Capitulo 31

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Me marché a tropezones hacia mi habitación y me encerré allí todo el día llorando sin más no poder, ¡No podía creer que papá me estuviera haciendo esto! No quería odiarlo, pero él mismo se lo estaba ganando. ¿Cómo podía impedirme ver a Justin? ¿Acaso a él le hubiese gustado que le hubieran proscribido a mamá? ¡No!
Cuando me habían llamado a cenar, simplemente no contesté y mis sollozos aumentaron más de la cuenta. Lloraba de la irritación y principalmente de la tristeza. Cuando había decidido dejar de llorar e ilusionarme de que Justin se iba a aparecer en mi habitación con su sonrisa fugitiva y sus ojos furiosos e inmutables, con sus cabellos despeinados y caóticos. Demonios, no lo veía hace siete horas y ya sentía que hubieran pasado millones de años con su nada más que ausencia. A las diez de la noche, cerré mi habitación con llave y me vestí con una sudadera gris que me protegería del frío, unos vaqueros malgastados y zapatillas converse. Me hice una coleta alta y me miré en el espejo; estaba horrible. Mi nariz estaba brillante y roja al igual que mis ojos que estaban hinchados y demacrados. Los labios resecos y las mejillas rojizas. Me sentía vacía en esos instantes y sabía como sólo una persona podía cambiar eso. Y a pesar de que papá me haya prohibido estar con él, le desobedecería, y le volvería a desobedecer una y otra vez si fuese necesario.
Abrí la puerta de mi balcón y escalé sobre la barandilla para trepar en el tronco del membrillo que se situaba abajo del balcón, me dejé caer entre el lecho de hojas y me sostuve de las ramas gruesas y adheridas al tronco viejo y desteñido. Finalmente mis píes tocaron el suelo saltando unos cincuenta centímetros del pulcro pasto. Me cercioré a que ningún ruido se escuchara, ni si quiera los gemidos que provenían de mi garganta al enterrarme las púas de las ramas.
Corrí lo más rápido posible como si el mismo demonio me estuviese persiguiendo. Y lo seguí haciendo hasta que estuve frente a la desorbitada casa de Justin, viendo los faroles y dentro de las ventanas donde casi todo estaba oscuro. Era extraño que la cerámica de la residencia «Bieber» Fuera tan colorida, y por dentro todo era tan apagado. ¿Estarían durmiendo? ¿O su deber era mantener el lugar oscuro y desdeñoso?
Suspiré, ¿Cómo pretendía verle si nadie me atendería?
Y entonces una respuesta aleatoria se cruzó por mi mente viendo las ventanas entreabiertas.
«Busca su habitación, y te metes»
Oh cielos, ¿Me estaba volviendo loca? No importaba, después de todo, si él hacia lo mismo para verme, ¿Por qué yo no podría hacerlo?
Decidida, me dirigí hacia la parte de atrás de la casa para escalar las rejas que impedían la entrada. Salté cayéndome hacia la cerámica, gruñí sobándome el píe izquierdo. Pero enseguida me volví a poner de píe para escalar el árbol con la punta de los píes «Saca tu lado más hombre araña» me dije mentalmente. Quería caerme del susto al ver como dos pájaros picoteaban gusanos, me tragué un grito y ver esa escena no me hizo más que llorar, ni si quiera sabía porque lo hacía. Quizás porque últimamente estaba muy sensible. Ni yo sabía el por qué. Pisé las ramas tomando las hojas para subir quitándome algunas lágrimas que me obstruían la vista. Me sorbí los mocos cuando me dirigí hacia la primera ventana que se asomaba. Traté de ver por dentro, todo estaba oscuro. En la siguiente ventana, sólo la lámpara de marfil alumbraba el lugar y una niña estaba recostada en su cama escribiendo algo en una computadora. Era Elizabeth. En otro momento probablemente hubiera husmeado lo que estaba haciendo pero en esos precisos instantes lo único que quería era estar bajo los brazos de Justin.
Supe que, si no fue ni la primera, ni la segunda ventana, era la tercera. Así que utilicé una fuerza nunca antes utilizada y la abrí, haciendo pasar un píe continuamente por el otro. No quise mirar hacia abajo o capaz vomitaba del vértigo. En la habitación todo estaba oscuro, absolutamente oscuro. Ni si quiera podía ver si realmente era una habitación, aunque la luz del porche me dejaba claro lo que estaba pisando.
