Capitulo 15.

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15.

El sábado, yo no pude dormir. Odiaba al maldito de Justin y sus estúpidas y verídicas palabras de «Espero que duermas bien ésta noche, Chloe.» ¡Maldito! ¡Él me había lanzado un hechizo! Me había hecho algo, estaba segura. Él tenía extraños poderes sobre-naturales de hechizar a la gente con sus encantos de chico anárquico e implacable. 

Pero era ridículo que en mi conciencia lo aborreciera tanto su asquerosa y descomunal personalidad de chico malo. Pero sin embargo la amaba cuando la utilizaba conmigo. Era una maldita masoquista. Adoraba que me tratara del modo que lo hace, era algo nuevo para mí experimentar ser tratada de esta manera. Principalmente porque por ser la hija del Sheriff del pueblo me ganaba respeto. La mayoría de las personas me respetaban por ser la hija de quién eran súbditos. Nadie tendría las agallas suficientes para llamarme «Perra, prostituta, zorra y estúpida.» 

A excepción de Justin Bieber, que tenía los estribos suficientes para darme calificativos tan ordinarios y vulgares. Siempre me habría acostumbrado a ganar cierto respeto. Únicamente sucedió lo contrario ante al maldito monótono de Barry, que toda la escuela lo idolatraba por ser el capitán de fútbol americano y ganador de los trofeos de escuela y por poseer un cuadro novelístico en la repisa del director Maslow. 

Pero en fin, yo no quería acordarme de ese maldito gilipollas. Yo estaba pensando en Justin y su maldita actitud condescendiente y soberbia. Sus labios rellenos en algo puro y vital, en su elixir tan mágicamente único y sus manos diestras sobre mi cuerpo. Nunca me habría comportado así con nadie. Yo era Chloe Gilbert, una chica apropiada y disciplinada. Con el promedio perfecto y una anti-chicos. Y no me podría imaginar a mí dejándome desnudar a los cinco segundos de ser besada por un maquiavélico experto en seducción. Pero Justin me encantaba. Era sorprendente las cosas que él me hacía experimentar en una fracción de segundos, o era impresionante causar tantos efectos en mí sin siquiera ponerme un dedo encima. Era una yuxtaposición de sentimientos albergándose en mi estómago como si un imán de emociones se liaran alrededor de mi corazón reparado. 

El domingo por la madrugada, había pillado a papá dormido en el sofá y eso me extrañó. Ya que él siempre antes de llegar de su turno me besaba en la cabeza para desearme las buenas noches y llegaba a la alcoba de mamá, se acostaba a su lado y la abrazaba como un oso polar en invierno. Traía su uniforme verde opaco y estaba tiritando del frío, por eso fue que le coloqué un edredón encima de él. Le besé la frente mientras me dirigía a la cocina a prepararle un desayuno a ambos de mis padres.

A la tarde, me había pasado por la biblioteca a entregar los libros que había tomado prestados y me había llevado dos más de Richelle Mead, toda la tarde me la había encerrado en mi habitación escuchando caer el raudal de lluvia sobre mi ventana mientras leía.

Era lo que más me encantaba en este mundo. Leer.

El lunes por la madrugada, mamá me sonrió en la madrugada. Pero cuando papá bajó por las escaleras quitó su sonrisa y nos dio la espalda continuando su exquisito desayuno. 

Miré a papá con una ceja arqueada y una mirada maquinada. 

—¿Estáis enojados? —pregunté mirándolo a ambos—. ¿Cómo? Si el sábado por la noche estaban bien. 

Estaba sorprendida, pocas veces mis padres se enfadaban y cuando lo hacían eran por cosas graves. 

—¡Pues que a tu padre ahora le gusta esconder secretos! —farfulló mamá enfadada. Mientras tomaba con fuerza el mango del sartén. Papá negó con la cabeza.

—No te he escondido nada, deja de decir tonterías mujer. —dijo hastiado.

—¿Tonterías? ¿Fueron tonterías que me escondieras que...?

Dark Sides - Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora