a que la toque?
Abrí mi boca indignada.
—¡Tú eres el que me sigue! Y eres tú quién deposita eso dentro de mí. —le apunté a su entrepierna. Justin me miró serio—. Oh vamos, admite que siempre estás ahí dándotelas de Playboy.
—Tengo hormonas, como todos, Chloe.
—Sí, claro. Ahora déjame seguir. Tampoco me gusta que uses calificativos tan horribles para mí, como perra, o zorra, o prostituta.
—¡Tú te los buscas! Admite que ciertas veces te comportas en una doñajuana.
Me reí sarcástica.
—Y sobre todo, quiero que me digas por qué hoy me utilizaste para sacarles reacciones fenomenales a Kathe Wills.
Giró los ojos cansado.
—¡No es cierto! Lo que sucede es que tu eres una llorona sensible. Miré a zorra porque ayer antes de irte a dejar a tu carpa estaba muy borracha y trató de técnicamente violarme. Y por la madrugada aproveché el momento en que te estaba mirando para dejarle a saber que estaba con otra. Y creo que funcionó.
—¿¡Qué?! ¿Cómo que hizo eso?
—Ya, sin exagerar. Por cierto, se me olvidaron otras reglas más. No puedes hablar con ningún chico y no estés como una lapa en el colegio. Asegúrate de mantener cierta distancia.
—¿Entonces qué carajo es esto? ¿Una relación de dos ex-maridos furiosos por el divorcio y la custodia de sus hijos? —hablé enfadada. Ya era mucho con que no podía decirle calificativos cariñosos, ni juntarme con chicos, ni mucho menos esperarme algo de él.
—No seas melodramática. Comprende que es mi primera relación con una chica.
—¿Por qué no mejor dejamos atrás las reglas y simplemente actuamos como se nos dé la gana? —propuse rascándome el brazo incómoda.
—Porque no quiero tener a alguien tan empalagoso. ¿Vale? Fin del tema. Ahora camina a llegar a donde está el barrigón y la sin pechos porque tenemos que comenzar aburridas actividades. Y al llegar, actúa normal.
—Pero estamos empapados porque alguien me lanzó al lago.
—Pues haz como si acabases de salir del lago en que estaban todos. Yo haré lo mismo.
Al alejarnos de donde estábamos, actuamos con normalidad. Aunque fue inevitable no sorprenderse. Nadie estaba en el bosque.
—¿No han dejado abandonados?
—No seas estúpida. Están las carpas. Seguramente están todos en sus carpas. Anda, vete a la tuya. Nos encontramos más tarde.
Y se marchó. Yo suspiré, me esperaba un beso o algo. Pero Justin era un idiota principiante en todo esto. Aunque mi felicidad no cabía dentro de mi pecho. No sabía que la felicidad se podía conseguir a través de abandonar el orgullo. La verdad es que probablemente fui una arrastrada, pero, ¿Qué importaba? Al menos había conseguido algo que no creí que conseguiría nunca.
Cuando entré a la carpa, todas las chicas estaban acostadas conversando una a la otra.
—¿Y eso? ¿Cómo es que los maestros nos habéis dejado solos?
Todos alzaron la vista para mirarme. Traían ropas cómodas puestas, como pantalones de algodón y blusas ligeras. Traían el cabello naturalmente húmedo.
—Pues... nos han dejado descansar unas horas antes de comenzar una fogata grupal. Ya que por la mañana nos vamos. —dijo Candy suspirando, se le veía decaída, con sus inmensas ojeras y la boca reseca. Parecía que traía gripe.
—¿Te estás enfermando que estás como insomne?
—Lo mismo le dijimos. Creo que se resfrió por pasar dos días seguidos en el lago. ¿Y tú? ¿Que llevas una sonrisa auténtica? —habló Cinthia en un cantito. Yo me carcajeé. Ni siquiera era consciente de que estaba sonriendo.
—Pues estoy feliz.
—¿Y eso por qué? —preguntó Connie en un tono notoriamente sospechoso. Como esas personas del FBI que tratan de ser cautas al cuestión de encuestar a sus sospechosos. Me coloqué tan nerviosa que hasta incluso mi mandíbula titubeó.
—Pues porque mañana veré a mis padres. Los extraño.
—¡Oh vamos! Son sólo dos días afuera niñita. —se quejó con el ceño fruncido.
—¿Y qué? Los extraño.
Y no quise seguir discutiendo, pues tomé unos pantalones de lana ligera y una sudadera. Me hice un moño desordenado recostándome en mi saco de dormir. Y me chupé el dedo gordo, ya era una costumbre.
Estaba tan cómoda. Ya saben, ¿No se han sentido cómodas cuando van a la playa y se sienten tan sucias que lo único que quieren es un baño para despejarse del cloro y la arena? Y una vez que lo hacían, se abrigaban y se recostaban bajo las sábanas. Eso era lo más delicioso.
Sin caer en cuenta me quedé dormida ante el silencio del bosque y los susurros que se escuchaban fuera de nuestras carpas debido a que seguramente la mayoría dormía como unos bebés. O estarían todos chillando o jugando a juegos perversos.
Me desperté porque Cinthia estuvo inclinada a mi lado zarandeándome.
—Anda, que el maestro nos espera afuera Loe. —dijo con aspecto despabilado. Me refregué los ojos con las manos y salí de la carpa continuamente por ella. Era de noche y el viento hacia volar las hojas de los árboles en un feroz movimiento. El fuego se reflejaba en el lago y los acordes de una guitarra, un sonido melodioso y suave como la brisa del mar. Todos estaban reunidos circularmente sobre la fogata sentado sobre troncos. Habían malvaviscos y latas de coca-cola. Miré a Justin que estaba solo en una parte del tronco, me iba a acercar a él sonriente pero él negó con la cabeza impidiéndolo. Le fulminé con la mirada mientras me dejaba caer al lado de Mindie, la chica de esta mañana.
—Qué bien que todos estamos reunidos acá. Es asombroso. —habló la maestra Kamil con una sonrisa de lado, ella estaba tocando la guitarra con suavidad—. ¿Sabéis una cosa? En unos pocos meses todos vosotros se marcharan de nuestra honrada escuela para convertirse en personas adultas y responsables. Eso me da lástima, sobre todo nostalgia. Porque ustedes piensan que los maestros somos personas jodedoras de sus existencias, pero, para nosotros ustedes son especiales. Porque les vemos crecer e independizarse por sí mismos y eso da orgullo, por más que no lo crean. Orgullo a nuestro propio trabajo y deber.
Todos susurramos un ''aw'' y algunos ''es cierto'' Miré la expresión de Justin para ver si había sentido lo mismo que yo, pero estaba cruzado de brazos con los ojos girados. A él no le gustaba nada cursi y entonces me pregunté si debería soportarlo siempre—. Esta canción va con dedicatoria a todos vosotros. Se llama, queridos míos.
Sonrió antes de hacer sonar los acordes de la guitarra en un delicado movimiento. Observé cada uno de sus movimientos con perseverancia. Mi sueño era poder tocar la guitarra algún día. La canción trataba de amor, nostalgia, tristeza, y melancolía. O a menos así se demostró la maestra. Igual me quería reír un poco, la cosa era que no debía de ponerle tanta exageración a todo esto. Digo, estaba bien que nos extrañaría pero, no éramos sus hijos pródigos como para que nos tratase de ese modo. Éramos alumnos. Y me compadecí de ella, me imaginaba todos sus años como maestra sufriendo y sufriendo porque todos se marcharían. Y ahí me pregunté si realmente estaba siendo tan mala como mi consciencia me lo estaba repitiendo.
Saqué algunos malvaviscos con ganas de estar ahora mismo bajo los brazos de Justin rodearme, y manteniendo su calor sobre mí. Le miré, me miró, nos miramos. Y simplemente ocurrió una conexión tan mágica que fue inevitable no dejar de mirarnos por un largo rato. Algo pareció ir bien dentro de él, porque entonces se puso de píe y se dirigió hacia mí para abrazarme por la cintura y sentarme sobre sus piernas para darme un beso en el hombro. Y todos nos miraron, probablemente estupefactos y casi cagándose de la sorpresa. Pero yo sólo me dediqué a sonreírle y a acariciarle los dedos observando a la maestra cantar.
De acuerdo, quizás a medida del tiempo las morbosas reglas de Justin Bieber podrían ir deshaciéndose.
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Dark Sides - Adaptada.
RomanceHolaaaaaa :) volvi! perdon por la tardanza ahora la voy a seguir subiendo! para los que quieren saber la escritora se llama KAT! es una buenisima escritora y yo de verdad que creo que tiene un talento!, pueden adaptarla si quieren solo aclaren que n...