—¿Justin? —mi voz sonaba ronca y apesadumbrada. Sorbí los mocos hacia arriba con la manga de la sudadera y nadie me respondió. Volví a llamarlo por su nombre, nuevamente nadie me contestó. Caminé a tropezones buscando el interruptor de la habitación. No la encontré por unos minutos y me dije si esa era la habitación de Justin o me había equivocado. Exclamé cuando lo encontré y la luz enseguida se encendió, y me quedé petrificada viendo toda la habitación. Millones de dibujos estaban pegados en la habitación, una cama pequeña y osos tirados por toda la habitación. Supe al instante que esta no era el cuarto de Justin. Es más, parecía de un niño pequeño.
Me acerqué con pasos sigilosos hacia unos retratos pegados en la pared color azul marino. Y estuve boquiabierta cuando un niño hecho de palos estaba escondido bajo su cama y unas lágrimas deformes estaban mal hechas y la palabra ‘‘Muerte’’ estaba grabada en letras pequeñas y nerviosas. Pasé al siguiente y otra vez el mismo dibujo, esta vez eran letras puestas las una a la otra con palabras morbosas y escalofriantes. ¿Enserio esto podría hacerlo un niño pequeño?
‘‘Odio. Muerte. Suicidio. Estúpido. Infierno. No creo en Dios.’’ ¿Eran normales en un pequeño niño? Un cuadro estaba puesto en una cómoda donde salía un niño de cabellos azabaches y ojos verdes, con un parecido similar a Justin, pero sin embargo no era él. Traía los brazos detrás de su espalda y no parecía más de cuatro, traía una sonrisa auténtica al igual que la de su madre. La acaricié, era la madre de Justin. ¿Él sería el tercer hermano de los Bieber? En el respaldo de la cama estaba un nombre hundido con una daga que decía «Sammy»
Me quedé boquiabierta, y con el corazón palpitando muy fuerte. ¿Sammy? Él no era él Sam que estaba en nuestra casa, por supuesto. Era otra persona. Se hizo sonar el ruido de una manilla y me escondí debajo de la cama enseguida para no ser descubierta.
Escuché unos pasos que se acercaban hacia donde estaba yo. Me tapé la boca para que nadie me escuchase, quienquiera. Aunque claramente era una mujer debido a las canillas flacas y a las botas de algodón.
—¿Por qué está prendida esta luz?
La voz era aterciopelada, aunque confusa. Supe que era la madre de Justin y no evité sentirme tan nerviosa, ¿Qué ocurría si me descubría? Tomó un oso de peluche votado en el suelo y se dejó a ver sus cabellos azabaches largos. Y luego apagó la luz y se marchó. Salí debajo de la cama inmediatamente apenas tragando saliva. Mis píes estaban gelatinosos y no paraba de preguntarme, «¿Quién era Sam? ¿Qué pasaba con él?» Recordé entonces cuando mencioné la adopción de Sammy y Justin se quedó de piedra, y se veía tan enfadado, se veía dispuesto a matar a alguien. Y por primera vez sentía que ese alguien no era yo.
Y entonces volví a llorar, y verdaderamente ahora no entendía las razones. No sabía por qué lloraba, sólo sentía las ganas de hacerlo y ya. Abrí la puerta furtivamente asomando mi cabeza para ver si alguien estaba. Nadie. Los pasillos estaban oscuros y desolados. Llegué hacia la siguiente puerta con la certeza de que esa era la habitación de Justin, y no me equivoqué. Lo vi de píe, me daba la espalda, pero estaba sin camiseta haciendo que se notara su estrecha cadera y bronceada piel. Los huesos de su espalda que me hicieron sentirme... extraña. Se veía pensativo. Miraba hacia la luna con el mismo deleite de la primera vez. No evité gemir por lo bajo, fue algo instintivo y imperceptible. Pero en el silencio del cuarto, esto atrajo la atención de él. Me miró de una manera atónita y con los ojos abiertos de par en par. Me sequé una lágrima y enseguida se puso de píe.
—¿Chloe? ¿Qué estás haciendo acá? ¿Cómo... cómo llegaste? ¿Y por qué estás en ese estado?
