Capítulo 1: Luna

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Your eyes

Parte uno

Miraba a Freddie desfilar frente a los espejos cambiando de postura a cada segundo, balanceó su cuerpo de un lado al otro, modelando cómo a él le encantaba para resaltar el vestuario. Mientras tanto, Brian, Roger, Jim y yo rogamos porque el modelo terminara y por fin romper la burbuja de aburrimiento que habíamos creado todos juntos. 

¿Qué hacía Jim ahí? No me molestaba, era nuestro representante, pero era inusual verlo en aquellas ocasiones. Lo que realmente me molestó fue la presencia de Prenter; desde que Freddie lo conoció cambió por completo; se volvió arrogante, narcisista, déspota, insoportable, un completo idiota. Ese no era el Freddie que conocí ni del que me enamoré.

Fred estaba maravillado con el traje que llevaba sobre él, era uno de esos que se pegan a la piel, no recuerdo cómo se llaman. Una vez, hizo que me probara uno y descubrí que son terriblemente incómodos, especialmente en la entrepierna. No sé porque a él le gustaba usarlos. En fin, el verdadero problema con ese vestuario eran los colores; estaba tapizado con rombos de varios tamaños en color verde y rojo. No sé nada de diseño o moda, pero eso no se veía bien.

—¡Éste!— El anuncio de Fred me sacó de mis pensamientos —Me encanta.

—Es horrible— le dijo Roger.

—Es perfecto— lo corrigió.

—En serio, Freddie. Has usado mejores que ese— repuso Brian con un suspiro.

—Es que no saben nada de estilo— intervino Prenter, por lo que inmediatamente hicimos muecas y quejidos de molestia los cuatro que estábamos escuchando.

—¡Quieres callarte!— le dijo Brian con irritación.

—Paul entiende mejor que ustedes— salió a la defensiva Fred —Y él no es visto por millones de personas— en tono arrogante.

—Tenemos mejores cosas por las cuales preocuparnos ¿no lo crees?— respondió Brian intentando tranquilizarse —Pero es mejor el otro....

De entre de todas las opciones que Freddie había seleccionado, al final se encontraba decidiendo por tres; rombos en negro y blanco, rombos en verde, naranja y blanco o rombos verdes y rojos. De todas ellas, había escogido la peor.

—Hay que ser más atrevidos, querido— con ello Freddie terminó la discusión y caminó hacia el vestidor bastante irritado.

El persa no tardó en salir del vestidor con la ropa con la que había llegado puesta, con el horroroso traje en su mano izquierda y las otras dos alternativas en la mano derecha.

Salió de la pequeña sala que era un probador y se dirigió al mostrador junto con todos sus acompañantes detrás de él. Cuando llegamos al destino nos encontramos con un Freddie desconcertado; había una pequeña niña parada justo en frente del mostrador; llevaba ropa muy sencilla; tenis negros, pantalón holgado de color gris oscuro, playera blanca y sobre ella una pequeña chamarra azul. Aún por encima de su ropa se notaba una delgadez inusual y el cabello que caía por su espalda hacia que ella destacara por la tonalidad blanquecina qué posee. Blanca como la nieve. No creí que fuera lo suficientemente mayor como para teñirse el cabello, pero no estaba en posición de opinar.

La niña se encontraba mirando desde lejos y con curiosidad algunos trajes posados por maniquíes, parecidos a los de Freddie pero en diferentes modelos, colores y formas, parecía que no se había percatado de nuestra presencia.

Supongo que el desconcierto de Freddie no se debía a la chica extraña en sí, sino a su presencia, pues Paul Prenter solía hacer que los locales y restaurantes cerraran para atender únicamente a Mercury que a veces eso nos incluía a nosotros también, pero eso solo alimentaba nuestra arrogancia.

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