Capítulo 59: Incompetentes

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Parte cinco

Tan solo otro Faber clavado en la nuca del eatan hizo que se detuviera y como el karma mismo, el sujeto se convirtió en otra fuente de sangre que se vertió sobre Brian.

Un trío de eatans se acercó; uno de ellos alejó al primer atacante, otro socorrió a Brian y la última nos inspeccionó.

—¿Están bien? ¿Están heridos?— cuestionó. 

Tan solo teniéndola a unas escasas pulgadas de mi nariz fue que mis piernas reaccionaron para retroceder unos pasos.

—No teman, queremos ayudarlos…

—¡Mierda!— gritó el socorrista cuando los aullidos de Brian se intensificaron y comenzó a mover su cuerpo estrepitosamente.

—¡Lunna va a matarnos!— exclamó la chica. —¡Solo teníamos que hacer una cosa y fallamos…!

—¡Brian!— suplicó Roger en un intento desesperado por detenerlo.

—¡Ayúdame!— gritó el ruloso en su agonía.

—Llamaré a OINA…— susurró el Rubio buscando en sus bolsillos.

—¡No llamaras a nadie!— el eatan que había alejado al otro, arrebató el bolígrafo de Leonas de las manos de Rog para lanzarlo lejos.

—¡Mierda! ¡¿Ahora qué vamos a hacer?!

—¡Tenemos que ir al hospital!— saltó Freddie.

—O desaparecer de aquí antes de que Lunna se entere— sugirió el socorrista.

—¡No! ¡Callense todos! Necesito pensar…

Por un instante el silencio que una ciudad puede ofrecer, llegó a petición del monstruo. Antes de que tres segundos después los aullidos de dolor regresaran.

—Sigue vivo…— observó el eatan —Podemos ayudar a su amigo— juró —Pero deben prometer que intercederán por nosotros cuando Lunna regrese… sin hospitales ni policías— nos apuntó con un dedo —¿De acuerdo?

—¡Sí, solo haz algo!

Particular su forma de ayudar al propinarle un codazo en la cabeza que lo dejó inconsciente.

—¡¿Qué estás haciendo?!— reclamó Fred.

—Así no sufrirá más— radical pero, efectivo —Tú, deshazte de él— le ordenó al socorrista, señalando con la mirada al eatan tendido en el suelo —Y tú, vigila que siga vivo— la chica tomó lugar a un costado de Brian, con una mano en su cuello tomando el pulso y con la otra, frenando el río de sangre —Ustedes no se muevan de ahí— nos ordenó mientras se alejó con celular en mano.

En menos de medía hora después estábamos en el hospital de OINA; Hiroki y Akira nos recogieron en la camioneta de Turret y mientras los médicos trabajaban con mi amigo, el resto de nosotros parecíamos leones enjaulados en la sala de espera.

—¿Por qué tardan tanto?— susurró Freddie.

—De ser buena señal…— respondió la chica —significa que sigue vivo…

—¡Podemos huir ahora!— exclamó el socorrista.

—¿Y cuánto tiempo pasará antes de que Lunna nos encuentre?— respondió el eatan de las órdenes.

—¡Ella aún no lo sabe! Es el tiempo que tenemos de ventaja…

—Ya lo sabe…— obvió Akira con su nula calidez de siempre.

—¡Mierda!

Una hora después Hiroki y Cameron Stephens, el líder del departamento médico de OINA, nos mantuvieron al tanto del estado de Brian.

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