—Yo... —musité sorbiendo los mocos—. ¿Podría pedirte una excepción de tus reglas, y pedirte que me abraces muy fuerte? —dije volviendo a llorar. Al ver la expresión de su rostro supe que estaba muy conmocionado.
—Chloe... yo... claro que sí. Ven aquí. —abrió sus brazos y yo no dudé un instante en lanzarme sobre ellos. Me acarició el cabello con sutileza y dejó susurrar pasivamente un: —Tranquila... llora lo que quieras.
—Pero a ti no te gustan las mujeres lloronas.
—Puedo hacer otra excepción. —me reí sobre su pecho y volví a llorar—. Cuéntame que pasa.
—Pasan tantas cosas. Papá me dijo que me alejara de ti Justin... —sorbí los mocos y me alejé de él para mirarlo a los ojos. Estaba tranquilo y con una expresión común—. ¿No te interesa?
Elevó sus comisuras en un trato de sonrisa.
—Chloe... eso no ocurrirá. No te alejarás de mí por el simple hecho de que ahora estás de mi lado. Y no te alejarás de mí. Nunca.
—¿Lo prometes? —hice un puchero instintivo. Me cogió de las mejillas y sonrió.
—Lo prometo. —y me besó. Con una ternura inexistente y nunca antes vista de él. No evité hacer lo mismo y poner mis manos sobre su torso cálido y abrumador. Seguimos besándonos hasta caer en su cama y él estuvo encima de mí tocándome la pelvis y entumeciendo su lengua sobre la mía. Sonreí entre medio de besos y susurré separándome:
—Si haremos el amor tendrás que usar preservativos. ¿Los tienes, Justin? —le moví un mechón del flequillo hacia atrás. Se quedó pensativo.
—No recuerdo. Creo que sí. Aguarda. —se colocó de píe dirigiéndose hacia el velador y rebuscar dentro. Yo aproveché de quitarme las zapatillas y los calcetines. Se sentó sobre la cama abriéndolo, me reí suavemente antes de arrebatárselo de las manos y montarme sobre sus piernas. Me quité la sudadera y persuadí que estaba conteniendo la respiración—. Me encantas cuando no usas corpiño.
—Siempre uso. —me reí desabrochándole los pantalones.
—Es una indirecta para que dejes de usarlos. —me besó nuevamente y no evité restregar mi sexo con el suyo, gimió en lo alto colocándome bajo de él y me quitó los pantalones, yo hice lo mismo y le toqué debajo de los vaqueros y se rió sobre mis labios—. Eres una pervertida.
—Ya sé. —me reí y Justin se quitó sus pantalones para lanzarlos a un lado de la habitación. Le coloqué el preservativo sobre su erección y él me besó en la tripa, luego descendió hasta el muslo y me besó el centro de mi feminidad haciendo que me arqueara hacia él. Volvió a subir hasta besarme el cuello, la cara, las orejas y los labios.
—Acá voy. —me soltó la coleta y se hundió en lo más profundo de mí. Gemí en lo bajo para que nadie nos escuchase. Y volvió a reiterar sus embestidas con fuerza y me lamió los senos uno por uno como si fuese su dulce preferido. Le tomé de los cabellos haciendo que fuese más rápido, y pareció entenderlo a la perfección porque entonces aceleró a un ritmo rápido y embriagador. Nuestros gemidos se unieron como en una dulce promesa.
—Justin... —sollocé y todo explotó. Se derrumbó encima de mí y me besó en la frente con delicadeza. Nos quedamos unos minutos en silencio agotados, me encantaba la sensación de que él estuviese dentro de mí. Era algo mágico y único, antes pensaba que era algo obsceno y ordinario. Pero ahora me doy cuenta de que no era algo sucio y pervertido, era algo pasional y lleno de sentimientos hermosos y placeres vehementes. No hacía darme más cuenta de que le amaba, pero sabía que no podía decírselo.
—¿Quién es Sam, Justin? —susurré escondida sobre su pecho. Y pareció que todo se iba a derrumbar encima de ambos, él estuvo de piedra como la primera vez que mencioné ese nombre. Y me miró de la misma manera, aunque dudaba a que me propusiera hacerlo nuevamente.

Dark Sides - Adaptada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora